Este artículo se publicó originalmente el 9 de enero de 2017.
“La prensa no es sincera cuando denuncia los injustos tratos de privilegio porque ella misma tiene sus propios intereses. Su mayor defecto es la propiedad y no puede ser imparcial y verdadera defensora del bien público en la medida en que sus propietarios están interesados en otros negocios”.
Niceto Blasquez
Es cierto que la prensa, desde su nacimiento, ha estado ligada al poder. Al ser o pretender ser un enlace entre el poder y el pueblo, al gobierno le sirve para posicionar su imagen y hacer llegar su ideología, y a la prensa, para obtener la “publicidad” para crecer o sobrevivir. Esa relación en muchos casos ha ido más allá de beneficiar al comprador con el soporte de la trasmisión de lo que desea publicitar; el propietario del medio también ha usado esa relación para hacer negocios ajenos al periodismo.
Es famosa, ahora, la carta que Gabriel Alarcón, entonces director y uno de los propietarios de El Heraldo de México, dirigió a Gustavo Díaz Ordaz el 24 de septiembre de 1968 (faltaba una semana para el fatídico 2 de octubre):
Distinguido y fino amigo:
Antes que nada, deseo expresar a usted que la amistad y lealtad que le profeso, las antepongo a todo, y al exponerle seguidamente mi actuación en los problemas estudiantiles lo hago para que no exista duda de mi buena fe y entrega a su gobierno, y muy especialmente a que respaldo abiertamente su actuación valiente sensata y patriótica. Usted, señor Presidente me conoce y sabe que no soy falso. Estoy lo mismo que mis hijos, con usted y respaldamos firmemente su actuación con nuestra modesta forma de actuar; pero le pedimos su orientación por lo que en seguida expongo:
Desde el inicio de los alborotos he estado personal y telefónicamente en contacto con los siguientes colaboradores suyos:
Lic. Luis Echeverría, quien me ha orientado e indicado líneas a seguir en cada caso externándome su conformidad con mi actuación. El pasado domingo le avisé de un movimiento promovido por redactores de El Día y Excélsior por el cual pretendían publicar en los diarios de la capital un desplegado firmado por los redactores de todos los periódicos. El mismo era de reproches al gobierno, por lo que procedí a advertir al Güero O’Farril y convencí a mis reporteros de lo desorientadora y antipatriótica que resultaría esa publicación y que no la apoyaran. El Lic. Echeverría me dijo que gracias a la información que en detalle le di se paró a tiempo este asunto y además se logró que un grupo de redactores “amigos”, hicieran una publicación de apoyo al régimen. En ocasiones la orientación que me da nos da la guía para la noticia de ocho columnas.
En su larga misiva, Alarcón señala a varios colaboradores del Presidente, quienes lo “han orientado”, le pidieron que “destacara” tal acto o hecho que afectaba a los estudiantes. De las felicitaciones de otros, como Emilio Martínez Manatou o el general Marcelino García Barragán. También menciona a Agustín Salvat (jefe del Departamento de Turismo): “los dos revisamos todas nuestras publicaciones de los acontecimientos, las gráficas y los Editoriales de El Heraldo y estuvo de acuerdo en que no se encontraba nada que pudiera interpretarse como negativo al gobierno y que por lo contrario, nuestra política era francamente favorable y de apoyo al régimen”. Alarcón termina sus deliquios por Díaz Ordaz incluyendo a sus hijos, y pedía una reprimenda por si se equivocaba, en esa oscuridad en la que vivía:
Sinceramente creo que mi lealtad y la de mis hijos está (sic) a prueba de cualquier duda. Le ratifico una vez más que creemos en usted, que le tenemos fe y que hemos actuado lealmente. Por muchos lados se nos ha criticado nuestra parcialidad y entreguismo. Pero le ratifico a usted que hemos sido, somos y seremos Díaz Ordacistas y agradecidos leales y sinceros con usted.
Sin embargo mucho le agradeceremos que si usted personalmente cree que nos hemos equivocado por favor nos lo haga saber. Señor Presidente nos sentimos en un cuarto oscuro y solamente usted nos puede dar la luz que necesitamos y señalarnos el camino a seguir. (La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder. Jacinto Rodríguez Munguía).
Pero ese amor por el Presidente no era gratuito, señala Rodríguez Munguía; esa obediencia y servilismo representaba muchas ventajas, como el acceso a los beneficios de la compra-venta de empresas donde podía influir el gobierno. Por ello, al año siguiente, pedía el cobro del favor “pidiendo que se le aprobara la constitución de dos compañías que controlaran cuando menos 40 salas de cine”.
