López Obrador salió del debate como entró. Favorito en las preferencias electorales medidas por diestros y siniestros. Al candidato de Morena se le vio como siempre lento de reflejos, disperso en la escena, reciclando frases y gracejadas tropicales.
Los suyos le adoran. Salió como entró. Nada lo impactó por debajo de su línea de flotación. Tiene teflón.
El ganador del debate fue Ricardo Anaya, dicen. Sin embargo, ¿qué tuvo de novedoso o notable? Nada. La elocuencia, menos retórica, contundencia y cintura para atacar o responder, es exactamente lo que se esperaba de Anaya, no más, tampoco menos. Conectó en más de una ocasión a AMLO, ¿noquearlo? Ni por asomo.
La fallida expectativa de muchos sobre el desempeño de José Antonio Meade la noche del domingo hay que atribuirla a su rigidez tecnocrática, el candidato más capaz es el menos elocuente; el más preparado es también el más frío, no emociona, y eso no se le atribuye ni al panista ni al moreno.
Margarita Zavala fue decepción, su carisma la olvidó en casa; sus tablas en el auto, sobreactuada, tensa, el ensayo fue mucho, titubeante, mentalmente atorada en el yerro anterior, hiló mal y dejo pasar una oportunidad de oro.
Jaime Rodríguez, El Bronco-manos-de-tijera, cumplió el presagio, fue el fantoche que encara, reta y escandaliza con puntadas bárbaras (literalmente), mochar las manos de los servidores que roban, lo que gastaría el Sistema Nacional de Salud en prótesis. Campeón de los memes, el chistoso de la noche fue el colado.
El formato y la conducción del debate merecen mención aparte, el INE hizo posible un salto cuántico en beneficio de quienes valoran estos ejercicios democráticos, que son episodios de una trama en curso, pero no significan el principio de la contienda ni determinan el final del proceso electoral.
Hablar de ganadores y perdedores es percepción, no medición. Las encuestas telefónicas, grupos focales, sondeos en Twitter y estudios demoscópicos con segmentos nicho sólo dan municiones para la batalla por el posdebate. Los careos dicen, moldean tendencias, no las determinan. Nadie que pensaba votar por AMLO cambió de parecer, nadie que piense votar por cualquiera, menos por él, modificó su creencia. Salió ileso.
Difusión mayúscula por canales de televisión abierta, públicos y privados, sistemas de pago, radio, portales de Internet, YouTube, Facebook y Twitter trasmitieron convergencia tecnológica que lo hizo posible, quien quiso ver el debate, pudo. Democracia y apertura mediática, binomio virtuoso que no tolera mitos sobre cercos informativos o censuras ideológicas.
Rumores intencionados vuelan: Peña debe pedirle a Meade que decline. Gobierno y empresarios blindan reformas estructurales dentro de tratados comerciales. Poderosas y anónimas voces exigen revivir pacto PRIAN. Lo que resta es NO votar por ningún candidato de Morena al Congreso, impedir que López Obrador tenga, sin contrapesos, al país entero en sus manos. Ileso salió y sus probabilidades aumentan.
Este artículo fue publicado en La Razón el 24 de abril de 2018, agradecemos a Carlos Urdiales su autorización para publicarlo en nuestra página.