El 8 de abril salió una pequeña nota en Reforma: “¡Dan follow a Astudillo rusos y nipones!” (sic). El artículo contaba que la mayoría de los seguidores de la cuenta de Twitter del candidato a gobernador del PRI en Guerrero, Héctor Astudillo, viene de Rusia o Japón. Sin decirlo, la nota acusaba al gobernador de inflar su número de seguidores en redes sociales a través de bots, práctica que se ha vuelto el común denominador en las campañas políticas.
Los bots en Twitter son esencialmente programas de computadora que generan mensajes (tuits) de forma automática. Mientras que la mayoría de la gente usa Twitter a través del sitio twitter.com, los bots se conectan a la red central de Twitter directamente. La diferencia es que, mientras uno ve Twitter en la pantalla, los botslo ven en código. Esto permite que el programa, o sea el bot, detecte rápidamente contenido que generan los usuarios y escriba cosas con base en la misma información filtrada. El bot busca en el código lo que se está diciendo acerca de un candidato y puede publicar lo favorable o contestar a lo crítico.
En materia política mucho se ha escrito sobre la amenaza que estos bots representan. Se ha dicho que estos programas son los acarreados del siglo XXI, que demuestran la proclividad de nuestros candidatos a usar los medios de comunicación de cualquier forma para comprar fama y popularidad, y, lo que es peor, que sirven para callar a la crítica. Concuerdo con todo esto. Pero creo que no solo es un tema de la compra de poder, sino un tema de ociosidad y desperdicio de nuestros recursos.
Sin influencia electoral
Es cierto que cada vez hay más votantes potenciales en las redes sociales que pueden ser influenciados de alguna u otra manera. Por un lado, los bots hacen que un candidato parezca más popular de lo que es en realidad. Hay estudios que sugieren que mientras más popular parece un candidato, más se inclina la gente que está indecisa a votar por él o ella. Si veo que Héctor Astudillo tiene 5 mil 825 seguidores y Luis Walton 23 mil 400 (ambos son candidatos a gobernador de Guerrero), y no sé por quién votar, es probable que opte por Walton bajo la lógica de: “si tantos lo siguen debe ser por algo.” Por otro lado, los bots pueden servir para convertir un mensaje de campaña o propaganda política en un tema de conversación en Twitter, impulsando la plataforma electoral del candidato.
Sin embargo, si vemos los números de la penetración de Twitter en el país, el número de votos que puede conseguir un candidato mediante la estrategia de bots, son pocos. De acuerdo a cifras del Instituto Nacional Electoral (INE), el padrón electoral es de 87 millones 245 mil 183 individuos. Mientras tanto, se estima que en el país hay entre 8 y 11 millones de usuarios de Twitter. Tomando en cuenta el mayor de estos números, apenas el 12.6% del padrón nacional utiliza Twitter. Y esta figura sobreestima los votantes potenciales, dado que no todos los usuarios tienen la mayoría de edad.
Por otro lado, México tiene un bajo porcentaje de hogares con acceso a Internet. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) el promedio nacional es de 42%. En los Estados que tendrán elecciones para gobernador va desde 29% (Guerrero), hasta 56% (Nuevo León). Esto nos habla de que en el mejor de los casos, solo la mitad de los potenciales electores tiene la posibilidad de informarse y ser influenciado por la información sobre las campañas políticas que se difunde en las redes sociales, desde su casa.
En realidad muy pocos ojos verán las actividades de los bots en Twitter. Es por eso que la popularidad en la red social, ficticia o no, definitivamente no será determinante y es poco probable que consiga muchos votos.
Todo tiene su precio
No es necesariamente el caso que todas las estrategias de campaña son determinantes. Cada una (comerciales en televisión, radio, posters, mítines, etcétera) tiene su audiencia, y aunque se ganen pocos votos gracias a la actividad de bots, éstos pueden valer la pena. Al fin y al cabo, la cuenta en Twitter es gratis y los bots cuestan poco. Pero, ¿en verdad son tan baratos?