El Universal probablemente no estaría cumpliendo cien años de haberse fundado si el gobierno no hubiera intervenido para salvarlo. El informe del 23 de abril de 1969 indica que el diario estaba en bancarrota; no tenía fondos para el cumplimiento de sus obligaciones; la acumulación de pasivos ya no le permitían desarrollar sus operaciones normales y el año anterior había concluido con una pérdida de un millón 769 mil pesos, según el trabajo del despacho de contadores Sanginés y Morán de León, cita Rodríguez Munguía.
El despacho señala que su capital de trabajo “sólo representa el 16 por ciento de su activo circulante, hecho que le hace imposible legalmente contraer nuevas obligaciones para proveerse de los recursos necesarios a fin de continuar sus operaciones” y luego algo anormal “la empresa está operando en forma absoluta con capital ajeno, incluso podemos agregar que las pérdidas que ha sufrido en los últimos ejercicios han excedido totalmente al capital social más sus reservas en un 12 por ciento del activo”. Esas pérdidas, sumadas hasta el año anterior, eran de casi 11 millones y medio.
De ese desastre fue enterado Luis Echeverría, el poderoso secretario de gobernación, el informe lo firmaba Francisco Ealy Ortiz, en ese abril, aún gerente general, y Gaspar Rivera Barrios, entonces apoderado general. Algo pasó porque, a pesar de que no era sujeto de crédito, Nacional Financiera intervino y salvó a El Universal. La deuda se terminó de pagar casi 20 años después, en 1988.
***En ciertos casos, algunos medios intentan separase del poder político, pero caen las garras del poder financiero. En un número anterior de etcétera señalamos que un medio no debería depender del dinero de un gobierno, pero debido a las crisis, los medios mantienen esa práctica, y otros se venden, se fusionan a conglomerados, cuyos intereses no son, precisamente, periodísticos. Citamos como ejemplo a Grupo Prisa y a Grupo Imagen. El peligro está en que estas empresas, al acumular gran cantidad de medios, la información es más fácilmente manipulable. Como en general la gente no conoce quién es dueño de los medios, cree que hay una mayor oferta informativa, cuando ocurre lo contrario. Otro punto de riesgo que ven los críticos, es que cada vez los bancos no se conforman con prestar dinero a los medios, sino que se convierten en accionistas, con lo que el cuestionamiento a la banca privada se ve comprometido.
En Francia, según Ignacio Ramonet, el conjunto de la prensa de la provincia pertenece a cinco grupos mediáticos y en cuanto a París, son tres grupos los dueños de todos los periódicos de esa capital. Señala que no se gana dinero o se gana muy poco con la prensa escrita, pero a esos conglomerados les importa porque ganan en influencia “y para tener un proyecto ideológico, un proyecto político, un proyecto influyente”. Pero pregunta: “¿defienden los intereses de los ciudadanos o defienden los intereses de los grupos propietarios?”, agrega que esos medios “son prácticamente los únicos cuya misión es difundir ideología bajo la apariencia de información”.
Por otro lado, la pérdida de credibilidad de los medios ha desviado a los lectores hacia la Red. Ahora se sienten mejor informados (incluso participativos al comentar un texto), sin embargo eso es una ilusión. La sobreabundancia de información o la ocultación de la misma impiden ese proyecto personal. Quien está frente a su computadora se siente poderoso porque puede elegir múltiples opciones y encontrar todas las respuestas. Pero uno se topa con los buscadores, que ya han seleccionado lo que podemos elegir. Esa sobreabundancia obliga utilizar filtros de búsqueda, controladas, digamos, por Google u otros buscadores.
En otra cara de este poliedro, como en el ejemplo del inicio, al ser parte de los conglomerados poderosos (incluso sin serlo tanto) en no pocas ocasiones usan su influencia para obtener prebendas. Después de que fueron abiertos los expedientes de la Dirección Federal de Seguridad y de la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales del Archivo General de la Nación hemos sabido de las nóminas secretas para periodistas o de los negocios que los dueños (y los mismos periodistas) hacían al amparo de su relación con el gobierno. Porque no es práctica usual que los reporteros investiguen a los medios, ni que denuncien a sus compañeros; a menos que pertenezca al villano favorito: Televisa. Sabemos de algunos negocios de los medios al final de cierto gobierno, cuando este cae en desprestigio, como el de Veracruz, por ejemplo.
O cuando un gobernante los destapa, como Rafael Correa, presidente de Ecuador, cuyo gobierno ha sido señalado como represor de la libertad de expresión, quien en muchas ocasiones ha acusado a los medios de buscar solamente sus intereses mercantiles y ha revelado los vínculos de ciertos medios y sus negocios con empresas. Por ello los acusaba de participar en la crisis: “fue la unión incestuosa entre poder económico, poder mediático y poder político”, y ha exigido que gobiernen los ecuatorianos, “no los banqueros, no los medios de comunicación”.
