Mientras muchas mujeres hacen verdaderos sacrificios con dietas y horas de gimnasio demenciales para entrar y mantenerse en una talla 36 y así ajustarse a los cánones de belleza impuestos por el mundo de la moda, otras muchas han tirado la toalla y sueñan con despertarse algún día en el siglo XVII, donde las mujeres rollizas eran de lo más apetitosas y anheladas. Rubens nos lo dejó bien claro.
Al igual que las modas y las costumbres, el canon de belleza femenina ha tenido una marcada evolución a través de los siglos. Hemos pasado de venerar cuerpos regordetes y pieles de porcelana a querer tener la más oscura de las teces cubriendo nada más que un montón de huesos.
Prehistoria
Qué se lleva: Ya desde la prehistoria, los hombres preferían a las mujeres de grandes senos y caderas anchas, puesto que se asociaban a la fertilidad, la abundancia y la capacidad de parir y criar hijos sanos y fuertes.
El nacimiento de Venus. Sandro Bottcelli.
Renacimiento (siglos XV – XVI)
Qué se lleva: No hay más que fijarse en las pinturas de los artistas de la época: cuerpos redondeados, manos y pies finos, pechos pequeños y firmes, tez banca y mejillas sonrosadas, labios rojos, cabello rubio y largo, frente despejada y ojos grandes y claros.
Modelo de mujer ideal: La Venus o la Primavera de Boticcelli, la Monalisa de Leonardo DaVinci…
Las tres gracias y El rapto de las hijas de Leucopo. Pablo Rubbens.
Barroco (siglos XVII – XVIII)
Qué se lleva: Se empiezan a estilar cuerpos más rellenitos: caderas más anchas y cintura estrecha, brazos redondeados y carnosos, piel blanca y pechos más llamativos que son resaltados por los corsés. Además, la figura femenina se embellece con las populares pelucas, los perfumes, los lunares postizos o pintados, los corsés de infarto, los encajes… Un dato, la palabra ‘maquillaje’ data de esta época.
Modelo de mujer ideal: Las tres Gracias, de Rubens.
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