Según información de Reforma, se puede conseguir mil seguidores en Twitter por 375 pesos y hasta 10 mil por $900. Para un candidato como Astudillo, comprar digamos 2 mil 500 bots costaría sólo $675 pesos. Lo cual en el contexto de la elección no es nada. Sin embargo, estos bots tampoco sirven de mucho porque son los menos sofisticados. Posiblemente, te harán parecer más popular, pero no servirán para promoverte activamente, ni convertirte en tendencia en la red.
Recordemos que los bots son programas de computadora, lo que significa que hay desde los muy básicos hasta los muy complejos. Por ejemplo, hay un bot (@ Pentametron) que busca tuits en pentámetro yámbico y los retuitea. Esto es bastante complejo y costoso. Quizá un político no necesita miles de estos, pero sí va a necesitar algo más complejo que solo cuentas falsas si quiere que los bots tengan un rol activo. O sea, con 675 pesos no comprará la fama. Esta cuesta más.
Twitter cobra 200 mil dólares por garantizar que promuevan tu hashtag por un día. Un artículo del Wall Street Journal de 2013 cuenta de una “fábrica de bots” que cobraba “poco menos” de esto para que seas una tendencia (trending topic) durante un día. No sé si habrá políticos que gasten estas sumas, pero sí es seguro que muchos pagan más que solo las cuentas falsas. Agencias de publicidad electoral cotizan diferentes “paquetes” de actividades en redes sociales que de acuerdo a información recabada varían mucho en precio, desde 5 mil hasta 100 mil pesos, los que yo encontré. Los paquetes no solo incluyen las actividades de bots, es una estrategia de medios general, así que es difícil calcular exactamente cuánto paga un candidato promedio por sus bots. Lo que es claro es que si los candidatos quieren usar Twitter como un arma electoral verdadera, tendrán que pagar más que los seguidores solamente.
Sin embargo, es cierto que en el contexto de una elección que en total costará 21 mil millones de pesos, hasta con bots caros lo que se pueda gastar en Twitter es poco. Si hoy por hoy todos los 43 mil 416 candidatos compraran 10 mil bots (lo cual es imposible porque muchos ni tienen cuenta de Twitter) nos saldría en poco más de 29 millones de pesos. O sea, el 0.14% del presupuesto electoral. Aún si todos compraran paquetes de manejo de Twitter de 10 mil pesos, eso solo representaría 2% del presupuesto electoral. Así que es poco probable que los costos signifiquen un gasto fuerte en nuestras elecciones.
Aunque proporcionalmente es un gasto pequeño, en términos reales es mucho dinero. Son al menos 25 millones de pesos del erario que podrían cubrir dos años del presupuesto de CONACULTA, un año del Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones, o de la Comisión Nacional Forestal, por ejemplo. En vez de eso se van a algo que, como vimos, no sirve ni para ganar elecciones, y que solo se usa para inflar el ego de los candidatos y mostrarnos la pobreza de sus ideas. Dice mucho de tu plataforma si la única promoción que se encuentra es a través de cuentas falsas.
¿Qué hacemos?
Amén de que el gasto es innecesario y reprobable, es importante que el INE, u otra autoridad, no prohíban la práctica. Si la historia sirve de lección, prohibir un bien deseable no es la mejor forma de eliminarlo. Obstaculizar o sancionar el uso de cuentas falsas solo hará que estas sean más costosas porque tendrán que parecer reales. Mientras el consenso sea que Twitter, y la fama en esa red importan, los candidatos seguirán comprando bots. La prohibición haría que los candidatos gastaran más recursos públicos para disponer de estos programas y no ser detectados.
En realidad, lo que debemos hacer los usuarios de Twitter es ridiculizar a los candidatos que usen bots. Debemos de crear consciencia de su existencia y estigmatizar su uso. La creación de normas sociales (como el estigma) es muy difícil ya que toma tiempo y no hay una ruta de acción clara. Sin embargo, ya hay esfuerzos desde la sociedad civil para identificar bots y denunciar a candidatos que los usen. Hay que apoyar estos. De otro modo los bots se reproducirán. Y aunque no decidan elecciones, aguantarlos sería permitir otro gasto ocioso de nuestro costoso y patético circo electoral.