El panorama en el país es muy complicado. El Presidente electo tiene un apoyo formidable y ahora se suman a algunos de los poderes fácticos aunque él carezca de brújula, parezca un amasijo de contradicciones y ocurrencias, y ponga en serio riesgo la estabilidad económica y política de México. El panorama es muy complicado porque buena parte de ese respaldo lo obtiene entre el delirio del fanatismo y el cálculo empresarial de los concesionarios de la TV (que incurren en el gravísimo error de confiar en una práctica que, como la de Andrés Manuel López Obrador, está llena de contradicciones aunque prevalece el culto a la personalidad, o sea, el talante del poder de un solo hombre). Vivimos el riesgo de una regresión autoritaria.
El contexto es extraordinariamente adverso. Debemos reconocer que una buena parte de los medios están sometidos, apenas un puñado de ellos (y casi todos marginales) podrían ejercer cierta crítica; además, hay muy pocos ciudadanos activos para hacer frente con inteligencia y eficacia al poder presidencial omnímodo y la tutela de un solo partido (el cómodo activismo en las redes sociales carece de eficacia). El talante autoritario al que me refiero ignora a las minorías, incluso dentro del fanatismo hay legiones que quisieran socavar a esas minorías. Aplastarlas, vale decir, borrarlas.
Nosotros, los integrantes de etcétera, también estamos diezmados, pronto les platicaré sobre ello. Es resultado de nuestras definiciones editoriales y, por ello, es entendible. Este espacio no lo ocupo, como nunca lo he hecho en mi vida con ningún espacio, para advertir los costos de mi actividad profesional. No aplaudimos a ningún gobierno antes ni lo haremos ahora, por mucho y que en las lides de la política nos acusaran de ello. Me anima que nuestro portal cada vez registra más visitas y que sus redes sociales crecen. Por ejemplo, entre el 25 de octubre y este 15 de noviembre, seis videos con que comparamos a Hugo Chávez con López Obrador están por alcanzar un millón de visitas. Aunque tenemos muy pocos recursos, vamos a seguir aunque nuestra relevancia sea la misma de una abeja que rezumba en las ojeras de un cerdo.
Quiero decirles que me enorgullezco de mi actividad profesional, que no tengo pena de mirar de frente a nadie y que en este panorama complicado pondré todo lo que esté a mi alcance para ser, al menos, un vaso comunicante que no sabe ni puede ni quiere rendirse ante nadie, y menos porque eso implica abandonar convicciones y dar la espalda al pensamiento. Cada uno de ustedes que comparta estas convicciones puede sentirse orgulloso de mí como yo lo estoy de quienes hacen a un lado el adjetivo (aunque a veces junto con él), exponen ideas y desnudan la farsa en la que se embarcó el país. Yo no sé qué pasará mañana, pero lo que sí sé es que hasta el último aliento haré lo que sé hacer, sobre todo escribir.
Como dijera Francis Scott Fitzgerald: “La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir, sino en la de volver a empezar”.
Tienen ustedes mi compromiso pleno a su disposición.