Bicentenario de la Consumación de la Independencia de México. Cuarta parte

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El Plan de Iguala, los tratados de Córdoba y la entrada triunfal del Ejercito Trigarante  a  la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, fueron los últimos eslabones para la coronación de la consumación de la Independencia; eventos con los que se puso fin, política y jurídicamente, desde este lado del Océano Atlántico, a la guerra por la libertad mexicana. Y digo “coronación” de la Independencia a propósito del significado político de esta primera palabra, no en sus otras acepciones gramaticales, porque literal y políticamente  México nació libre, pero como un imperio.

De una vez, dicho sea de paso y solo para el anecdotario, es mencionable que ese 27 de septiembre precisamente  era el 38° aniversario del natalicio de Iturbide. Y Aquí podría caber la siguiente pregunta: ¿Quiénes decidieron escoger ese día para entrar triunfalmente a la Ciudad de México, sabían que ese día era el cumpleaños de Iturbide, o fue pura casualidad?, así como no querer queriendo dice la voz popular. ¡Es únicamente una figuración eh! Y es que en política todo es posible.

Junta provisional gubernamental (1821)

Veamos el júbilo que causó la noticia. Así lo reseñan quienes lo vivieron en aquellos alegres días. Se escribió que después de la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, la cual se llevó a cabo entre las diez y media y las dos y media del día, la plana mayor se reunió en la Catedral a las dos de la tarde. Después del ceremonial correspondiente, la comida empezó a las cuatro. “… el primer brindis fue el del sr. Obispo de Puebla, y  lo motivó en la circunstancia de ser aquel día el mismo en que el General cumplió los treinta y ocho años de edad, noticia plausible que sorprendió al auditorio y que aumentó el regocijo. Hubo refresco a la noche, por el cual y la comida dio el Ayuntamiento siete mil pesos.”[1]

Un día después de estos sentidos y alegóricos acontecimientos por la libertad, la Independencia y la soberanía, vino el trabajo de inmediato, todavía dentro de ese ambiente de festividad, procediéndose a instalar primero la Junta Provisional Gubernativa y, en seguida la Regencia. En efecto, después del juramento solemne de los miembros de la Junta Provisional Gubernativa que se llevó a cabo en la Catedral, nombraron como presidente de la Junta a Agustín de Iturbide, pero como más tarde los integrantes de la Regencia lo  designaron presidente de la misma, para resolver esta incompatibilidad, la citada Junta eligió a Antonio Joaquín Pérez Martínez, Obispo de Puebla, presidente de dicho órgano, y como vicepresidente a José Mariano de Almanza.

Sin embargo, se estableció que cuando asistiera Iturbide a la Junta, él  ocupararía la silla del presidente de este órgano. Esto, como se ha dicho, debido a que los miembros de la Regencia eligieron a Iturbide como presidente de la misma. Luego entonces, con su dignidad de presidente de la Regencia, también fungía como presidente en dichas sesiones de la Junta Provisional Gubernativa, aunque realmente el Obispo de Puebla lo era de la Junta.

