“Roma” es una cinta extraordinaria, lo he dicho en múltiples ocasiones, y confirmo mi parecer al leer (y siempre aprender) a muy respetables aficionados al cine y los expertos de distintos países que han diseccionado planos visuales, lenguaje simbólico, producción escénica y de arte, así como otros múltiples recursos cinematográficos que emplea Alfonso Cuarón. Sobre esa base me pregunto (y pregunto, al mismo tiempo, con el afán de suscitar un diálogo entre nosotros):
¿Yalitza Aparicio merece la nominación al Oscar como mejor actriz?
Opino que no, si tomamos como sustento lo único que debería de tomarse: las cualidades de ella en la actuación y, junto con ello, el trabajo de las actrices con quienes compite. Aparicio es una gran elección de casting, eso sí, porque se trató de representar a una sirvienta de los setenta que, como miles de ellas, tienen su origen en regiones pobres e indígenas que sólo o hablan su idioma, pero no español o lo hablan muy poco. Yalitza Aparicio tiene ascendencia mixteca y triqui, tiene 25 años y nació en Tlaxiaco, Oaxaca, no hablaba mixteco antes de participar “Roma”; sin duda es el prototipo de la muchacha que trabaja en los hogares y, por lo regular, sin derechos laborales (ahora existe una población de 2 millones 400 mil personas en esa condición, según datos del INEGI).
Las trabajadoras domésticas, como ahora les decimos, son un tema lacerante de la sociedad y ello genera un cruce de planos, entre el año 1971 y la actualidad, que registra hechos que parecen detenidos en el tiempo, vale decir, al retratar a la sirvienta no había necesidad de usar la pantalla azul (empleada en las calles para evitar cualquier rastro contemporáneo) sino que con el rostro mismo de la actriz queda nítido el retrato, en blanco y negro, y sus matices. Por ello, en el guión de “Roma”, “Cleo” es el epicentro de la historia, es decir, Yalitza, lo que no significa, al menos no automáticamente, que sea una extraordinaria actriz.
Dejo de lado como argumento la falta de preparación de Yalitza Aparicio, más aún cuando en la historia del cine hay muchos ejemplos de grandes carreras que no tuvieron ese soporte profesional (Johnny Depp o Meg Ryan, por citar sólo dos); también dejo de lado por supuesto el asunto de si ella es fea o no, el tema nada más atrae almas pelafustanes o es baladí salvo cuando otras almas, las de la buena conciencia la encumbran como arquetipo de belleza, y me concentro en lo que creo que uno se debe concentrar: sus cualidades histriónicas: Para mí el papel de Yalitza tienen la seducción del realismo, ella misma sin más esfuerzo por sus características físicas y su forma de hablar el español encarna a “Cleo” con ese encanto de niña ilusionada frente a una pantalla de televisión o resignada a estar lo más cerca del cielo solo al subir a una escalera que la traslada a su habitación para escuchar y ver que hay otras personas que sí están ahí, al menos, sentadas en un avión. En suma, la asignación del papel es extraordinario pero en eso no debiera reducirse todo.
Yo no le daría el premio de mejor efecto de sonido al afilador por la chirimía que sale del roce entre la piedra y el cuchillo, en todo caso se lo reconocería a responsable de los efectos de sonido para que éste se escuchara en el cine. No reconozco grandes cualidades histriónicas a quien es como es frente a la cámara, quizá le reconocería frescura, tranquilidad o soltura para ser auténtica. ¿Basta con eso? Para mí no: si Brad Pitt –otro sin estudios de actuación– sale de guapo en alguna cinta no le veo más méritos que su genética y sus virtudes físicas, ah pero qué tal en “El Club de la Pelea” o “El extraño caso de Benjamin Button”.
Dije antes que también había que valorar el trabajo de las otras mujeres nominadas al Oscar, y cito nada más dos: Glenn Close (“La buena esposa”) y Lady Gaga (“Nace una estrella”) que tienen una actuación soberbia, en verdad, muy superior a la de Yalitza Aparicio (por mucho y que se me diga que Gaga también actúa de cantante, como lo es en su vida real, porque en su papel incluso tiene la gran virtud de que no la veamos a ella como una estrella del pop sino como alguien que tiene el sueño de serlo).
Alfonso Cuarón proclamó orgulloso que es la primera mujer indígena en ser nominada; no sé si compartir su orgullo primero porque me parece racismo al revés identificar a alguien por su origen, segundo, porque no estoy seguro de que la nominación no se explique sin el enorme torbellino de lo políticamente correcto y, tercero, (claro, estoy especulando) porque se trata de un desafío más de Hollywood contra Donald Trump.
Sea como sea, en la opinión de este aficionado al cine, Yalitza Aparicio no merece el premio.