Con gran sorpresa y pesar me he enterado ayer de la muerte de mi querido amigo José Luis Vázquez Baeza, director general de la institución de periodismo más emblemática del país, la Escuela de Periodismo “Carlos Septién García”.
A José Luis tuve la suerte de conocerlo en el 2001, ya hace 15 años, en la oficina del Rector General de la Universidad de Guadalajara, José Trinidad López Padilla. Era una reunión generada por Gabriel Torres, un alto directivo de la UdeG en esa oportunidad y lo sigue siendo ahora para ayudarles a crear un sólido código de ética.
A partir de ese momento se generó una empatía mutua entre José Luis y yo. Y esos primeros intercambios profesionales se convirtieron en la vía para forjar una sólida relación de amistad tiempo después.
Me entristece y me molesta que sean los buenos los que primero tengan que partir. También la muerte de mi maestro y gran amigo Jorge Carpizo, me tomó por sorpresa porque iba sólo a someterse a una intervención de rutina, programada en días de asueto en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Me encargó varios asuntos que nunca pudo saber qué pasó.
Ahora con José Luis Vázquez Baeza, el amigo, el cómplice en el buen sentido de la expresión, quien siempre estuvo al pendiente de que la Escuela de Periodismo mantuviera su prestigio original, su fallecimiento inoportuno y anticipado a una corta edad (58 años) me ha dejado estupefacto. Sin palabras, triste. Nunca entenderé por qué en muchas ocasiones los buenos deben dejar la materia.
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