Vale indica que la Junta provisional Gubernativa se integró con 38 miembros, siendo estos los siguientes: Joaquín Pérez Martínez, Obispo de la Puebla de los Angeles; Juan O´Donojú, teniente general de los ejércitos españoles; José Mariano de Almanza, consejero de Estado; Manuel de la Bárcena,  arcediano de la Santa Iglesia  Catedral de Valladolid y gobernador de aquel Obispado; Matías Monteagudo, rector de la Universidad Nacional, canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de México y prepósito del Oratorio de San Felipe Neri; José Isidro Yáñez,  oidor de la Audiencia de México; Juan Francisco de Azcarate y Lezama, abogado de la Audiencia de México  y sindico segundo del Ayuntamiento Constitucional; Juan José Espinosa de los Monteros, abogado de la  Audiencia de México y agente fiscal de lo civil; José María Fagoaga, oidor honorario de la Audiencia de México; Miguel Guridi y Alcocer, cura de la Santa Iglesia del Sagrario de México; Francisco Severo Maldonado, cura de Mascota, en el Obispado de Guadalajara;  Miguel Jerónimo de Cervantes y Velasco, Márquez de Salvatierra y Caballero Maestrante de Ronda; Manuel de Heras Soto, Conde de Casa de Heras, teniente coronel retirado; Juan Lobo, comerciante, regidor antiguo de la Ciudad de Veracruz; Francisco Manuel Sánchez de Tagle, regidor del Ayuntamiento y  secretario de la Academia de San Carlos; Antonio Gama,  abogado de la Audiencia y colegial mayor de Santa María de Todos los Santos de México; José Manuel Sartorio,  bachiller clérigo presbiteriano del Arzobispado; Manuel Velázquez de León,  secretario que había sido del Virreinato, intendente honorario de provincia, tesorero de bulas, nombrado en España director de Hacienda pública en México y consejero de Estado; Manuel Montes Arguelles, hacendado de Orizaba; Manuel Sotarrivas,  brigadier de los ejércitos nacionales, coronel del regimiento de infantería de la Corona y caballero de la Orden de San  Hermenegildo; José Mariano Sandaneta, Márquez de San Juan  de Ryas,  caballero de la Orden Nacional de Carlos III y vocal de la  Junta de censura de libertad de imprenta; Ignacio  García Illueca,  abogado de la Audiencia de México, sargento mayor retirado y suplente de la diputación Provincial; José Domingo Rus y Ortega de  Azarraullía, oidor de la Audiencia de Guadalajara, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (México), natural de Maracaibo, Venezuela; José María Bustamante, teniente coronel retirado; José María Cervantes y Velasco, coronel retirado y fue conde de Santiago Calimaya, cuyo título cedido a su hijo don José Juan Cervantes, por ser incompatible con otros mayorazgos; Juan María Cervantes y Padilla, coronel retirado, tío del anterior; José Manuel Velázquez de la Cadena, capitán retirado, señor de Villa de  Yecla (España) y regidor del Ayuntamiento de México; Juan Orbegozo, coronel de los ejércitos nacionales; Nicolás Campero, teniente coronel retirado; Pedro José Romero de Terreros, Conde de Jala y Regla, Marqués de San Cristóbal y de Villa Hermosa de Alfaro, gentil hombre de cámara con entrada y capitán de albarderos de la guardia del virrey; José María de Echevers Valdivieso Vidal de Lorca, Marqués de San Miguel de Aguayo y Santa Olaya;  Manuel Martínez Mancilla, oidor de la Audiencia de México; Juan B. Raz y Guzmán, abogado y agente fiscal de la Audiencia de México; José María Jáuregui, abogado de la Audiencia de México; Rafael Suarez Pereda, abogado de la Audiencia de México y juez de letras; Anastasio Bustamante, coronel del Ejército de Dragones de San Luis; Ignacio Icaza, que había sido jesuita; Manuel Sánchez Enciso.[2]

Entrada triunfante de Iturbide en México con el Ejército Trigarante el 27 de septiembre de 1821. Aguafuerte Museo Nacional de Historia, INAH México

Según se da cuenta, los presidentes de la Junta Provisional Gubernativa, fueron los siguientes: Agustín de Iturbide, del 28 de septiembre al 4 de octubre de 1821; Antonio Joaquín Pérez Martínez del 5 de octubre al  12 de octubre de 1821 y José Miguel Guridi y Alcocer, del 13 de octubre de 1821 al 24 de febrero de 1822.

Haber enlistado los nombres de los miembros de la Junta Provisional Gubernativa, persigue como propósito, expresar que no percibo a insurgentes connotado como miembro de la Junta, y miren que los había batalladores y brillantes en todos los terrenos en la lucha por la Independencia del país; en otras palabras, en los campos de batalla y políticos intelectuales duchos en el activismo, con la voz y con la pluma incansable. Incluso ni siquiera los más renombrados como Vicente Guerrero, coadyuvante vertebral e indiscutible de la consumación de esta gesta independentista, ni de Ignacio López Rayón, continuador del movimiento a la muerte de Miguel Hidalgo. Más bien, lo que veo, son muchos miembros de la nomenclatura aristocrática del régimen virreinal que acababa de morir, y que estaba recibiendo un nuevo respiro en el umbral del horizonte de un país nuevo.

