Farsantes periodistas y expertos en el análisis de medios

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Este artículo se publicó originalmente el 12 de febrero de 2014.


Lo que intento describir sucede en todo el mundo y en distintas profesiones, pero enfoco el tema en la picarezca mexicana, es decir, en los métodos de los eficaces publirrelacionistas promotores de sí mismos que llegan a la cumbre como si fueran periodistas o expertos en el análisis de los medios de comunicación.

Pienso por ejemplo en el o la periodista que crea su zona de confort sobre la base de nunca meterse a fondo en ningún asunto para eludir el roce con el otro y así quedar bien siempre con todos; su actuación tiene como epicentro la (supuesta) madurez de comprender la complejidad de los problemas y de nunca ser “talibán”, sino un ser confiable; así deslizan términos como ésos para deslindarse de quienes crítican a tal o cual personaje por tal o cual dicho o acto.

Aquellos periodistas tratan de ser amigos de todos (de quienes están en el poder, se entiende) y tejen la urdimbre en desayunos, comidas y cenas en sitios que les garanticen ser vistos y así dar la sensación de tener interlocución en las altas esferas y con sus actores para “ponerse al día”. Son hábiles en simular empatía con el otro mediante la genuflexión justa y el chascarrillo preciso que, a veces, también los saca de aprietos a la hora del compromiso de exponer el punto de vista propio (son simpáticos, admito) y sobre todo siempre saben los “trascendidos” y los chismes del momento. Aunque por esa febril actividad poco tiempo les queda para su formación profesional, leer por ejemplo, pero eso es lo de menos pues no es lo prioritario (salvo para aprenderse uno que otro título en inglés o cuando cargan los libros como parte del disfraz).

Entre formas como ésas los promotores de sí mismos se abren camino y ocupan espacio en los medios, pero siempre como opinadores de todo pues jamás acometen la labor y el riesgo que implica, digamos, un reportaje. No. Lo suyo en todo caso es la entrevista porque es la mejor constatación de que se tutean con los de arriba y en la televisión, claro está. Ellos están en la cúspide de la inteligentzia y las formas de lo políticamente correcto, y en esa esfera los invitan (o se hacen invitar) a dar conferencias en las que desarrollan también la destreza de hacerse amigos de los estudiantes porque ellos sí los comprenden y no les tiran rollos ni los llenan de datos ni ideas elaboradas. Uno de sus momentos intensos es cuando a pesar de no hacer periodismo hablan de periodismo, se dicen expertos y critican mediante generalidades lo que se hace en la prensa, la radio y la televisión además de en la esfera digital. Así se hacen profesores y a veces hasta conducen medios de comunicación.

Sus fórmulas de éxito están comprobadas. Pongamos cuando advierten en tono serio (digo, de vez en cuando hay que ponerse serios) y como consecuencia de profundas cavilaciones, que los medios de comunicación están en crisis. Wow, aunque luego de los aplausos ya no sienten el compromiso de precisar en qué consiste esa crisis más allá de la pérdida de audiencias, y menos perfilan vías probables para salir de la crisis. Hace un par de meses escuché a uno de esos expertos hablar de crisis y de la necesidad de apertura cuando, tres años antes, como editor de un diario importante solicitó a los articulistas no cuestionar a las televisoras, ah pero eso sí, más tarde blandió la espada con la idea de encabezar un “movimiento” contra esas empresas porque era cuando le convenía hacerlo.

Desde aquí les reconozco su histrionismo.

(El lector nota que me he referido a los impostores de saco y corbata o falda, no a esos otros que se disfrazan de izquierda e hilvanan dos o tres adjetivos para luchar contra los poderes fácticos y sobre esa base difundir lo que sea –lo hacen de manera espontánea y también operan bajo consigna).

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