Después de que fueron revelados contratos que para créditos, publicidad y condonaciones que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha brindado a ciertos comunicadores, Jenaro Villamil, presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, salió a conceptualizar “el chayote”. Pero apenas hace seis meses sostenía lo contrario sobre ese tipo de soborno.
Después de que en los días recientes fue dado a conocer el crédito de 150 millones de pesos que el Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext) otorgó al productor de televisión Epigmenio Ibarra en plena pandemia (la condonación de impuestos por 7 millones de pesos que le hizo la Secretaría de Hacienda fue anterior), y la revelación de que Carmen Aristegui ha obtenido una veintena de contratos de publicidad gubernamental por adjudicación directa por más de 8 millones de pesos, iniciaron las acusaciones contra ellos por “el chayote”.
En ocasión de ello el funcionario saltó a la palestra para definir el término “chayote”: soborno, compra simulada sin huella fiscal. Y añadió que es corrupción.
Este domingo Villamil tuiteó: “Para quienes quieren manchar el prestigio de comunicadores, productores o periodistas: el ‘chayote’ no es un contrato, un crédito o un salario. El ‘chayote’ es un soborno. El ‘chayote’ es una compra simulada en efectivo para no dejar huella fiscal. El ‘chayote’ es corrupción”.
Apenas en septiembre pasado en su Posmañanera (sic), un video que Villamil graba para reverenciar la conferencia de López Obrador y aderezar todavía más la inquina de éste, siguió el ataque que por la mañana habían lanzado contra varios medios el presidente y su vocero, Jesús Ramírez Cuevas (a quien, por cierto, el 9 de enero de 2020 el mandatario había comprometido a dar cuentas de la publicidad gubernamental, lo que no ha cumplido hasta la fecha. El motivo fue que aquel día Isabel Arvide reclamó y pidió recursos públicos para su medio; unos meses después fue nombrada cónsul en Estambul).
La mañana del 8 de septiembre López Obrador enfocó sus baterías contra Nexos y Letras Libres. Sobre ellas dijo, entre otras expresiones: “Si le preguntamos a la gente: ¿sabías que existe un intelectual llamado Enrique Krauze u otro intelectual cuyo nombre es Héctor Aguilar Camín, y que cada uno de ellos tiene grupos que reciben apoyos o recibían apoyos especiales, y revistas que el gobierno les compraba, suscripciones, de millones de pesos, y que siempre justificaban o guardaban silencio cuando se estaban cometiendo atracos al erario público y no hablaban de cómo se empobrecía al pueblo y cómo unos cuantos se hacían inmensamente ricos?”.
Es decir, según López Obrador esas publicaciones recibían prebendas para permanecer calladas. Aunque había contratos, como los que usaron para dar los datos ese día.
Ramírez Cuevas, incapaz de dar los datos de publicidad en medios del actual gobierno, investigó e hizo públicos los recursos que durante 12 años obtuvieron Nexos y Letras Libres por publicidad y por otros servicios y productos que ofrecieron a los gobiernos anteriores.
REFLEXIÓN MUY GOLPEADORA
López Obrador y Ramírez Cuevas también se lanzaron contra el crédito por 100 millones de dólares que Nacional Financiera otorgó a El Financiero. Pero Ramírez Cuevas siempre habló de contratos y ni siquiera señaló irregularidades o ilegalidades. Justo lo que se supone que, ahora, es para Villamil lo que vale para decir que no hay chayote.
Entonces, en su Posmañanera, Villamil comentó lo que llamó “una reflexión interesante, muy fuerte y muy golpeadora (sic) del presidente López Obrador”, acerca de “esta doble cara de los medios críticos o de los intelectuales críticos. No nos hagamos tontos: lo que están defendiendo son intereses, no causas. Y los más afectados son algunos medios que están perdiendo grandes privilegios, como el caso de El Financiero”.
Afirmó que ese periódico “consigue lo que nadie, ninguna microempresa ni mediana empresa puede conseguir: un crédito de Nacional Financiera de 100 millones de dólares para pagar impuestos; es decir, estaba subsidiando el propio gobierno a esta empresa que ahora se deprecia realmente porque la credibilidad de El Financiero pues está muy baja”.
Equiparó esa cantidad con lo obtenido por la rifa del avión presidencial, y añadió: “¿Quién se beneficiaba con eso? ¿El dueño, el funcionario que la autorizó? ¿Cuánto había de moche, cuánto había de soborno? Eso sería interesante que nos lo explicara”.
Posteriormente, sobre Nexos y Letras Libres dijo: “Los grupos que se dicen intelectuales no son tales. Son grupos de interés y contratistas del gobierno. Esto es lo que explicó el día de hoy el presidente a través de su vocero también Jesús Ramírez Cuevas cuando presentan los contratos de las editoriales Nexos y Clío, que son propiedad de dos empresarios que fueron en algún momento historiadores e intelectuales renombrados, y que se volvieron contratistas, como Héctor Aguilar Camín y el señor Enrique Krauze”.
Acusó que Clío produjo documentales y otras publicaciones a precios exorbitantes, arriba de los precios de mercado, a lo que llamó “trampa”, y también habló de “contratismo irregular”.
Recordó los más de 140 millones de pesos que recibió Nexos, sobre lo que dijo: “¡Qué diera la revista Proceso, para la que yo trabajé, por recibir estas suscripciones consolidadas!”.
Mencionó que “esto no es libre mercado: es tráfico de influencias. Entonces, no se desgarren las vestiduras, señores. Lo que les molesta es que este tráfico de intereses pues ya no es lo que está sucediendo. Esta es la verdadera realidad”.
Sobre esos recursos, afirmó que “ojalá y eso se hubiera invertido también en otras instancias públicas y no en instancias privadas”, y remató para dar continuidad a sus dichos: “En fin, muchas gracias (…) Y como dijimos: adiós al chayote, sobre todo en el Día Internacional del Periodista. Gracias, buenos días”.
Eso fue hace seis meses; entonces, pese a la existencia de contratos y créditos, Villamil hablaba de “soborno”, “moche”, “trampa”, “tráfico de influencias”, “tráficos de intereses” y… “chayote”. Hoy, ante casos que muestran muchas similitudes, pero vinculados con comunicadores con quienes coincide en intereses, el funcionario dice que el chayote “no es un contrato, un crédito o un salario”.