Cuando a finales del año pasado el gobierno federal decidió convertir Conaculta en Secretaría de Cultura tuve de inmediato dos pensamientos. El primero fue: “ya valió madres”, el segundo, que por cierto apareció menos de un segundo después: “No hay que ser pesimistas, a lo mejor no habrá cambios que destruyan lo construido”.
Con el escándalo desatado por la inminente desaparición y luego el vade retro tuitero de la revista y fondo editorial Tierra Adentro, queda demostrado que la intuición mexicana casi nunca falla.
Pronto llegó la mala noticia que había iniciado como rumor. El primero de julio, el poeta regiomontano Iván Trejo fue el primero en avisar por Twitter que Tierra Adentro se iba. La convocatoria para publicar en la editorial ya no aparecía desde el año pasado. De inmediato comenzamos distintos escritores, Luis Felipe Lomelí, Tania Tagle, Paul Medrano entre otros, a tuitear si sería un hecho o de plano una amenaza más. Ya en el pasado había cundido el mismo rumor sin que sucediera nada.
En ese mismo momento, Joaquín Guillen, editor de Tierra Adentro, nos respondió que no, que nada iba a cambiar. De nuevo, tuve mis dudas a pesar de las afirmaciones.
Poco tiempo después aparecieron dos columnas de Carlos Velázquez en La Razón. El golpe a Tierra Adentro sí sería perpetrado. Carlos hizo público un mail que recibió del mismo editor explicando cómo desaparecería la revista, aunque cualquiera puede llegar a la conclusión que si la revista en papel deja de existir es probable que también el fondo editorial.
La historia ya es fácil de seguir. Tierra Adentro, a través de su cuenta de Twitter salió a calmar las aguas, pero no lo logró. También desde hace algo así como una semana, comenzó a aparecer una y otra vez la convocatoria para publicar cuando llevaban muchos días sin hacerlo. No han publicado nada durante todo este año y de pronto avisan que habrá 22 nuevos libros. No tienen fecha de publicación. ¿De verdad podrán editar 22 libros en lo que resta del año? ¿Será en papel o digitales? Vamos, algo tan sencillo como el logo, ya no se utiliza el de Conaculta pero no hay uno en la página de la secretaría. ¿Tendrán uno nuevo? ¿Por qué no lo han presentado? Nada de esto se ha aclarado. Por supuesto, publicar un libro puede ser muy rápido, pero hacerlo bien toma más tiempo. Algunos lo sabemos bien. Algo apesta en el edificio de la Secretaría de Cultura. Ahora entendemos que el programa editorial está en la mira de la nueva secretaría y es probable que falte poco para que desaparezca.
Yo no recibí ese mail y he publicado muy poco en la revista. Pero siento un cariño especial hacia Tierra Adentro porque fue gracias a esta editorial que pude entender los alcances de mi escritura.
En el 2012 publiqué Melamina, la primera novela que escribí con un empuje casi de escritor profesional. Lo hice en un frenesí que nunca había experimentado. Era interrumpido por múltiples problemas domésticos a resolver, pero no permití que nada conspirara contra la historia. Terminé el primer borrador en nueve meses. Poco más de un año después tenía el libro en mis manos y entendí que no sería un escritor de provincia más. Que había escapado de las editoriales estatales y, aún mejor, de la autopublicación.
No sólo eso, Tierra Adentro me permitió atisbar cómo es la vida de narrador, sobre todo al enterarme que alguien, al otro lado del país había comprado mi libro, algo que las ediciones estatales nunca podrán alcanzar. Al final, todos los que escribimos queremos que nos lea la mayor cantidad de personas.
Es por eso mismo que tecleo estas palabras. Pienso que el Fondo Editorial Tierra Adentro tiene todavía mucho por entregar. Muchos de los escritores que siguen activos con libros de calidad de los nacidos en los sesentas y setentas pasaron por Tierra Adentro. Su obra, con defectos y grandes virtudes, comenzó su historia ahí. Además, algunos de esos libros son ya icónicos, pienso, por ejemplo, en El Gran Pretender de Luis Humberto Crosthwaite o en Trabajos del reino de Yuri Herrera.
Sí, hay mucha paja porque es una editorial con una función distinta a la de las grandes empresas. No intenta agotar ediciones, sino empujar la creación literaria en un país donde somos una minoría casi ridícula la que se interesa por estos temas. Sí, también es probable que necesitamos más lectores, pero que alguien me diga en dónde está la equivocación en que el estado promueva la creación literaria. Crear y vender libros a un precio accesible es parte de esta labor.
No deseo repetir los argumentos que Carlos Velázquez hizo aquí y aquí, sino dejar una constancia de que este asunto no debe ser desechado. La editorial funciona, tiene sus defectos y desventajas, pero eso no es suficiente para matarla. Es un espacio que le pertenece, no solo a los escritores que ahí publicamos, sino también a los lectores, no importa cuántos sean. Es necesario esto que podemos hacer, fijar una posición y exigir que Tierra Adentro permanezca. Ojalá más autores que pasaron por esta editorial se sumen.