Un nuevo estudio realizado por la Universidad de Oxford apunta que existe mayor riesgo de trombosis entre quienes se contagian de COVID-19 que entre quienes se han vacunado con vacunas de ARN mensajero, como la AstraZeneca, la Pfizer y la Janssen.
En comunicado de prensa, uno de los autores del estudio, Paul Harris, dijo que la evidencia existente indica que los riesgos de la COVID-19 son mucho mayores que cualquier riesgo que pueda tener una de las vacunas existentes.
Según el estudio, entre pacientes de COVID-19 el riesgo de sufrir una trombosis es de 39 en un millón, en tanto que el riesgo de las personas vacunadas con vacunas de Ácido Ribonucleico Mensajero o ARNm (sobre las que se han reportado casos de trombos, algunos de desenlace fatal), es de entre cuatro y cinco en un millón, de acuerdo con la marca.
El cálculo general es que el riesgo de trombosis cuando se sufre la enfermedad es entre ocho y diez veces más alto que tras una vacuna de ARN mensajero.
Estos datos coinciden con la postura que ha sostenido la Organización Mundial de la Salud, ante las dudas que ha generado en muchos gobiernos el uso de AstraZeneca, en meses pasados, y los reportes de síntomas variados tras la aplicación de Janssen, a mediados de abril.
La postura de la OMS es que “los beneficios de las vacunas son mucho mayores que los riesgos”. Aunque la OMS admite los casos de reacciones adversas, insiste que son tan escasos que sería peligroso suspender las inmunizaciones, ya que ello haría que la pandemia siguiera sin control.
Los autores del estudio señalaron que no fue posible comparar el porcentaje de riesgo de trombosis contra personas sin COVID-19. El estudio se centró en medir el riesgo comparativo entre personas contagiadas y personas vacunadas.
A la fecha, varios países han suspendido de manera temporal la aplicación de AstraZeneca. En algunos casos, la suspensión duró un par de semanas, para reanudarse después. Y al momento, la aplicación de la vacuna de Janssen (o Johnson & Johnson) está suspendida en casi todo el planeta.
Es de señalar que los autores del estudio pertenecen a la Universidad de Oxford, que ayudó a desarrollar la vacuna AstraZeneca. Sin embargo, declararon no tener vínculos con ese desarrollo vacunal y carecer de conflictos de interés en el asunto.