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jueves 12 diciembre 2024

Recomendamos también: Cuáles son los “hábitos ocultos de los genios” según el profesor que enseña el “curso de genialidad” en Yale

por etcétera

Ludwig van Beethoven tenía problemas para sumar y nunca aprendió a multiplicar o dividir. Pablo Picasso no sabía el abecedario, Walt Disney se quedaba dormido en clase y a Virgina Woolf ni siquiera le permitieron ir a la escuela, a pesar de que a sus hermanos los mandaron a Cambridge. A Charles Darwin le iba tan mal en los estudios que su padre llegó a decir que sería una vergüenza para la familia y Albert Einstein se graduó en física cuarto en su generación… de un total de cinco alumnos.

Cada uno de ellos no estaría a la altura de los estándares académicos actuales y, aun así, todos han pasado a la historia por su genialidad en las artes o la ciencia.

Incluso muchos de los genios de la actualidad -como Bill Gates, Bob Dylan o Oprah Winfrey- abandonaron sus estudios e igual alcanzaron el éxito y reconocimiento en sus respectivas áreas.

“El coeficiente intelectual y las notas académicas están sobrevalorados”, le dice a BBC Mundo el doctor en musicología estadounidense Craig Wright, quien lleva más de dos décadas estudiando a las personas más brillantes de la historia y el presente.

Wright acaba de publicar el libro The Hidden Habits of Genius: Beyond Talent, IQ, and Grit—Unlocking the Secrets of Greatness (“Los hábitos ocultos de los genios: más allá del talento, el coeficiente intelectual y el coraje, desvelando los secretos de la grandeza”), donde detalla 14 rasgos que tienen en común los genios.

Resulta ser que en este listado tampoco están otras características usualmente asociadas a los logros excepcionales de la humanidad, como tener un enorme talento.

La definición de genialidad varía según “a quién le preguntes y cuándo”, reconoce Wright.

Pero si hoy le preguntas a él te dirá que “un genio es una persona con poderes mentales extraordinarios cuyos originales trabajos o conceptos cambian a la sociedad de alguna forma significativa para bien o para mal en todas las culturas y a lo largo del tiempo”.

Incluso desarrolló una “fórmula de la genialidad”, que es: G=SxNxD.

Esto quiere decir que la genialidad (G) es igual a cuán significativo (S) es su impacto o cambio, multiplicado por el número (N) de personas impactadas y por su duración (D) en el tiempo.

En otras palabras, para Wright los mayores genios son aquellos que producen el mayor impacto en la mayor cantidad de gente y por mayor tiempo.

En los años que lleva dictando el llamado “curso de genialidad” en la Universidad de Yale, Wright ha visto cómo los estudiantes fruncen el ceño al escucharle decir que la cantante pop Lady Gaga es un ejemplo contemporáneo de genialidad o, por el contrario, que el deportista con más medallas olímpicas en la historia, el nadador Michael Phelps, no lo es.

También ha sido testigo de cómo la amplia mayoría de sus alumnos levanta la mano cuando en la primera clase les pregunta quiénes desearían ser genios y, luego, al finalizar el curso, solo unos pocos lo siguen queriendo.

De esto y más hablamos con Wright en esta entrevista.

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “genio” como: “Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables”. ¿Qué opina al respecto?

Creo que es una definición limitada. Es lo que yo llamaría del “genio en potencia”, porque tiene el potencial de convertirse en un genio pero aún no lo es.

Los académicos que escribieron esta definición están diciendo que todo lo que debes hacer es ser capaz de usar tu cerebro para crear ideas originales. Eso incluye que el creador se quede con la idea para sí mismo.

Esto es algo que podemos debatir y para ello me gustaría invocar la imagen de un Albert Einstein solo en una isla abandonada.

Estando allí a él se le podría ocurrir que E=mc², podría pensar la teoría de la relatividad general y así sucesivamente, pero no le podría comunicar sus ideas a nadie y nunca escucharíamos hablar de Albert Einstein.

Según la definición de la academia, Einstein igual sería un genio. Según mi definición, no, porque no tendría ningún impacto en ninguna persona del mundo.

Por eso esto es algo que abre una suerte de debate filosófico.

¿Cuál cree que no es la forma de definir la genialidad?

Como explico en mi libro, el coeficiente intelectual está sobrevalorado.

Las pruebas estandarizadas de coeficiente intelectual son una forma de medir una capacidad en particular que es mayormente hereditaria.

Al estudiar estos grandes individuos a lo largo de los siglos puedes ver que eran inteligentes, pero no necesariamente hubiesen logrado un resultado súperalto -digamos, de 140 o 150- en una prueba de coeficiente intelectual.

En este sentido suelo usar a los ganadores del premio Nobel como ejemplo de referencia: ha habido galardonados con coeficientes intelectuales certificados de 115, 120 o por ahí.

Es decir que necesitas un coeficiente intelectual por encima del promedio para entrar en el juego.

Pero luego existen otra cantidad de factores y motivaciones que son los que, a la larga, realmente impulsan a alguien hacia la grandeza y le dan la capacidad de cambiar el mundo.

Justo acabo de pasar cinco días gloriosos junto a tres adolescentes de 16, 14 y casi 13 años. Ellos sacan notas muy buenas y están estudiando para estas pruebas, para poder entrar a las mejores instituciones educativas.

Entonces les dije que quizás las notas no eran tan importantes, que deberían salir a explorar el mundo, hacer distintas actividades, equivocarse, caerse y tener que levantarse…

Pero sus padres -mi hijo y su esposa- me dijeron que les estaba dando el mensaje equivocado, que ellos los estaban alentando para sacar buenas notas.

Así que ahora los padres me ven como una influencia disruptiva (risas).

Pero la verdad es que pienso que se le pone demasiada presión a los jóvenes hoy en día, si el criterio que usamos para medir su excelencia como personas es algo desacertado.

¿Entonces qué deberían hacer las personas para criar un hijo genio o convertirse en uno?

Creo que lo más importante es el esfuerzo, pero ¿qué lleva a trabajar duro?

Porque en verdad el esfuerzo no es un motor en sí mismo, sino la manifestación externa de otras motivaciones internas.

La pasión es un motor que se manifiesta como trabajo duro y que puede ir desde el amor hacia algo hasta la obsesión.

Así que diría que es importante incentivar las pasiones.

Lo otro que noté en muchas de estas grandes mentes es que son eruditos, que saben de distintas áreas.

En uno de los capítulos de mi libro hablo de la fábula del zorro y el erizo: el zorro sabe mucho de diferentes cosas y el erizo sabe mucho de una cosa sola.

Ver más en BBC

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