Y con ello no quiero decir que se debieron excluir, sino que considero que debió ser un órgano  incluyente representativo de todas las expresiones por su propia salud, máxime tratándose de un órgano, aunque transitorio, con funciones legislativas. Creo que tenía razón O´Donojú en su malestar; más tratándose de un liberal declarado como él; y un craso error de Iturbide y de sus allegados más cercanos, el cual finalmente le costó la corona imperial, la vida y, para el bien de México, la desaparición de la figura de Imperio, y la instauración de la República, que había sido el sueño insurgente.

Es conveniente señalar, que el mismo día que se instaló la expresada Junta Provisional Gubernativa, ésta constituyó a la Regencia en Palacio, al iniciar la noche se dice, como un órgano colegiado ejecutivo del Imperio integrado por cinco miembros. Cronológicamente, segundo ente de gobierno del México independiente en formarse, pero éste con funciones ejecutivas. Nombró a sus integrantes, recayendo esta responsabilidad en los siguientes: Agustín de Iturbide; Juan O´Donojú (colocado en el listado como segundo en el orden de mando de la Regencia); Manuel de la Bárcena; José Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León. Es importante hacer notar, que todos los integrantes de la Regencia a su vez lo eran de la Junta Provisional Gubernativa.

Estos fueron los dos primeros órganos constitutivos de gobierno provisionales, instalados el 28 de septiembre, apenas vio la luz de la libertad nuestro país; esto es, los órganos gubernamentales de transición de un virreinato de España del que veníamos, al del México independiente revestido con corona, cetro y túnica imperial, en espera de quien sería su primer titular que vestiría esta solemne indumentaria llena de realeza.

Tal y como ya se señaló en el segundo de esta serie de artículo, O´Donojú no asistió a las sesiones de la Junta por motivos de salud, del 29 de septiembre al 8 de octubre de 1821; sin embargo, en la historia documentada de la Junta  no se habla del estado de salud de O´Donojú; por lo menos no hay registros sobre el particular (murió 11 días después de consumada la Independencia), lo cual extraña siendo miembro de la misma y de la Regencia, además de un hombre tan prestigiado casi equiparable a Iturbide, por el papel que desempeñó en la concreción de la Independencia.

Según González-Polo, “lo que sí llama la atención  es la indiferencia con que se comportaron a lo largo  de la enfermedad y muerte de O´Donojú los miembros de la Junta Provisional Gubernativa quienes,  a invitación de Iturbide, discutieron si concurrían  o no a los funerales y pésame como particulares o a nombre o de parte de la Suprema Junta, pero no con su representación.”[3] ¿Celos de Iturbide?, ¿y por esas desavenencias de O´Donojú, fueron  las causas por las que no firmó el Acta de Independencia? Lo cierto es que en la Junta predominaban los iturbidistas, ¿por eso también la decisión que tomó? ¡Es solo una conjetura eh!

Todo parece que este era el escenario político que prevalecía,  en efecto, probablemente por eso O´Donojú no firmó el acta y se ausentó de las sesiones de la Junta, molesto al ver la animadversión en Iturbide y en su grupo seguidor para con los insurgentes y liberales más destacados para que hicieran lo propio. Me parece lógico y razonable que el grupo insurgente también debió formar parte de la Junta Provisional Gubernativa, de la Regencia y firmar el Acta de Independencia, pues esta última había sido la razón del movimiento desde sus propios orígenes, y tenían ganado a pulso la ocupación de espacios en la conformación del gobierno independiente, después de once años de lucha.

Sin embargo, dice Ignacio González-Polo, que “… en la segunda sesión en que fue invitado para redactar y firmar el Acta de Independencia (28 de septiembre), O´Donojú se ausentó y no suscribió dicho documento,  contrariado por la oposición que observó en el grupo iturbidista contra los insurgentes y liberales más destacados para que hicieran lo propio.” Para reforzar su afirmación, cita al historiador  Carlos María Bustamante, testigo de esa época, quien a este respecto escribió lo siguiente:

