Intelectuales y periodistas al servicio del poder han existido en México desde siempre. Han tenido la función de enmascarar intercambios públicos y hacer propaganda oficial. Y así han obtenido fama y fortunas no sólo por su talento sino por el impulso de los gobiernos.
En los gobiernos priístas y panistas, muchos intelectuales y escritores obtuvieron favores, lograron presencia y reunieron fortunas por la gracia del gobierno que les dio publicidad, concesiones y presencia en los medios. Lo sabemos. Negarlo es falta de ética intelectual y moral.
Esos contubernios tampoco han cambiando en el actual gobierno. Sólo han cambiado las personas. Carmen Aristegui es un ejemplo de periodista integrada al gobierno pero hay muchos más, antes y ahora. Esta es una de nuestras principales taras como país subdesarrollado.
Hay mafias o cofradías de intelectuales y periodistas y sólo pueden romperse con relevos generacionales y exhibiendo contubernios. Muchos de esos periodistas e intelectuales súbitamente se volvieron críticos del gobierno porque perdieron privilegios. Ahora sí les ocupa el país.
Por ejemplo, decir que la FIL Guadalajara no está dirigida por un cacique, dueño de la UdG, es mentir. Del mismo modo que es mentir ignorar el aporte que ha tenido la FIL para el impulso editorial. Tener memoria es importante para exigir más a intelectuales y periodistas.