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Hace tres años, Los Ardillos “levantaron” a cinco personas que almorzaban en una comunidad de Chilapa, en Guerrero. Se los llevaron a Quechultenango, municipio en el que este grupo criminal ha fincado su bastión.

Los cinco “levantados” eran familiares. Había dos arquitectos, un empresario de la construcción y dos comerciantes. Estaban trabajando en el programa Escuelas de Calidad, del gobierno federal, y tenían consigo aparatos topográficos y cerca de 80 mil pesos. Aparecieron torturados, quemados y decapitados en un crucero.

Un hermano de las víctimas, el profesor José Díaz Navarro entabló la denuncia correspondiente. Al hacerlo, descubrió que no era único su dolor. Más de 130 personas habían sido asesinadas brutalmente por Los Ardillos. Los familiares vagaban por los oscuros laberintos judiciales en busca de justicia. No la hallaron. Solo encontraron impunidad. Al lado de esas personas el profesor Díaz Navarro formó el colectivo Siempre Vivos, del que es vocero.

Las 130 muertes de entonces ahora le parecen al maestro un juego de niños. Entre el 1 de enero y el 30 de noviembre de este año, ha habido 245 ejecuciones relacionadas con el grupo criminal de Quechultenango y sus jefes sanguinarios, Antonio y Celso Ortega Jiménez (hermanos del perredista Bernardo Ortega Jiménez).

Los familiares de estos 245 difuntos tuvieron que ir a recogerlos en pedazos. Porque el método de Los Ardillos es el desmembramiento, y luego la incineración.

Celso y Antonio han dejado la peor estela de sangre que se recuerde en Guerrero. No solo han destrozado la vida de sus rivales: han secuestrado, extorsionado, desaparecido a ciudadanos de los que pueden extraer dinero. Han violado y asesinado jóvenes. Han matado la vida de comunidades donde las calles quedan solitarias después de las 5 de la tarde, donde el transporte público deja de circular a partir de esa hora, y en donde cientos de escuelas han debido cerrar de modo indefinido.

Cientos de familias de aquella zona de Guerrero tienen con Los Ardillos, y sus rivales, Los Rojos, un agravio pendiente.

Hasta ese sitio fue Andrés Manuel López Obrador, el nada embozado candidato de Morena, a anunciar que está “analizando”, “en caso de ganar la presidencia en 2018”, ofrecer una amnistía a los líderes de los grupos criminales para “garantizar la paz y la tranquilidad”.

López Obrador dijo que en caso de contar “con el apoyo de las víctimas” convocará “a un diálogo para que se otorgue amnistía”. Dijo que “no descartamos el perdón” y que “se debe perdonar si está de por medio la paz y la tranquilidad del pueblo”.

Más información: http://eluni.mx/2Apxrpv

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