Es un lugar común decir que Morena ganará la Presidencia en 2024. Se dice que eso marcan las encuestas, que el Presidente sigue con una aprobación alta y ocupa todo el escenario político, mientras la oposición no existe salvo para equivocarse, ni tiene figuras que puedan cohesionarla en torno a una candidatura única.
Todo esto me parece mucho decir cuando falta tanto tiempo para las elecciones, con un gobierno de resultados tan pobres y con el antecedente de las elecciones de 2021.
En 2021 el Presidente era más fuerte, el gobierno también, la oposición parecía más desarmada que ahora y sin embargo obtuvo más votos que Morena y le arrebató la mitad de Ciudad de México (pese a las encuestas).
Hubo en aquellas elecciones un hecho clave: el nombre del presidente López Obrador no estuvo en las boletas, y no pudo reflejar en ellas su popularidad.
Tampoco podrá hacerlo en 2024, por la misma razón: no estará en las boletas. En las boletas estará una figura de Morena, cualquiera que sea, que hoy por hoy no es sólo menos popular sino casi invisible en comparación con el Presidente.
Esta es la primera cosa que el Presidente no podrá transmitir a quien elija: su popularidad de hoy, en caso de que la conserve. Tampoco podrá transmitir su experiencia ni su eficacia como candidato de oposición.
Aquí otra debilidad de Morena para 2024: su candidatura presidencial no será la candidatura de la oposición, la candidatura del cambio, sino la candidatura de la continuidad.
Esto no es fácil en ninguna elección. Lo será menos en esta porque, como van las cosas, para 2024 la continuidad a defender será la de un gobierno con pocos logros y muchos yerros, algunos de ellos catastróficos.
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