Recomendamos: Amenazas a la libertad de prensa

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La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto la confirmación más rotunda del éxito de la demagogia, el nacionalismo y las ideologías de odio que en los últimos años han proliferado en distintas partes del mundo. Es muy posible que la corriente no se detenga ahí. En varios países de Europa se va a poner a prueba muy pronto la fortaleza del actual sistema de democracia liberal frente a la acometida de proyectos igualmente extremistas, xenófobos y populistas.


El crecimiento de ese fenómeno ha coincidido casi simultáneamente en el tiempo con la crisis de los periódicos provocada por la revolución tecnológica. Esto no significa que los cambios políticos ocurridos en los últimos años se expliquen exclusivamente por la pérdida de influencia de los diarios impresos y la aparición de medios de comunicación alternativos. Pero sí parece evidente que una cosa y otra están estrechamente vinculadas, y que los periódicos estamos hoy obligados a hacer nuestro trabajo con menos recursos y en un entorno político que representa una seria amenaza a la libertad de expresión y muy particularmente a la libertad de prensa.


Una de las características de ese nuevo populismo en ascenso es su hostilidad con la prensa, especialmente con la prensa profesional. Con el pretexto de la presunta comunión entre los medios más implantados y un perverso establishment, los políticos que se presentan en defensa del pueblo, de la gente, de los de abajo frente a los de arriba, intentan antes que nada laminar la credibilidad de los periódicos con el objetivo de eliminar obstáculos en su camino y dejar espacio a otros medios —confidenciales, cuentas de redes sociales, blogs— que ellos controlen y con los que puedan acceder sin intermediarios a su público, a sus votantes.


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