WASHINGTON — El conservadurismo cultural está cambiando el mapa político de América Latina, donde este año se eligen presidentes en Brasil, Colombia, Costa Rica, México, Paraguay y quizá Venezuela. La primera vuelta en las presidenciales de Costa Rica ha confirmado la capacidad de acción y de influencia en el debate público de esta nueva oleada conservadora: el matrimonio igualitario y la llamada “ideología de género” han sido temas centrales de la discusión electoral.
Fabricio Alvarado, cantante de música cristiana, obtuvo el mayor porcentaje de votos en la primera vuelta de las elecciones de Costa Rica el 4 de febrero. Su “defensa de los valores” y su promesa de combatir la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que pide legalizar el matrimonio igualitario en el país resonó en el electorado. El resultado del domingo le da serias probabilidades de ganar la presidencia en la segunda ronda, el 1 de abril, que paradójicamente es el Domingo de Resurrección.
Los actores políticos con agenda conservadora han logrado convencer a otros de hablar de lo que quieren. Por ejemplo, el debate político en Costa Rica no estuvo dominado por temas como el desempleo, la inseguridad o la corrupción: el “shock religioso” —como designaron a este fenómeno algunos expertos de la Universidad de Costa Rica— modificó la conversación y puso en el centro de las campañas los “valores tradicionales”. Este no es un caso aislado, los temas de la agenda conservadora también se han convertido en punta de lanza en los otros países que celebrarán elecciones.
El respaldo popular del conservadurismo cultural tiene una consecuencia: los derechos humanos en América Latina pasarán tiempos difíciles. En la última década se habían dado avances progresistas importantes en materia legal, educativa y social. En Argentina, el primer país latinoamericano en hacerlo, se legalizó el matrimonio igualitario en 2010. En Costa Rica se implementaron legislaciones que favorecen las cuotas de género en los puestos públicos, el año pasado Chile cambió su draconiana prohibición al aborto y, durante los primeros cinco años de esta década, ninguna otra región del mundo tuvo a tantas presidentas como América Latina. La era de los avances en materia de derechos humanos, libertad de expresión y reconocimiento de la diversidad social y cultural se afianzaba en la región.
Pero hoy estas victorias están en peligro. El viraje a la derecha en el continente y la creciente influencia de la religión en la política pone el viento de cola en una reacción cultural que pretende desandar algunos de los mayores logros sociales, incluyendo la mayor concientización sobre la violencia de género y la participación de transexuales en la política.
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