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jueves 19 septiembre 2024

Jiang Zemin

por María Cristina Rosas

Puede parecer una ironía del destino. En el mismo año en que falleció Mijaíl Gorbachov (2 de marzo de 1931-30 de agosto de 2022), artífice de las reformas económicas -o perestroika- y políticas –glasnost- que contribuyeron al colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), también partió Jiang Zemin (17 de agosto de 1926-30 de noviembre de 2022), una de las grandes figuras políticas de la República Popular China (RP China) de finales del siglo XX y principios del actual. Ambos eran contemporáneos, con una diferencia de edad de apenas 5 años. 

¿Por qué la ironía? Primero un poco de historia. Hay que traer a cuenta la figura de Deng Xiaoping, otro de los grandes líderes chinos, quien, tras la muerte de Mao Zedong decidió modernizar a un país mayormente habitado por campesinos. A través de sus cuatro modernizaciones, originalmente establecidas por Zhou Enlai en 1963, Deng se propuso, a partir de 1977, fortalecer la defensa, la ciencia y la tecnología, la agricultura y la industria del gigante asiático. 12 años más tarde, los efectos de estas modernizaciones calaron en el terreno político de manera que el clamor por el castigo a la corrupción y a una democratización de parte de estudiantes y otros sectores de la sociedad, se toparon con pared, o más bien con la represión del régimen en Tiananmen a lo largo de 1989. 

Ante estas protestas, los jerarcas chinos estaban divididos, dado que el entonces líder del Partido Comunista Chino (PCCh) Zhao Ziyang simpatizaba con el movimiento, lo que propició su destitución y favoreció el ascenso de Jiang. Éste encabezada al PCCh en Shanghái y había sido efectivo en suprimir cualquier disenso en la próspera ciudad, por lo que fue elegido por Deng Xiaoping para sustituir a Zhao. En esos momentos Jiang Zemin era poco conocido y ni siquiera formaba parte del Comité Permanente del Buró Político, pero su encumbramiento fue aceptado porque, dentro de todo, no era partidario de una represión brutal sin cuartel, mientras que, por otra parte, era proclive a llevar a cabo reformas liberales en la esfera económica, como lo mostró en Shanghái.

Las lecciones aprendidas del colapso de la URSS

Antes de continuar, es importante recordar que las relaciones entre la URSS y la RP China en la guerra fría llegaron a uno de sus niveles más bajos. Fue justamente el colapso soviético lo que cambió la situación y determinó los acercamientos que actualmente han hecho de Rusia y la RP China aliados estratégicos, ello sin dejar de lado la empatía personal existente entre Vladímir Putin y Xi Jinping en el momento actual.

Cuando Gorbachov realizó la perestroika y la glasnost, el proceso fue observado y estudiado cuidadosamente en la RP China. Los sucesos de Tiananmen en 1989, dejaban entrever los riesgos de la modernización, más si la económica iba a la par de la política. Gorbachov había perdido el control político de la situación y en agosto de 1991 enfrentó un golpe de Estado que, si bien no se consumó, había herido de muerte su gestión y allanó el camino para la fragmentación de la otrora súper potencia en 15 nuevos Estados.

Siendo la RP China un conglomerado de 56 nacionalidades de las que la han es la etnia dominante, aunque no necesariamente en todo el país, lo sucedido en la URSS parecía un llamado de atención. Lo que menos querría Beijing sería un escenario de soberanismos, separatismos y conflictos con el gobierno central. En este sentido, la ironía estriba en que Gorbachov puso fin a la URSS en tanto Jiang Zemin, una vez instalado en la Secretaría General del PCCh (1989-2002) y como presidente del país (1993-2003) se encargaría de hacer reformas, sobre todo económicas, endureciendo la gestión política.

Jiang Zemin fue el creador del concepto de socialismo de mercado que ilustra perfectamente esa perestroika sin glasnost que desarrolló en la RP China. Con él, la RP China se incorporó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y las tasas de crecimiento económico fueron espectaculares: a su llegada al poder, en 1989, el producto interno bruto del país creció en un 4. 2 por ciento. Para 1993 ya había llegado al 13. 9 por ciento y cuando cedió el poder en 2002, la tasa era de 9. 1 por ciento.

Los orígenes

Jiang Zemin fue un ingeniero industrial nacido en la provincia de Jiangsu, en la orilla norteña del río Yangtsé, en 1926. En su infancia y adolescencia le correspondió presenciar tanto la revolución interna como la segunda guerra mundial. El triunfo de Mao Zedong y la fundación de la república popular en 1949, encontró a un joven Jiang Zemin integrándose al PCCh, trabajando en una fábrica de alimentos y luego en otra de jabones. 

