La memoria es uno de los mecanismos defensivos más grande que ha desarrollado el hombre para su supervivencia. Para los medios, es vital, pues el recuerdo cumple tres importantes funciones: Primero, representa su oportunidad de reafirmarse como protagonistas indispensables de cualquier hecho, aunque en la mayoría de los casos, solo se hayan limitado a cumplir su función de informar. Segundo, con las conmemoraciones, los medios crean y retroalimentan una mitología propia, donde solo cabe lo que efectivamente fue reportado, mientras que lo ignorado simplemente no existe. Lo que no salió en la foto nunca pasó. Y tercero, y más importante, los aniversarios permiten llenar esos enfadosos y temidos tiempos muertos de los medios electrónicos, o esos espacios en blanco en las páginas de los impresos. Recordar es un muy socorrido caballito de batalla de reporteros, articulistas, cronistas y locutores inconcurrentes.
Por ello, llama poderosamente la atención que en este, el año del fin del mundo, los medios hayan pasado por alto cinco importantes conmemoraciones que tenían todos los ingredientes de morbo, trascendencia y frivolidad para ser incluidas junto al quincuagésimo aniversario de James Bond en cine, o las primeras cinco décadas de la irrupción del “Cuarteto de Liverpool”. A continuación, la primera parte de cómo los medios olvidaron cinco aniversarios que podrían haberle ahorrado trabajo al comunicador sin imaginación:
1962: Un gran salto…hacia atrás
Todos los elementos estaban dados para convertirse en la denuncia del siglo: después de todo, era obra del sátrapa que encabezaba el más acérrimo comunismo. Pero la noticia prácticamente fue ignorada por los grandes medios occidentales de su tiempo, centrados en la feroz carrera del espacio. Y estamos hablando de la peor catástrofe demográfica del siglo XX, tan grande, que nadie se atreve a precisar un número, y las cifras de víctimas varían entre 20 y 40 millones. Sí, la variación de cadáveres es la población de la Zona Metropolitana Ciudad de México.
Y lo peor: los muertos lo fueron simplemente por estupidez. El Gran Salto Adelante, el experimento político-económico-sociológico de Mao de 1958 a 1962, aniquiló por hambre a decenas de millones de campesinos por necedades como la incautación de aperos de labranza para fundirlos, matazones de pájaros acusados de robar semillas, y exportaciones compulsivas de granos a otros países para demostrar la pujanza de la agricultura socialista. Tamaños disparates agravaron sus consecuencias por sequías e inundaciones.
Podría parecer que la terrible mortandad haría derrumbarse al régimen del Gran Timonel. No fue así. De hecho, al quedar confinada la devastadora hambruna a las zonas rurales, la vida urbana de la China roja siguió como si nada, pues los comisarios agrarios comunistas se encargaban de satisfacer fanáticamente las cuotas de arroz, sin importarles que el campesinado literalmente falleciera alrededor de los graneros. A pesar de este genocidio (o, muy probablemente, gracias a él, pues hay constancia de que conocía perfectamente lo que ocurría) Mao demostró músculo cimentando su poder con otro delirio, la Revolución Cultural, agresiva campaña ideológica que causó otros diez millones de muertos, pero que a fines de los años 60 cautivaba a la izquierda mundial, y que muy pocas cabezas pensantes (como la de Lennon, en su canción Revolution) se atrevieron a cuestionar.
Como se anotó, la prensa ignoró las consecuencias del Gran Salto Adelante, la dantesca hambruna china de hace medio siglo, de la que sólo se habló cuando el conflicto chino-soviético se calentó y la URSS denunció el genocidio, lo que sí fue reflejado por los titulares de Occidente (aunque sin mucho entusiasmo que digamos). 50 años después, los medios ignoraron el aniversario de la peor mortandad del siglo XX, y solo los ámbitos académicos lo recordaron.
1972: Una lengua traviesa
Es junio de 1972 y las películas porno de 8 milímetros, esas candorosas muestras de lo que es el infracine, son relegadas a los armarios y olvidadas por un público que a partir de ahora asistirá al las salas a ver filmes XXX de alta calidad: “Garganta profunda” está en los cines de Estados Unidos, y junto a Elizabeth Taylor hay una nueva diosa. Acompañada de Marilyn Chambers y Georgina Spelvin, Linda Lovelace entronizaba la santísima trinidad del despegue de un nuevo cine exclusivamente dedicado al placer.
