La libertad de información y expresión se enfrentan a una creciente amenaza en Europa. El asesinato de varios periodistas, así como intimidaciones y presiones a profesionales y medios, han activado la alerta en Bruselas, que intenta poner coto a esta evolución, con más lentitud que eficacia. La comisión de Libertades del Parlamento Europeo votará este lunes un informe sobre un polémico proyecto de directiva para blindar las fuentes de información de grandes casos de corrupción. “Los periodistas de investigación necesitan protección”, señala Maite Pagazaurtundúa, eurodiputada de UPyD y ponente del texto.
Mientras el Europarlamento vota el informe sobre la nueva directiva, en Malta, familiares y amigos rendirán homenaje a Daphne Caruana Galizia, una periodista de investigación especializada en casos de corrupción que concernían, sobre todo, al partido socialista en el poder. El 16 de octubre de 2017, una bomba en su coche puso un brutal punto y aparte a sus incómodos reportajes.
Europa, a pesar de todo, todavía es uno de los lugares más seguros del mundo donde informar. Pero, según el último informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF), también es la zona del planeta donde más se ha deteriorado la situación en 2018. En la clasificación de la organización sobre libertad de prensa en 180 países, 11 de los 28 socios de la UE han perdido puestos. Y algunos se han desplomado, como Eslovaquia (10 peldaños, hasta el puesto 27), República Checa (11 plazas, hasta el 34) o Malta (18, hasta el 65). El farolillo rojo europeo es Bulgaria, en el puesto 111.
El asesinato de Daphne Caruana Galizia fue el primer aldabonazo que alertó sobre la escalada de amenazas y hostilidades que pretenden cercenar la libertad de prensa en la UE. Poco después, en febrero de 2018, la sangre corría en Eslovaquia. El periodista Jan Kuciak y su novia, Martina Kusnirova, eran tiroteados en su propia casa. Y la semana pasada, aparecía violada y degollada en Bulgaria la presentadora de televisión Viktoria Marinova.
“La opinión pública de varios países europeos empieza a preguntarse en qué tipo de sociedades vamos a vivir”, señala sin disimular su inquietud Scott Grieffen, director adjunto del International Press Institute (IPI), una asociación de profesionales del sector procedentes de más de 100 países y con sede en Viena.
El móvil del crimen en Bulgaria sigue sin aclararse. Pero las alertas se dispararon porque una semana antes, Marinova se había hecho eco de una investigación sobre un caso de corrupción relacionado con los fondos estructurales de la UE. El reportaje se había realizado con ayuda del programa IJ4EU del Parlamento Europeo de apoyo al periodismo de investigación, gestionado, precisamente, por el IPI.
El director adjunto de este instituto lo reconoce. “Estamos extremadamente preocupados”. “Antes”, añade Grieffen, “los asesinatos de periodistas ocurrían en lugares como México, Afganistán o Filipinas. Ahora se cometen en países de la UE, lo cual no había ocurrido desde hace años”.
Este inquietante diagnóstico lo corroboran en el Centro para el pluralismo y la libertad de medios (CMPF) del Instituto Europeo Universitario (EUI), con sede en Florencia. “Nuestra investigación y nuestros análisis describen una situación cada vez más alarmante para los periodistas en la mayoría de los países”, apunta Elda Brogi, coordinadora científica del CMPF. Las causas del deterioro de la libertad de prensa en Europa parecen más difíciles de rastrear, pero Brogi da algunas pistas. Los análisis de su centro evalúan los riesgos para el pluralismo de los medios, en Europa y fuera de Europa, sobre la base de una serie de indicadores, legales, económicos y sociopolíticos. Y el retrato que sale tras pasar ese tamiz presenta unos rasgos bastante espantosos. “Los periodistas trabajan cada vez en peores condiciones, lo cual les expone a presiones exteriores, al mismo tiempo que afrontan todo tipo de amenazas, físicas y online, procedentes de ciudadanos, políticos y el crimen organizado”, enumera Brogi.
“¿Será que los periodistas están indagando en temas más sensibles?”, se pregunta Grieffen. Ese era el caso de Kuciak, que a sus 27 años se convirtió en el primer periodista asesinado en Eslovaquia desde la independencia del país en 1993 tras publicar varios artículos sobre presuntas relaciones de la mafia italiana con el Gobierno. Preparaba un artículo que vinculaba directamente con la corrupción al entonces primer ministro, el socialista Robert Fico. Jamás podrá terminarlo.
En el caso de Daphne Caruana las investigaciones se remontaban años atrás, pero su asesinato se ha producido en medio de la creciente oleada que cuestiona a los medios de comunicación y mina su credibilidad.
Esa corriente, impulsada por Donald Trump, ha saltado el Atlántico. Y se ha entreverado con los asesinatos impunes de periodistas acontecidos en Rusia y países bajo influencia de Moscú. La mezcla de ambas tendencias en suelo europeo ha derivado en un cóctel letal que golpea a varios países, en particular, a los más vulnerables. “En los países con un Estado de derecho frágil”, advierte Grieffen, “hay gente que cree estar por encima del sistema judicial o que se siente suficientemente protegido como para pensar que pueden cometer un crimen con impunidad”.
“Condena a una muerte civil”
El acoso a los periodistas, además, ni siguiera necesita llegar al extremo del asesinato. “Se les puede condenar a una muerte civil”, avisa Pagazaurtundúa. Y la eurodiputada apunta, por ejemplo, a las querellas multimillonarias contra ciertos medios para intentar condenarlos a la quiebra o a las presiones de círculos políticos y económicos para silenciarlos. “La desacreditación también puede ser igualmente efectiva para acabar con un periodista, sin necesidad de encarcelarle”, coincide Grieffen. “Es una vía muy eficaz para callarles”, añade. Caruana pasó por todo ese calvario. Fue acosada, denunciada, detenida… Y finalmente asesinada.
El problema puede parecer localizado en países pequeños como Malta o de reciente transición democrática como los socios de Europa central y del Este. Pero aparece también y de manera cada vez más frecuente en países grandes como Italia o democracias asentadas como Austria. “Se califica a los periodistas de creadores de falsas noticias o enemigos del Estado y la gente empieza a verles como enemigos a los que atacar”, apunta Grieffen.
En Italia, los ataques verbales se repiten con más frecuencia desde la llegada al poder del Gobierno de coalición de la Liga y el Movimiento 5 Estrellas (M5E). El vicepresidente Matteo Salvini tildaba la semana pasada a ciertos periodistas de “perezosos que no van más allá de los titulares”. Por su parte, el líder de M5E, Luigi di Maio, cargó contra La Repubblica hasta el extremo de decir que estaba a punto de cerrar. El diario respondió que no tenían “miedo” y seguirían informando. En otros países, los descalificativos pueden ser mayores. Fico, en Eslovaquia, los trataba como “sucias prostitutas antieslovacas”. Y para el presidente de la República Checa, Milos Zeman, son “hienas” que merecen ser eliminadas.
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