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viernes 08 noviembre 2024

Mirar atrás

por Juan Villoro

El futbol es una actividad extraña en la que el futuro está en el pasado. Si alguien trata de podar sus ramas, el tronco debe defenderse con sus raíces.

Durante años, el futbol mexicano sostuvo torneos largos que permitían probar jugadores de la cantera, ensayar tácticas de juego, consolidar estrategias. Eso daba estabilidad a los equipos. El campeón dominaba un año entero de juego, y en algunos casos, como los del Guadalajara o el Cruz Azul, esa hegemonía se extendía más tiempo. Los partidos se transmitían por televisión sin que una animación virtual se apoderara de la pantalla y las camisetas de los héroes no estaban infamadas por seis anuncios. Lo que aspiramos para el futbol del porvenir ya ocurrió en otro tiempo. ¿Es posible volver a ese origen promisorio?

Hoy en día, para ver un juego limpio hay que ir a una cancha de mujeres. El futbol femenil se ha convertido en una reserva de honestidad en un deporte de simuladores. En los encuentros varoniles, un tiro de esquina es un sainete en el que todos se jalan la camiseta. Con frecuencia, los jugadores prefieren buscar un faul que sortear a un defensa, y, si lo obtienen, se retuercen en la hierba como heridos de muerte. No falta talento en las canchas; lo que sobra es la farsa. Desde el punto de vista del fair play, los cracks de antaño jugaban como hoy juegan las mujeres.

En este teatro de la especulación y el simulacro muy pocos clubes son conscientes de su historia. Escribo estas líneas después de la inauguración del festival de futbol, cine y literatura organizado por el Athletic de Bilbao, equipo único por múltiples razones. La más evidente es que en sus filas sólo militan jugadores vascos. A pesar de esta restricción, los Leones de San Mamés no han conocido el infierno de la segunda división, mérito que comparten con equipos tan acaudalados como el Real Madrid y el Barcelona.

En un negocio de franquicias, el Athletic es sinónimo de identidad. Esto no sólo se expresa en los apellidos vascos inscritos en los dorsales rojiblancos, sino en la relación de los jugadores con el entorno. Cuando el legendario portero José Ángel Iribar colgó los guantes, decidió que el dinero recaudado en su partido de despedida se destinara a publicar el primer diccionario de futbol en euskera.

De manera admirable, el pasado 9 de noviembre, el festival del Athletic comenzó con la proyección de la película LFG (Let’s Fucking Go), sobre la lucha de la selección femenil de Estados Unidos por conseguir equidad salarial (tema incómodo para numerosos directivos), y la noche concluyó con un concierto de rock ofrecido por seis integrantes del primer equipo.

Alguien podría decir, con impulsivo facilismo, que un club que reflexiona y se divierte tanto olvida su principal cometido, el de ganar partidos. Nada más lejos de la realidad. Un club sin estrellas depende del grupo, mérito deportivo, pero también cultural.

Jugar por convicción es un acto rebelde en un deporte dominado por millonarios rusos y jeques árabes. Por suerte, el inestable bote del balón hace que no todo dependa del dinero. No hay mejor recurso para entrenar a un equipo que recordar lo que ha sido.

Para salir de su espantosa crisis, el Barcelona acaba de hacer un fichaje tan estratégico como sentimental: Xavi Hernández regresa al equipo como entrenador. El mediocampista que reinventó el arte de trazar diagonales representa un caso inaudito, el de un deportista que es hincha de su equipo. Su llegada al banquillo de los nervios recuerda a la de Pep Guardiola. Con él al frente, las derrotas serán más dolorosas y los triunfos más disfrutables.

Dicho esto, surge una pregunta: ¿basta la presencia de un grande para aliviar a una entidad lastrada por la especulación y las luchas intestinas? Joan Laporta, el presidente que contrató a Guardiola, repite el gesto con Xavi, pero en un momento de autoinfligida bancarrota. El destino del nuevo técnico dependerá de transmitir a los suyos lo que él aprendió de niño en ese campo.

Hace años, Koikili, jugador del Athletic, me habló de lo que significaba enfrentar a Xavi: “juega con espejo retrovisor”, dijo. Se refería a su capacidad de controlar el campo, incluso a sus espaldas. Pero la frase alude a algo más profundo: quien mira atrás, mira su origen.

Este artículo fue publicado en Reforma el 12 de noviembre de 2021. Agradecemos a Juan Villoro su autorización para publicarlo en nuestra página.

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