Gil jugaba a la gallinita ciega: ¿un año, dos años? Tres años del gobierno de Enrique Peña Nieto. Un soplo de la memoria: el Pacto por México, las Reformas, el Mexican Moment que, al parecer, no todos entendieron: un momento, porción de tiempo muy breve en relación con otra (RAE). También es cierto que aparecía al fondo una oportunidad, una ocasión propicia. Total: una porción pequeña que duró un suspiro.
Solo jugando a la gallinita ciega podría suponerse que la expectativa del éxito duró más allá del reportaje de la Casa Blanca y la casa de Malinalco, piezas centrales del Grupo Higa; más allá de la Noche de Iguala; más allá de la rebelión consentida de los maestros-asaltantes de la CNTE; más allá de los precios jibarizados del petróleo; más allá de los ajustes al presupuesto; más allá de la fuga del Chapo Guzmán y al infinito y más allá: del nombramiento del subsecretario Arturo Escobar. ¿Cómo la ven? Dicho sea esto sin asomo de albur.
Panorama
Gamés otea desde un altozano el panorama del porvenir y alcanza a vislumbrar a los dos hombres fuertes del presidente perdidos en la nada del desprestigio y la debilidad (un toque de poetry): Osorio Chong y Videgaray. Los jóvenes aún no despegan: Meade y Nuño, aguacates verdes. Y la única chucha cuerera nada tiene que ver con el Presidente: Manlio Fabio Beltrones. No se lo tomen a mal a Gilga, pero la dupla Beltrones-Gamboa tampoco está como para hacer la fiesta de las ilusiones.
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