Jiang poseía un buen conocimiento del idioma ruso, toda vez que se capacitó en materia industrial en la fábrica de automóviles Stalin en Moscú. Sus conocimientos comerciales y técnicos le permitieron vivir la Revolución Cultural sin grandes problemas, en una época donde parecía un buen gestor de cuestiones mayormente económicas, pero aparentemente sin ambiciones políticas. De ahí que se desempeñara en su especialidad en Shanghái, Wuhan e incluso en Rumania. Su vinculación con Deng Xiaoping ocurrió tras la muerte de Mao, cuando se inició una transición en la que Jiang aportó sus saberes comerciales, técnicos e industriales a una ala de la dirigencia ávida de modernizar al país.

Como credenciales, Jiang Zemin tenía en su hoja de vida la creación de la zona económica especial de Shenzhen, que fue una suerte de laboratorio de las reformas económicas anunciadas por Deng Xiaoping. Shenzhen que despuntó frente a Hong Kong, allanó el camino para el ascenso de Jiang, ahora a cargo de la alcaldía y de la sede del PCCh en Shanghái. Políglota, además del ruso hablaba inglés y rumano y también podía leer documentos en francés y japonés. Ello lo diferenciaba de la cúpula política de la época y también le permitía obviar los servicios de intérpretes para comunicarse con contrapartes de otras naciones.

En 1986, cuando él tenía importantes responsabilidades políticas y del partido en Shanghái, se produjeron protestas estudiantiles que no reprimió y que, en cambio, contrarrestó con campañas informativas. Si bien eso habría sido suficiente para despedirlo, fue Hu Yaobang, el titular del PCCh en Shanghái el sacrificado. Otro tanto sucedería de cara a las crisis de Tianamen, las que perfilaron a Jiang, quien, a partir de entonces, fue consolidando su influencia a la par de la vejez y declive de su protector Deng Xiaoping.

La posguerra fría y el despunte económico

El primer presidente de la Rusia post soviética, Boris Yeltsin, realizó varias visitas a la RP China de Jiang Zemin. Para replicar el gesto, éste realizó una visita a Moscú en 1991, siendo el primer funcionario chino de alto nivel desde Mao en 1957, en viajar al país eslavo poniendo fin así a la célebre ruptura que se produjo entre ambos países y que se mantuvo gran parte de la guerra fría.

Jiang buscó también acercamientos con Europa y Estados Unidos. Sus encuentros con los principales líderes occidentales son recordados: lo mismo se reunió con el entonces canciller germano Gerard Schröeder, que con el mandatario mexicano Vicente Fox; con los presidentes de EEUU William Clinton y George W. Bush; con la reina Isabel II y Anthony Blair de la Gran Bretaña; con el mandatario francés Jacques Chirac; etcétera. 

Jiang también incorporó a la RP China a organismos como el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en 1991; el Grupo de los 20 (G20) en 1999; a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001; la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS) en 2001; etcétera.

De especial interés es la suscripción, en 2001, por parte de Jiang Zemin y su homólogo ruso Vladímir Putin, del Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa, signado el 16 de junio, y que repudia la pretensión hegemónica estadunidense de erigirse en el “policía” o “guardián” del mundo, en tanto Beijing y Moscú plantean mecanismos de cooperación en materia energética, ambiental, militar, y otras más. Para muchos, este tratado es, de facto una suerte de alianza estratégica entre ambos países, considerando la proveeduría de armas que Rusia ha facilitado a la RP China desde que Occidente aplicó sanciones a Beijing por los sucesos de Tiananmen y dejó de venderle sistemas de armamento. 

Con todos estos entendimientos, la RP China de Jiang Zemin fue concretando un posicionamiento en las relaciones internacionales, tanto económico, como político, militar y estratégico. Cuando Jiang llegó a la cúpula del poder en 1989, sólo el 26 por ciento de la población china vivía en zonas urbanas, en tanto que, cuando cedió la estafeta a su sucesor Hu Jintao como Secretario General del PCCh en 2002 y presidente del país en 2003, la población urbana ya era del 40 por ciento. 