“No no engañemos —ha dicho a AP—. En el mundo no hay prensa libre independiente, sino totalmente sometida al capital”. Y especifica que, de los siete canales de televisión en Ecuador “cinco pertenecían a la banca. ¿Usted se imagina si queremos regular la banca para que no ocurran los excesos que ocurrieron en España y nos han llevado a esta crisis? Teníamos a todos los canales de televisión en contra”.
Los medios manipulan, señala Correa: “No es crítica, es manipulación; utilicemos las palabras correctas” y le dice al corresponsal de AP que la noticia que dio la vuelta al mundo decía: “Veinte radios cerradas por la dictadura de Correa”. Explica que se debió a una renovación de frecuencias; ahí se renovaron 254; veinte no fueron renovadas y se cancelaron, pero la mayoría, dijo, eran radios musicales. Pero así es como se distorsionan las noticias.
Según Ramón Reig, estos ataques a Correa provienen de periodistas muy dependientes de su medio, “profesionales más identificados con su empresa que con el rigor histórico y periodístico”.
El analista se basa en informes como el de la Comisión para la Auditoría de Frecuencia de Radio y Televisión 2008-2009, donde, por ejemplo, se indica que el Grupo Eljuri, manejó Telerama y sus doce frecuencias (no lo dice Reig, pero este grupo es dueño de 159 empresas. Entre ellas el Centro Cerámico, que exporta a varios países; distribuidoras y concesionarios de vehículos de varias marcas; una planta de fabricación de camiones; es dueño también del Banco del Austro).
El Grupo Pérez, dueño de El Universo, Radio City y Diario Súper, es socio del Grupo Alvarado Roca en el sistema de televisión Univisa (fusión entre El Universo y el canal Ecuavisa). Este grupo tendría relación con negocios empresariales con la compañía naviera de turismo Galápagos, Canodros; Unipartes y el Banco de Guayaquil y otros negocios como Agrícola Guayaquil, y la Industrializadora de Alimentos Santa Inés, entre otros.
El Grupo Alvarado Roca, que maneja Ecuavisa, Vistazo, Generación 21, Hogar, Estadio (canal de UHF), tiene relación con empresas como Artes Gráficas y acciones en inmobiliarias como Alcor y Roalpa, Cendetel y Agroespíritu.
El Grupo Mantilla, propietario del influyente El Comercio, edita Ultimas Noticas, Radio Quito, Radio Platinium, también es dueño de la empresa de teatros y cines de Quito; con acciones en Meagdatos, Access proveedora de Internet, negocios empresariales en Cofiec, y socio con otros.
El Grupo Egas de la Televisión Teleamazonas, Revista Mundo Diners, revistas Soho, Gestión, Fucsia, Casas, también es dueño del Banco Pichincha, Banco de Loja, la tarjeta de crédito Diners club, las empresas Multicines, la productora Publi Promueve, con acciones en Autodelta, Centro Comercial El Condado y negocios como Megamaxi.
Y hay otros. Ante esa situación, señala Reig, las puyas de Correa ante los medios son un asunto crucial para el desarrollo de una democracia sólida. Ya que, añade el experto: “si la mayoría de la población se informa y se forma a través de los medios de comunicación mercantiles y estos se encuentran determinados por su propia índole, toda democracia se resiente”. (Crisis del sistema, crisis del periodismo).
Obviamente la construcción de estos conglomerados cada día va en crecimiento en casi todo el mundo, en contra de lo que se considera debe ser el periodismo: un servicio público. Y es muy difícil ver una salida porque al poder no le interesa romper con los medios. Porque no es un secreto que el poder está cimentado en el control de la información; muchos gobernantes, como Hitler, lo han sabido. Y así es en todos sus escalones; hasta en la más pequeña comunidad o clan.
Esto es muy importante, como sostiene Manuel Castells: “La comunicación de masas, la comunicación que puede llegar a toda la sociedad, se conforma y gestiona mediante relaciones de poder enraizadas en el negocio de los medios de comunicación y en la política del estado. El poder de la comunicación es el centro de la estructura y la dinámica de la sociedad”.
Entonces, si el periodismo surgió como un contra-poder, pero le sirve al poder como instrumento de manipulación o a sus propios intereses mercantiles, y por otro lado, ante la sobreabundancia o intoxicación de las redes, el público está sin defensa.
Autor
Director de Reporte Mexcal. Articulista del Diario Noticias y Etcétera.
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