Una frase que el gobierno federal repite con insistencia es: “Se rompe récord histórico en creación de empleos”, esmerándose en disimular las desastrosas cifras del desempleo en la crisis económica que agobia a México. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) utilizó esa cantaleta en noviembre y diciembre del año pasado, también en enero y febrero, e insistió con ella esta semana, pero lo cierto es que el del empleo es uno de los temas que desnuda el voluntarismo, ineptitud, demagogia y el fracaso de la mal llamada cuarta transformación.
En la homilía mañanera del 3 de marzo se mostró una gráfica con la evolución del número de empleos registrados en el IMSS: en noviembre de 2019 eran 20.8 millones (antes de la recesión y de la pandemia). Para el corte de febrero de 2022, la cifra llegó a 20.9 millones de empleos formales, lo que fue presentado por Carlos Torres, el flamante coordinador general de Programas para el Desarrollo (jefe máximo de los “vividores de la nación”), como un suceso histórico que demostraba que “ya salimos de la crisis”. En realidad, el reciente corte muestra solo un poco más de 100 mil empleos nuevos respecto de noviembre de 2019 o, dicho de otra manera, apenas se alcanzó el nivel de empleo formal observado hace dos años.
El empleo formal otorga a los trabajadores certidumbre, seguridad social y prestaciones laborales, a diferencia del empleo informal, que la mayoría de las veces es precario y mal pagado. Dado el tamaño de su población, dinámica demográfica, cifras de desempleo y empleo informal, México requiere generar 100 mil nuevos puestos de trabajo formal cada mes. Es decir, 1.2 millones de empleos adicionales por año. De ahí se desprende que, para noviembre de 2020, el país requería 22 millones y, para febrero de 2022, el requerimiento era de 23.3 millones de empleos registrados en el IMSS. Si el último corte reporta 20.9 millones, como informaron AMLO y Torres, ello indica que el déficit es de 2.4 millones de puestos de trabajo.
Para lograr la meta de nuevos empleos es necesario que la economía crezca un 4 por ciento anual en promedio, junto con una política pública de defensa de los empleos existentes y promotora de la creación de nuevos puestos laborales, pero a la economía mexicana se le atravesó la recesión de principios de 2020 y después, empujada por la pandemia, se internó en una de las mayores crisis de su historia (decremento del 8.5 por ciento del PIB). Frente a esas contingencias, López Obrador aplicó una política ultraneoliberal: mientras la mayoría de los países llevaron a cabo políticas contracíclicas (inversión pública extraordinaria, moratoria fiscal y subsidios para defender el nivel de empleo), aquí el gobierno abandonó a las empresas para que se rascaran con sus propias uñas (salvo un escuálido plan de microcréditos orientado al clientelismo electoral), lo que produjo una quiebra masiva y la pérdida de millones de puestos de trabajo.
Bueno, aparte del neoliberalismo ultra, también la fantasía: el 25 de mayo de 2020, AMLO enlistó 27 acciones que supuestamente generarían 2 millones 93 mil 364 empleos nuevos a finales de ese año. El presidente dijo que 230 mil serían producidos por el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, y 202 mil se originarían gracias a Sembrando Vida, cuando en realidad esos no eran empleos sino becas y apoyos subsidiados. Contabilizó 800 mil créditos para vivienda del Infonavit y 170 mil créditos del Fovissste, pese a que se trataba de préstamos para adquirir vivienda, no de empleos remunerados. En sus cuentas alegres, AMLO añadió 228 mil empleos del Programa de Mejoramiento Urbano, pese a que el presupuesto se había reducido a la mitad, y 72 mil relucientes puestos de trabajo en la construcción de la refinería de Dos Bocas, cuando en ese tiempo apenas se llegó a emplear a 13 mil 500 trabajadores. También incluyó 48 mil nuevos empleos en el Banco de Bienestar, que hasta la fecha ha incumplido su plan de expansión, y hasta 2 mil 200 puestos de trabajo nuevecitos en la antigua residencia oficial de Los Pinos (¿dónde cabría este número de empleados adicionales?).
En los hechos, la política de empleo de AMLO es neoliberal en versión radical, acompañada de una palabrería que no engaña a quien está mínimamente informado. Los dos millones de nuevos empleos que anunció para 2020 y el “récord histórico” que presume dos años después, no son más que entelequias para mantener el ánimo de sus fieles y el de sus interesados aplaudidores.
Cincelada: el presidente de la Cámara de Diputados, quien denunció penalmente a los consejeros, ahora equivocó la ventanilla para impugnar uno de los acuerdos del INE. Ridículo.