1er. TIEMPO: ¡Derriben las puertas de la casa del dictador! En su guía para turistas, Lonely Planet dice que sobre una calle tranquila llena de árboles en uno de los distritos más ricos de Bucarest, una discreta villa esconde una historia única que tardó mucho tiempo en conocerse. Se trata del Palatul Primaverii, que en su traducción del rumano significa Palacio de la Primavera, cuyas puertas se abrieron al público en marzo de 2016. Ahí vivieron el dictador Nicolae Ceaușescu y su esposa Elena durante un cuarto de siglo, hasta la desintegración del mundo comunista emprendida por Mijail Gorbachov en la Unión Soviética, en 1989. La guía recuerda que algunos de los mitos sobre esa residencia, como que todos sus baños eran de oro y eran falsos. En realidad, eran de metal barato chapado en oro. Aun así, como acota Lonely Planet, era enorme la opulencia de la villa con la vida de los rumanos ordinarios en aquellos años. La visita cuesta cuatro dólares hoy en día, y se pueden apreciar los hermosos mosaicos y candelabros que Ceaușescu y su esposa escogían personalmente. El gobierno rumano lo puso en venta en 2014, pero no hubo quien lo comprara, y sigue siendo un polo de atracción turística para los rumanos que proyectan en ella sus odios contra aquél régimen.
Guardadas las proporciones, algo similar sucedió el fin de semana pasado, al abrirse al público las puertas de Los Pinos, la residencia oficial donde vivieron todos los presidentes mexicanos, desde Lázaro Cárdenas, salvo Adolfo López Mateos, quien siguió viviendo en su casa de San Jerónimo. Más de 60 mil personas lo recorrieron, y se tomaron fotos en sus amplios comedores, las recámaras, las escalinatas palaciegas y los candelabros de la casa “Miguel Alemán”, donde vivió Enrique Peña Nieto. Los comentarios fueron como los que hicieron los rumanos del dictador, sobre los excesos y dispendio frente a un pueblo pobre. El rencor a flor de piel, estimulado por la invitación al morbo.
En diciembre de 1989, los libertadores de la opresión rumana capturaron a Ceaușescu y a su esposa cuando intentaban huir, y los acusaron de destrucción de la economía, del patrimonio nacional, de desfalco y, sobre todo, de genocidio, delito por el cual los ejecutaron en forma sumaria y sus cuerpos fueron colgados de cabeza para que todos los vieran. Tiempo después se supo que las acusaciones, en particular la de genocidio, había sido un montaje para los medios y para manipular a la opinión pública. No nos olvidemos. Los excesos pueden costar históricamente mucho.
2o. TIEMPO: Los odios contra Loret. A las 10 y media de la mañana del lunes pasado, Carlos Loret escribió un mensaje en su cuenta de Twitter: “Esta es la última semana de nuestro programa de radio #SinAnestesia”. Las reacciones en las plataforma sociales fueron mayoritariamente negativas, insultantes, hirientes y, sobre todo, mentirosas. Son los tiempos que vivimos. Los ratings de Loret en Radio Centro estaban bien y creciendo, en un grupo donde nunca debió de haber aceptado ir a trabajar, capitaneado por Francisco Aguirre, a quien dos pinceladas lo pintan de cuerpo entero. La primera al abrirle un espacio a Carmen Aristegui, a quien el presidente Andrés Manuel López Obrador ha apoyado reiteradamente en discursos políticos; y la segunda, el sábado pasado cuando apresuraba el paso detrás del recién ungido mandatario a la salida de San Lázaro, en busca patética de un saludo. Oportunista de siempre, lo mismo hizo con presidentes del PRI y del PAN. Las redes sociales, donde nadie tiene porqué rendir cuentas y puede vociferar lo que desea, acusó su salida a una gestión del gobierno entrante, simplificando la realidad de las cosas y cargándole, por parte de los propios simpatizantes de López Obrador, la causa de la salida de Loret de la radio hablada.
El antecedente a estas posturas se encuentra en los desencuentros que han tenido públicamente los dos, que se han resuelto como se solucionan los asuntos políticos, sin conflictos de fondo y entendiendo el papel que juegan cada uno en la arena pública. Pero esos niveles de civilidad no siempre permean hacia abajo, como fue este caso. Uno, el dueño de la empresa, cortando por lo sano a un conductor importante e influyente porque su relación con el presidente no es la mejor de todas, aunque en 2006 entró en conflicto con otro conductor afamado e influyente, José Gutiérrez Vivó, por abrirle los micrófonos de la radio a un opositor incómodo en aquél momento, Andrés Manuel López Obrador. Los otros, las legiones de simpatizantes del presidente que no razonan en grises, sino en blancos y negros. Quien critica al Presidente, es enemigo de todos. Quien lo apoya, recibe incienso. El pasado no importa; los precedentes tampoco. Son señales en una época donde la historia no cuenta, sino los ajustes de cuentas.
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