“Garganta profunda”, la cinta más famosa de la historia del porno, cambió hace cuatro décadas la forma de hacer cine para “adultos”. Su realización en 35 mm, la eficiente dirección de Gerard Damiano, una producción destinada realmente a la cinta, y un guión divertido le dieron a este filme un carácter especial que le otorgó el honor de ser el primer largometraje XXX proyectado comercialmente a nivel nacional en E.U., compitiendo por la taquilla con “El padrino” e “Historia de amor”. Una cinta famosa que animó las bromas de Sinatra y encandiló al anónimo informante del asunto Watergate, que jocosamente adoptó como sobrenombre el título de la cinta.
La pornografía norteamericana, centrada sobre todo en el Valle de San Fernando, factura anualmente más de mil millones de dólares; pero a nadie se le ocurrió hacerle homenaje a Deep Throat, cinta que dio origen a esa pujante industria sin chimeneas. Aquí los erotómanos la vieron en video desde mediados de los ochenta (distribuida por Video Pegaso, compañía ya desaparecida y en 1994 se estrenó en las salas Savoy, Marilyn Monroe y Alex Phillips. La Garganta llegó a México 22 años después de su estreno. No fue mucho tiempo, tomando en cuenta la hipócrita doble moral que funciona en el país.
1982: Negocios como siempre
Llegó desde el otro lado del Pacífico, y en poco tiempo alcanzó los primeros lugares de las movidísimas listas de popularidad musical de 1982. La gente coreaba las canciones en las discotecas, los videos tenían una rotación insólita en la muy novedosa MTV, los discos y cassetes se vendían como pan caliente. Todo indicaba que la compañía disquera había trabajado correctamente y había conseguido, una vez más, éxito apoteótico. No fue así.
No soslayemos que Business as Usual es un discazo, y que el grupo australiano Men At Work fue una súper banda. Pero sus primeros lugares en Canadá, Noruega, el Reino Unido y los Estados Unidos, más que un elaborado trabajo de mercadotecnia, fueron producto de la casualidad.
El 9 de noviembre de 1981 se lanzó el álbum Business as Usual en Australia, llegando casi de inmediato al primer lugar. Igual lo hizo en Nueva Zelanda. Sin embargo, la matriz de la compañía disquera del grupo, Columbia Records, se negó a lanzar el álbum en los importantes mercados norteamericano y británico. Tras un trabajo de persuasión heroico por parte del manager de los australianos, medio año después se lanzó Business as Usual en E.U. e Inglaterra. El éxito fue agridulce para la disquera: por una parte, las ganancias son bien recibidas; por otra, el equipo de mercadotecnia de Columbia se resintió. Después de todo, Men at Work no era más que un grupo down under; no figuraba como uno de los grandes activos de la compañía.
Pero la mentalidad estadounidense tiende a aprender de los errores. El lanzamiento del segundo disco de la banda, Cargo, se hizo en 1983 con una cuidadísima campaña. Valió la pena. Cargo ocupó la tercera posición entre los discos más vendidos del año, muy meritorio, tomando en cuenta que el primer lugar fue el huracán de ventas llamado Thriller, del no suficientemente llorado Michael Jackson.
Después de Business as Usual, ya no se dio el fenómeno de una pequeña banda oriunda de las antípodas que tomara por sorpresa las listas de popularidad. Pocos lanzamientos discográficos lograron romper los límites para los que fueron manufacturados. Posiblemente, ahora que las disqueras prácticamente han muerto y YouTube es la plataforma de lanzamiento internacional, tengamos rutinariamente más Business as Usual. Sin embargo, este disco fue un parangón mercadológico hace tres décadas. Y a nadie le pareció que valía la pena recordarlo.
Cliffhanger
Un desastre demográfico, un éxito underground cinematográfico y un inesperado triunfo mercadotécnico son los primero tres aniversarios mediáticos olvidados que etcétera salva del infierno de la desmemoria. En el próximo número, recordaremos le reconciliación de un tlatoani de raigambre jacobina con la capital católica del mundo; y una operación triunfal y pletórica de acción por parte del Oso Ruso. Ahora que Obama se reeligió gracias a las redes sociales, suplicamos al lector use sus cuentas para recordarle a sus cuates que adquirieran el próximo ejemplar de esta revista, o este mismo si aún no lo tienen. Después de todo, Facebook y similares se están convirtiendo en la súper agenda de nuestro oxímoron vital: la comodidad ajetreada.