La Real Academia Sueca otorgó este martes el premio Nobel de Física al alemán Rainer Weiss y a los estadounidenses Barry C. Barish y Kip S. Thorne, por sus aportaciones fundamentales en el perfeccionamiento de la observación de las ondas gravitacionales, cuyo hallazgo abre una nueva ventana al universo.
En sus primeras declaraciones tras recibir el galardón, Barish dijo que la detección de las ondas gravitacionales es “verdaderamente un triunfo de la moderna física experimental a gran escala“, y destacó la “increíble sensibilidad” y eficacia del instrumento LIGO.
Por su parte, Thorne reconoció la importancia de todos los que participaron en el proyecto: “El premio pertenece a los cientos de científicos e ingenieros que construyeron y perfeccionaron nuestros complejos interferómetros de ondas gravitacionales y a los cientos de científicos de LIGO y Virgo que encontraron las señales de onda gravitacional en los ruidosos datos de LIGO y extrajeron la información de las ondas”.
Es lamentable que, debido a los estatutos de la Fundación Nobel, el premio tenga que ir a no más de tres personas, cuando nuestro maravilloso descubrimiento es la obra de más de mil“, destacó.
De acuerdo con el anunció del Instituto Karolinska de Estocolmo, las ondas gravitacionales son ondulaciones en el tejido del espacio-tiempo predichas por Albert Einstein desde hace 100 años en su teoría general de la relatividad. Fueron observadas por primera vez el 14 de septiembre de 2015, provocadas por la colisión entre dos agujeros negros hace mil 300 millones de años. La señal era extremadamente débil cuando llegó a la Tierra, pero la comunidad científica estuvo de acuerdo en que era la promesa de una gran revolución en el campo de la astrofísica, pues suponía una forma completamente nueva de observar los eventos más violentos en el espacio y probar los límites de nuestro conocimiento.
Las ondas gravitacionales se propagan a la velocidad de la luz, llenando el Universo como describió Einstein; se crean cuando una masa se acelera, como cuando un par de agujeros negros giran uno alrededor de otro. Einstein estaba convencido de que nunca sería posible medirlas, pero por fortuna estaba equivocado; el logro del proyecto LIGO fue el uso de un par de gigantescos interferómetros láser, dos detectores gemelos situados en Hanford (Washington) y Livingston (Luisiana), para medir un cambio miles de veces menor que un núcleo atómico, justo en el momento en el que la onda gravitacional pasaba por la Tierra.
Asimismo, la instalación hermana europea Virgo, en Pisa, Italia, se unió a LIGO en agosto de 2017 y anunciaron su primera detección conjunta el 27 de septiembre. Los tres detectores observaron las mismas ondas gravitacionales el 14 de agosto provenientes de dos agujeros negros de tamaño mediano que chocaron hace mil 800 millones de años.
En total, los detectores han visto el fenómeno cuatro veces y se esperan muchos más descubrimientos. India y Japón también construyen nuevos observatorios con el mismo objetivo.
Hasta ahora se habían utilizado todos los tipos de radiación electromagnética y partículas, como rayos cósmicos o neutrinos para explorar el Cosmos. Sin embargo, las ondas gravitacionales son testimonio directo de las interrupciones en el espacio-tiempo. “Esto es algo completamente nuevo y diferente, abriendo mundos no vistos; una gran cantidad de descubrimientos aguarda a aquellos que logran capturar las ondas e interpretar su mensaje“, concluyó el Karolinska.
(Con información de ABC)
aml