El periodismo en el que creo (y aquí le robo la expresión a Marco Levario) y que procuro ejercer con la mayor corrección que me es dable, no se permite manejarse con sospechas. Por más que como persona, como individuo, las tengo, como todos, cuando hago mi labor me esfuerzo en que solo sea la información disponible la que rija.
-El periodismo en el que creo considera que la máxima precisión de los conceptos es esencial, que diferenciar los matices es importantísimo, ya que el desconocimiento de los mismos lleva a desinformación, por ignorancia o por malicia. Por eso afirmo que, en este tema del agua, “concesión” no es “privatización”, y lo sostengo.
-Por eso, no partimos de lo que podría ser, sino de lo que es, y sólo en función de la información que podemos obtener.
-No abordamos temas que no hemos comprendido de manera suficiente.
-Consideramos que la opinión que podamos dar tiene que ser fundamentada o no merece tal nombre. Opinión no es expresar un gusto, una preferencia, sino una interpretación informada de la realidad.
-Si en el transcurso del seguimiento de un tema surge nueva información que corrige, desmiente o confirma lo que hemos dicho, lo asumimos sin problema.
-Para nosotros no hay actores puros ni malvados. Consideramos que todos tienen intereses (y eso es lo natural) y nadie tiene un manto de pureza ni encarna el mal por sí mismo.
-El periodismo en el que creo da voz a los que no la tienen, pero al mismo tiempo, no defiende acríticamente ninguna causa.
-Aunque como individuos tengamos convicciones firmes, eso no hará que difundamos información falsa que apoye nuestras convicciones. Eso no es periodismo, es militancia. Por todo lo anterior, afirmo nuevamente que es falso que en México se privatizará el agua. Que hay muchas facetas que comprender, ciertamente. Y por eso, seguimos analizando.