Si algo refrendó el episodio de la llamada Carta de Madrid —firmada entre senadores panistas y el líder del partido español Vox— es que con una sola acción de algunos militantes la imagen de un partido puede sufrir una crisis. Ha pasado con los escándalos de corrupción de gobernadores priístas o el reciente desafuero de un diputado de Morena por pederastia. Pero lo llamativo en el caso del PAN es que les ha pasado tanto que no se entiende su incapacidad para defenderse.
Tanto va el cántaro…
El PAN no es lo que dice ser, sino lo que otros dicen que es. Esta frase resume lo que muchos militantes azules señalan con relación a la imagen que dicho partido tiene en amplios sectores sociales. Es a la vez que lamento, una confesión de su incapacidad para difundir lo que dicen es su partido.
Pero no se trata de algo nuevo, sino que viene desde la fundación misma de Acción Nacional.
A partir de 1939, año en que se funda el PAN, sus militantes fueron señalados como parte del movimiento cristero, en especial por la relación de uno de sus principales fundadores –que fue abogado de varios líderes del citado movimiento–, a la vez que se les relacionaba con el sinarquismo –éste sí, verdadero heredero de los Cristeros–, a la vez que se criticaba su origen como una mera oposición al cardenismo que gobernaba el país.
Asimismo, no tardó en aparecer la versión de que sus militantes simpatizaban con el nazismo, algo que se dio en amplios estratos de la sociedad mexicana de los años 30 –al igual que en otros países–, pero que en este caso se comprobaba por algunos escritos publicados en revistas de la época en los que demostraba esta simpatía por la ideología que se difundió en la Alemania que se preparaba para la Segunda Guerra Mundial.
Las revistas que difundieron tales textos, han sido recuperadas por críticos del panismo –como el caricaturista Rafael Barajas, el Fisgón– para demostrar el vínculo innegable entre el nazismo y el blanquiazul.
En la década de los 50 y buena parte de los años 60, el panismo fue identificado como un partido de corte confesional, en buena medida porque varios de sus presidentes nacionales –como José González Torres o Alfonso Ituarte Servín– provenían de la agrupación Acción Católica Mexicana, algo que provocaría una crisis interna cuando la corriente que representaban los mencionados en este párrafo se enfrentó con Adolfo Christlieb Ibarrola, también dirigente nacional a fines de los 60, por la intención de sumar al PAN a la democracia cristiana internacional.
De esos años viene la frase, atribuida a Christlieb Ibarrola y en referencia a sus adversarios internos, con la que se les calificaba como “meones de agua bendita”.
En los años 70, el PAN fue acusado de ser proempresarial y afín a los intereses de Estados Unidos, algo que se quería probar con la incorporación de miembros de organizaciones patronales que tuvieron más participación en la siguiente década, como la candidatura presidencial del expresidente de Coparmex Manuel J. Clouhtier.
Luego vendrían los triunfos electorales de la mano de las “concertacesiones”, la aprobación del Fobaproa o el Pacto por México, que también impactaron negativamente en la imagen del partido.
Lo curioso es que después de tanto golpe recibido, y a pesar de las quejas de militantes que dicen que lo que aquí expuesto no refleja lo que es el partido, lo mencionado en este espacio constituye lo que muchos piensan es el panismo, sin que ningún militante del blanquiazul –ya no digamos sus dirigentes– hagan algo por contrarrestar esto.
Será que creen que es cierto aquello de “calladito te ves más bonito”.