febrero 23, 2025

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Suponga que usted está conduciendo un tranvía. Da una curva y ve delante a cinco obreros que están trabajando en la vía. Usted aprieta el freno, pero el tranvía no se detiene. Entonces ve un desvío: usted puede encaminar el tranvía en esa dirección y salvar a los cinco hombres. Pero, desgraciadamente, en esa otra sección hay un obrero. Si usted mete al tranvía allí, matará a esa persona, pero salvará a las otras cinco.

Ahora suponga que usted es un cirujano de trasplantes. Hay cinco enfermos que morirán si no reciben órganos hoy. Dos precisan un pulmón cada uno; otros dos, sendos riñones; el quinto, un corazón. Entonces llega a la clínica, para un chequeo rutinario, un hombre joven y sano, cuyo tipo sanguíneo coincide con el de los cinco enfermos. Es un donante ideal. Lo único que tiene que hacer es matarlo y distribuir sus órganos entre los que lo necesitan.

¿Qué haría usted?

Estos dilemas fueron popularizados en un artículo publicado en 1985 por Judith Jarvis Johnson en la revista The Yale Law Journal, de la Facultad de Derecho de Yale, aunque en realidad fueron formulados por primera vez en 1905. Pero la respuesta no ha variado, casi de forma unánime, todos vemos ético matar a la persona en la vía del tren, pero no a la del hospital. Es una reacción casi automática, pese a que en términos puramente cuantitativos se trata de lo mismo: acabar con una vida para salvar cinco.

La razón es que en el primer caso no hay contacto físico; en el segundo, sí. El tranvía -una máquina- acabará con la vida de un ser humano al que no conocemos, y eso es diferente a matar con nuestras propias manos.

Así que la frase «una muerte es una tragedia, un millón de muertes, una estadística», atribuida (erróneamente) a Stalin, es cierta. La idea de matar nos repugna (a la mayoría de las personas). Pero más aún la idea de matar personalmente.

Ahora bien, ¿cómo se puede programar a una máquina para que ésta tome decisiones similares?

No es una pregunta teórica. La Inteligencia Artificial (IA) y sus versiones previas, los algoritmos de los programas de ordenador, ya están tomando decisiones que afectan a nuestra vida. Un programa informático ya decide si usted recibirá un crédito o no. También puede decidir si usted va a ser desahuciado o no: el viernes de la semana pasada, Wells Fargo, el tercer mayor banco de EEUU admitió que, por un error informático, 600 clientes habían visto denegada la renegociación de su hipoteca. A consecuencia de ello, 400 de ellos fueron desahuciados de sus casas.

Más información: http://bit.ly/2PODecP

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