El legado de Jiang Zemin

Sería muy difícil comprender la evolución de la RP China y su conversión en una súper potencia económica y fábrica mundial en el siglo XXI sin analizar la gestión de Jiang Zemin. Con sus “tres representaciones” transformó al partido de un impulsor de la revolución -la cual, parece que hace tiempo que concluyó- por uno que se legitime ante la gente. Las “tres representaciones” buscan lograr el avance de las fuerzas productivas, de la cultura y de los intereses de la mayoría del pueblo chino y fueron inscritas en la constitución del PCCh en 2004. Es claro que el partido dejó la retórica de ser un instituto político de los trabajadores -urbanos y/o campesinos- pero trata de rehacer los vínculos con una sociedad dinámica, cambiante, más educada, desarrollada y demandante. 

Se cuenta que en 1980 Jiang Zemin hizo una visita a México, cuando parecía lejana la meteórica carrera política que tendría. Era en aquella época un funcionario poco visible, a cargo de tareas industriales, como se explicaba previamente, y que encabezaba a una delegación de nueve personas, muchas de ellas adscritas al ministerio chino de economía, funcionarios del sur del país y especialistas en comercio. La visita tuvo por objetivo conocer más sobre el programa de maquiladoras que México mantenía en la frontera con Estados Unidos y que, se dice, inspiraría a Jiang a crear zonas económicas especiales, comenzando por la de Shenzhen y siguiendo con Zhuhai, Xiamen, etcétera. 

Como se recordará, el llamado “programa de industrialización fronteriza” o programa maquilador vio la luz en 1965, al término del programa bracero ante el temor de que las migraciones de mexicanos rumbo al vecino país del norte se incrementaran dramáticamente Con el “programa de industrialización fronteriza”, los mexicanos que pretendiesen cruzar la frontera, podrían obtener un trabajo en México, reduciendo así las presiones migratorias y fomentando el desarrollo del norte del país.

A Jiang Zemin le pareció fascinante la experiencia mexicana: empresas extranjeras, asentadas en la frontera, podrían producir bienes y servicios con una mano de obra mexicana barata, lo que les daría enormes beneficios, además de ser puerta de entrada al gigantesco mercado de EEUU. A México y Estados Unidos, las maquilas también les permitiría paliar el diferencial de desarrollo imperante entre ambas naciones. Y fue así que Jiang decidió aplicar un programa parecido en el sur de la RP China, mediante zonas económicas especiales que daban notables insumos a la inversión extranjera más el plus de una mano de obra barata. ¡Qué cosas!

Jiang Zemin murió el pasado 30 de noviembre. Para ese momento, su país, otrora habitado mayormente por campesinos ya había avanzado a la urbanización. Hoy dos de cada tres personas se asientan en las ciudades. Con la urbanización ciertamente se han producido nuevos retos. Sin embargo, Jiang reconfiguró la economía china y las relaciones internacionales y comerciales del país. Impulsó el progreso y el nacimiento de las clases medias; construyó una interdependencia creciente con el mundo y pasó la estafeta a Hu Jintao, quien, a lo largo de una década basó su liderazgo en la construcción de consensos y en decisiones colectivas, a la inversa de lo que se ha visto con su sucesor Xi Jinping, más personalista y, aparentemente, más en la línea de emular a Mao Zedong en la centralización del poder, padeciendo ahora tasas de crecimiento bastante más modestas que las vistas en las eras de Jiang y Hu en medio de una grave crisis ambiental.

No se puede dejar de mirar el momento de la partida de Jiang Zemin, que coincide con fuertes protestas por la política de “cero COVID” aplicada por las autoridades chinas y que, visiblemente, tras casi tres años de restricciones a la movilidad y sin una total normalización de las actividades -no obstante que la tasa de vacunación del gigante asiático es del 91 por ciento de la población con esquema completo, con otro 58 por ciento con dosis adicional- ha generado un profundo malestar social. A ello se suman los soberanismos y separatismos, entre los que la problemática en la provincia de Xinjiang donde se han registrado atentados terroristas, da cuenta de las dificultades para que la perestroika sin glasnost se sostenga. También Tiananmen ha sido otra vez blanco de atención cuando en 2013, un grupo denominado partido islámico del Turquestán asumió la responsabilidad de un ataque terrorista perpetrado con una camioneta cargada con explosivos en la que murieron sus tripulantes y dos turistas.     

La RP China de Jiang Zemin fue cualitativa y cuantitativamente distinta de aquella que existía antes de su gestión. La de hoy, también es diferente. Jiang puso los cimientos de una súper potencia. Hoy el mundo presencia reacomodos en los que el gigante asiático reclama cada vez más espacios políticos, económicos, estratégicos y tecnológicos, pero donde la glasnost no termina de producirse.

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