A Claudia Sheinbaum Pardo la conocí en 1986, ella tenía 24 años y estudiaba en la Facultad de Ciencias y yo tenía 19 años y estudiaba Ciencias Políticas en la ENEP Acatlán. Fuimos parte de la comunidad de la Universidad Nacional Autónoma de México, como hace poco en este espacio recordamos José Narro Robles y yo.
Observé a Claudia en la explanada del CCH Naucalpan, donde acudía muy seguido a visitar amigos. Junto con su novio Carlos Imaz, profesor y estudiante de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales, asistieron a invitarnos a ser parte del Consejo Estudiantil Universitario, el CEU, que ellos estaban construyendo y para lo que harían una asamblea constitutiva en octubre de ese año. Desde luego asistí y milité en el CEU dentro de una corriente reformista y promotora del diálogo.
Pronto admiré la pasión y la inteligencia de Imanol Ordorika, el sentido de la organización de Antonio Santos y el temple de Carlos Imaz. Con el paso de los años sigo admirando a Imanol y, aunque no volví a ver a Toño Santos, también a él. Todos sabemos lo que pasó con Carlos Imaz y yo lo lamento mucho. Fueron los dirigentes principales del movimiento estudiantil más importante que ha existido en México después del 68.
En ese gesta hubo muchas mujeres inolvidables, Guadalupe Carrasco, por ejemplo, que se ubicó en el ala radical del ceuismo; Mireya Imaz, una apasionada del debate y firme en sus principios y, sin duda, Claudia Sheinbaum. Aunque siempre que hablaba tenía una voz como de regaño, lo cual diluía el gusto que me daba mirar sus ojos negros y su figura esbelta. Ella era clara en sus argumentos, incluso a costa de ser elemental. A muchos nos persuadió su carácter para rechazar el autoritarismo del rector Jorge Carpizo para imponernos medidas de corte neoliberal sin impulsar un amplio debate entre los universitarios. Claudia Sheinbaum no aceptó la existencia de un sólo pensamiento y junto con ella decenas de miles salimos a las calles y fuimos parte de las concentraciones masivas más importantes de la transición a la democracia del país.
Platiqué con Jorge Carpizo unos pocos meses antes de su fallecimiento. El ex rector le tenía aprecio a los jóvenes dirigentes y, en particular, se expresó muy bien de Claudia Sheinbaum.
Claudia y yo nunca fuimos amigos, aunque aún recuerdo cuando ella, en una reunión de la corriente hegemónica me defendió. Dijo que yo no debía ser expulsado del CEU de Acatlán por promover el diálogo con el rector. Tuvo varios elogios para mí y al final, ella me dio un aventón en un austero Volkswagen desde la facultad de Filosofía al metro Copilco. Más tarde la volví a ver en el aula magna de Filosofía organizando brigadas de apoyo de un esfuerzo llamado MAS, Movimiento al Socialismo. Un esfuerzo en el que participé tangencialmente, sobre todo cuando, en 1988, el MAS apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas y Claudia Sheinbaum reiteraba la necesidad de la democracia, señalaba duramente al PRI Gobierno y, en especial, a Manuel Bartlett porque él era, no nos cabía la menor duda, el principal artífice del fraude electoral.
“El pueblo, votó, y Cárdenas ganó”, gritamos juntos de nuevo miles de jóvenes luego del 6 de julio de 1988 cuando, no teníamos duda, el sistema se calló y se cayó para apuntar el triunfo del candidato Carlos Salinas de Gortari. Aunque voté por el ingeniero, en esos años conviví más con el PRT y la Guillotina que con los integrantes del MAS. Al PRT lo creí vanguardia, lo sigo creyendo, en muchas de las demandas que, poco más tarde, acompañarían los cambios legales y culturales de nuestra transición democrática. La Guillotina fue un proyecto editorial de jóvenes anarquistas, muy cultos y con gran sentido de la militancia todos ellos, en el que también se encontraba Jesús Ramírez Cuevas, gracias a quien conocí lo mejor de la música Punk que he escuchado hasta la fecha. Ya habrá ocasión de platicar al respecto, incluso de narrar algunas épicas parrandas. Ahora quiero subrayar que Claudia Sheinbaum pronto se hizo amiga de Cuauhtémoc Cárdenas y de la clase política que, más tarde, fundaría el PRD.
Pienso en esa joven que entonces ya se acercaba a los 30 años y en sus manifestaciones a favor de las mujeres. Nunca tuvo la firmeza de Rosario Ibarra ni de las mujeres feministas de la UNAM como Rosario Robles o de las militantes del PRT, pero sí manifestaba sus acuerdos con ellas. Aunque ahora recientemente murió Rosario Ibarra, Claudia Sheinbaum presuma cercanía con ella, nunca la tuvo en realidad. No como para ser parte de la exigencia de que el gobierno diera cuenta de los desaparecidos políticos ni de las demandas feministas.
