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domingo 22 diciembre 2024

Recomendamos: Michael Corleone reescribe su final

por etcétera

Durante 16 años, los que transcurrieron desde el rodaje de El padrino II al de El padrino III, Francis Ford Coppola se resistió a los cantos de sirena. Todo lo que pudo. Paramount sabía que los Corleone, la familia protagonista de la trama sobre la mafia (palabra que nunca se menciona en la primera entrega), eran una mina de oro. Pero su director se resistía. Ni con la quiebra de su productora, American Zoetrope, cambió de opinión. Incluso hubo en danza 15 tratamientos sobre la trama que cerraría la trilogía, y el estudio negoció con Sylvester Stallone para que liderara el proyecto. Solo un nuevo guion de Mario Puzo, el novelista original, picó la curiosidad de Coppola, que finalmente accedió si Puzo y él reescribían el libreto. El resultado fue El padrino III —de cuyo estreno se cumplen ahora tres décadas—, un drama del que a pesar de críticas positivas y sus siete candidaturas al Oscar quedó encasillado en el acervo cinematográfico como decepcionante. También en Coppola, que ha aprovechado el aniversario para restaurarlo, reeditarlo y estrenarlo este viernes en todo el mundo en salas (en Blu-ray se edita en siete días) como El padrino. Epílogo: la muerte de Michael Corleone, que dura seis minutos menos que la original y que en España puede verse en 50 pantallas.

Como recordaba Andy García el miércoles a EL PAÍS: “Es maravillosa, pero me veo tan joven…”. García encarnó a Vincent Mancini, el hijo ilegítimo de Sonny —el primogénito de don Vito—, que acabará al final de la saga como el nuevo don de los Corleone. “Opino lo mismo que dijo hace unos días Diane Keaton: los cambios alteran por completo la percepción que tenemos de Michael y de sus últimos años”. Este periodista ha visto en dos pantallas paralelas ambas versiones, y hay al menos una docena de modificaciones. La mayor parte han servido para eliminar planos reiterativos, como el del final de la masacre en la reunión de los capos en Atlantic City, en el que un moribundo Leo Cuneo (encarnado por Al Ruscio) gritaba “Zasa, hijo de puta”, o para dar intimidad a encuentros, como el de Michael Corleone con el cardenal Lamberto, el futuro Juan Pablo I. Ya no es una conversación con la presencia de don Tommasino, sino una confesión desde su inicio. También desaparecen, entre otros momentos, la visita de don Altobello al hospital donde Michael reposa tras su primer ataque de diabetes, el cameo del poeta beat Gregory Corso y la petición de permiso por parte de Vincent a su tía Connie para matar a Zasa. “No me duele que me hayan quitado ese momento, porque aumenta la intriga. Si alguien ve por primera vez la película, se sorprenderá cuando el asesino de Zasa se levante la visera del casco policial para que el mafioso sepa quién le está ajusticiando”, confiesa García.

Pero sobre todo, Coppola ha reordenado el principio y alterado el final. La nueva versión arranca con las conversaciones con el Vaticano sobre la inversión de los Corleone en el consorcio Inmobiliare, lo que antes se mostraba más adelante. Esa charla inicial entronca con el mítico “I believe in America”, con el que nace la saga. Desaparece la imposición de la orden de San Sebastián al padrino, y así Coppola no pierde tiempo, pisa el acelerador. En cuanto al desenlace, ha eliminado un fundido y el final de un plano, y añadido una frase sobre Sicilia y la expresión “Cent’anni”, lo que trastoca por completo todo lo visto anteriormente. “Hay una claridad añadida en la relación con el Vaticano”, concede García, “y desde el inicio ves venir de dónde procede Michael. Y el final… dejémoslo en que tiene un impacto emocional superior”.

Lo que no tiene arreglo son el fallo clamoroso de un vestuario demasiado finales de los ochenta en una trama que se desarrolla en 1979, y el flácido trabajo interpretativo de Sofia Coppola como Mary, el ojito derecho de su progenitor, Michael. Al director no le quedó otra: Winona Ryder, que la iba a encarnar, llegó a Roma a incorporarse al rodaje cuando ya llevaban filmando un mes en Cinecittà. Y bajó del avión exhausta, tras haber enlazado tres rodajes. Acabó en el hospital, y al cineasta solo le quedó la opción de recurrir a la chica de 19 años que estaba a su lado: su hija Sofia. “Yo nunca trabajé con Winona, así que no cambié mi trabajo. Con Sofia tuve una relación sincera, profunda y honesta”, subraya García. “Hizo una labor con mucho coraje. Fueron muy injustas las críticas negativas que recibió. Y recuerda que la muerte de Mary no estaba en el guion original, lo que refleja que Francis, que perdió a su hijo Gian Carlo en 1986 sentía este filme como algo muy personal”.

Tampoco esta nueva versión que llega a los cines es la que se puede leer en el guion de rodaje. “Dean Tavoularis, el diseñador de producción del cine de Coppola, decía que los guiones de Francis son como los periódicos: salen todos los días”, bromea el actor. “Lo más difícil era saber dónde caía cada secuencia nueva, y había muchas, en el arco dramático de mi personaje. Yo consultaba sin parar a Francis”. A cambio, García se permitió una broma: jugar con unas naranjas ―la fruta que anuncia en la saga la muerte del personaje que la coja― en el final de la trama que se desarrolla en Sicilia. “Me di el lujo, sobreviví a la naranja”.

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