“La entrada del Ejercito Trigarante en México hizo creer a muchos que la revolución estaba concluida: no pensó así el General D. Juan O´Donojú, cuando concurrió a la junta primaria preparatoria y notó  no poca animosidad en el señor Iturbide y los suyos,  disputando con D. José María Fagoaga, sobre diversos puntos y bases en que debería cimentarse aquella corporación;  sobre si deberían ser tres o cinco los regentes del imperio y otros. Tampoco los que vieron escoger al señor Iturbide por vocales al mayor número posible de nobles, que como educados en diverso sistema, y destituidos de ideas liberales,  no eran los más aptos para el desempeño de aquellas augustas funciones, y a otra clase de personas que para formar su fortuna necesitaban de la protección de un jefe que por entonces era el árbitro de los destinos de la nación mexicana.”[4] 

Fotografía del documento original del Acta de Independencia del Imperio Mexicano, documento fundacional de la nación mexicana.

Un día después de estos acontecimientos, de instalación de la Junta Provisional Gubernativa y de la Regencia, se firmó el Acta de Independencia de México. Iturbide, entre otras decisiones, además ya en funciones, ordenó modificar la Bandera Trigarante para que sus franjas fueran verticales con el orden de color: verde, blanco y rojo,  al centro posada sobre un nopal, el  águila real coronada que simbolizó el Imperio.”[5]

Citando a  Manuel Cortina Portilla en su  libro “El acta de Independencia de México y sus signatarios”, Ignacio Gonzáles-Polo, apunta “… que de los 38 miembros de la Junta Provisional Gubernativa, tres más no firmaron el Acta de Independencia, como O´Donojú,  (aunque sí se abrió el espacio para la firma de él, no la firmó), por razones desconocidas, y ellos fueron Francisco Severo Maldonado (editor del periódico insurgente El Despertador Americano), José Domingo Rus y Miguel Sánchez Enciso. Sin embargo, la posteridad no reconoce sino a O’Donojú como signatario, tal vez porque en los dos pergaminos empleados para dicha acta se tuvo el cuidado de abrir un espacio (lo que no sucedió con los otros tres vocales) con la leyenda “lugar de la firma del S. O´Donojú”,  que éste nunca suscribió,….”[6] Híjole, cuantas cosas se observan en la historia, y casi todas  ellas por motivos políticos.

La Junta Provisional Gubernativa y la Regencia tuvieron una vida del 28 de septiembre de 1821 al 18 de mayo de 1822. El 19 de mayo de ese mismo año, se corona como emperador a Agustín de Iturbide, con el título nobiliario de Agustín I. y desaparecen estas figuras políticas provisionales de gobierno del Imperio.

Si no olvidamos que México nació como Impero y que estos dos entes fueron los primeros órganos de gobierno de este primer Imperio mexicano, esta primera Junta y primera Regencia constituyentes del recién nacido país, hoy cumplen también 200 años de su creación. Nos guste o no, pero es nuestro pasado, y no podemos brincarnos, borrar o arrancar páginas de nuestra historia, “haya sido como haya sido”, pues no la debemos manosear ni tergiversar para satisfacer apetitos y propósitos políticos ideológicos; sino aceptarla como fue, por lo que también estos pasajes son de recordarse, y mejor con su remembranza reflexionar y ver para adelante para construir un mejor futuro de país


[1]. Noticias fidedignas sacadas de una carta de México. 30 de septiembre. Puebla y octubre 4 de 1821. Oficina de Don  Pedro de la Rosa,  impresor de Gobierno. Impreso contenido en Ignacio González-Polo. Don Juan O´Donojú, un benemérito gobernante olvidado en la historia de México. Boletín, volumen XI, números 1 y 2, México, primer y segundo semestre de 2006. Instituto de Investigaciones Bibliográficas. UNAM. México. 2006. P. 11.

[2]. Junta Provisional Gubernativa. https://relatosehistoriasmx/nuestras-historias.mx/junta-provisionalgubernativa De este último, en la fuente consultada, no se dice que títulos tenía.

[3]. Gonzáles Polo. Ob. Cit. P. 8.

[4]. Ibidem. PP. 7 y 8.

[5].- “Tratados de Córdoba. https://enciclopedia de historia.com/tratados-de-cordoba/

[6]. González-Polo, Ignacio. Ob. Cit. P. 7.

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