Al paso de los años, la militancia y el poder fue cambiando paulatinamente ese rostro grácil y, más aún, lo fue haciendo como petreo. Su esposo Imaz fue dirigente del PRD en el Distrito Federal en los primeros años de este siglo y poco después jefe delegacional de Tlalpan en la misma entidad federativa hasta que un escándalo detonado hace 18 años dio fin a su carrera porque el mismo Imaz decidió retirarse a diferencia de René Bejarano, el señor de las ligas, muy amigo de Martí Batres quien, en 1989 fue acérrimo enemigo tanto de Carlos Imaz como de Claudia Sheinbaum. (Por cierto, aunque sea de paso hay que decir que Batres no formó parte del movimiento estudiantil del CEU en 1986, aunque presuma de lo contrario).
Las vueltas que da la vida. Claudia Sheinbaum inició el presente siglo como correligionaria de Andrés Manuel López Obrador, fue también delegada en Tlapan, se divorció de Imaz y ahora es una gran aliada de los impresentables Martí Batres y René Bejarano. Pero sobre todo, es amiga y aliada de un personaje que se le embarra en la propia juventud a la ahora jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, ese personaje es el mismo contra el que ella y muchos otros gritamos por representar lo peor y más corrompido del sistema político mexicano, ese personaje contra el que gritamos frente a Bucarelí, subidos en carros, bloqueando calles, en frente de las instalaciones de Televisa. Se llama Manuel Bartlett y para Claudia Sheinbaum, la Claudia Sheinbaum de casi 60 años, es un patriota. Sí, como ustedes oyen, para Claudia Sheinbaum, Manuel Bartlett es un patriota. No importa el pedazo de vida que ella dedicó para soñar sueños que ahora ya no tiene, no interesa la amistad y el cariño que le profesó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Es más, el propio Cuauhtémoc Cárdenas no importa como hemos visto cuando él critica a López Obrador y la otrora líder estudiantil integrante del MAS hace como que no existe el ingeniero.
La última vez que vi a Claudia Sheinbaum fue durante los festejos de los 30 años del CEU en la Facultad de Ciencias Políticas. Me saludó distante, con esa mirada que quiere tratarte como un traidor porque, en efecto, mis criticas a López Obrador son desde el surgimiento de su propia figura. Días después de esa reunión me mandó un mensaje de WhatsApp uno de esos hombres que son eternamente jóvenes, Oscar Moreno, para decirme que si podría ayudar a la campaña de Claudia rumbo al gobierno de la CDMX. Le dije que no y no lo he vuelto a ver, es un tipo al que estimo, por cierto.
Así como Bartlett es un patriota según Claudia Sheinbaum, la lucha de las mujeres contra los feminicidios son ahora una conjura contra el presidente. La lidereza estudiantil les ha dado la espalda y, con ello, también escupe en ese rostro grácil suyo cuando de joven gritó en favor de las mujeres. Ellas ya no forman parte de sus demandas, vamos ni siquiera ella quiere que su esposo forme parte de su historia. No le conviene, no si quiere ser presienta de México y Claudia quiere ser presidenta de México.
Su ineficacia para gobernar comprende datos muy recientes, están a la mano de todos. La tragedia en el colegio Rébsamen es una marca que no podrá borrar tan fácil como borró ya sus proclamas contra Bartlett. La tragedia en la L12 a la que ella llamó incidente tampoco la podrá disolver como lo hizo cuando de joven grito contra el pensamiento único. Ahora Claudia, para ocupar el más alto cargo del país, está dispuesta a ser parte de ese pensamiento único y de adular al presidente así como lo hacían los militantes del PRI con sus mandatarios nada más que ella lo hace desde Morena con Andrés Manuel López Obrador. Lo único que ha querido recuperar de su juventud Claudia Sheinbaum es un supuesto y fantasioso aporte contra la guerra de Vietnam en la que ella, en realidad, nunca tuvo nada que ver. Es decir, olvida lo que vivió en realidad cuando fue joven y se inventa una realidad que ella nunca vivió.
Hoy nos informamos: El British Medical Journal fue contundente: calificó como un “escándalo de ética” el estudio que informó sobre los resultados de administrar ivermectina a 220 mil personas por parte del Gobierno de la CDMX como tratamiento de COVID-19. Y hoy también vemos que Claudia Sheinbaum aplaude la persecución de corte fascista en la que se empecina el gobierno para perseguir a los legisladores que votaron contra la Ley Bartlett que ella defiende. La frase de José Emilio Pacheco le aplica muy bien a la jefa que más bien es una regenta de la ciudad:
“Ya somos todo aquello contra lo que luchamos cuando teníamos 20 años”.
Ahora Claudia Sheinbaum es promotora del presidente Lopez Obrador. Contra viento y marea, impulsora de la Revocación de Mandato y milita contra el INE; apoya a candidatos de Morena en otros estados e impulsa la Reforma eléctrica oficial. Todo, menos jefa de gobierno de la CDMX.
Si AMLO dice A, ella también; si dice B, ella dice ‘beee’, ‘beee’. Si dice el político tabasqueño dice que el próximo presidente debe promover una reforma eléctrica como la de Bartlett ella dice que el próximo presidente debe promover una reforma eléctrica como la de Bartlett. Y si el presidente le dice que se calle ella calla, obediente, mientras el empresario Slim arregla a billetazos la tragedia de la línea 12.