Una predicción de la consultora Gartner anticipaba que para el año 2022 la mayoría de ciudadanos de las economías desarrolladas consumirían más información falsa que verdadera.
Aunque se trataba de un pronóstico realizado en 2017 para el año 2018 (seguramente basado en las malas experiencias de circulación de falsedades durante la campaña presidencial de Donald Trump de 2016), lo cierto es que la preocupación por el alcance del fenómeno de las fake-news no ha hecho más que crecer desde entonces.
Tras el atentado perpetrado durante la maratón de Boston el 15 de abril de 2013 y la posterior persecución y captura de los terroristas, un grupo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology (en cuyo campus fue abatido un agente de policía adscrito al MIT) se sorprendió de la cantidad de información falsa que circulaba por las redes acerca de unos acontecimientos que les afectaron directamente y que tuvieron una repercusión mundial.
Los investigadores del MIT se embarcaron en el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre mensajes virales que circularon en Twitter entre 2006 y 2017 y llegaron a la sorprendente conclusión de que las noticias falsas tenían un 70% más de probabilidades de ser compartidas que la información verdadera. Los temas más habituales de las falsedades fueron las noticias políticas, aunque también afectaron al terrorismo, los desastres naturales, la ciencia, las leyendas urbanas y la información financiera. Además, y frente a lo que podría pensarse, fueron los usuarios humanos y no los robots, quienes más contribuyeron a viralizarlas.
El Consejo de Europa recomendó en 2017 adoptar un enfoque más amplio sobre las fake-news y abordar el problema global como “Information Disorder”. Los trastornos o patologías de la información, más allá de las noticias falsas, incluyen la descontextualización espacial o temporal de noticias, el humor, las parodias, los memes, los errores, la manipulación política y la generación intencional de alarma social.
Las redes sociales (especialmente Facebook y Twitter), así como los servicios de mensajería instantánea, se han convertido en plataformas idóneas para la amplificación global e instantánea de mentiras y manipulaciones, que siempre han existido en los medios de comunicación (baste recordar los usos propagandísticos de la prensa y la radio durante las contiendas mundiales).
Tácticas de autodefensa ante las noticias falsas
Como, desgraciadamente, los grupos familiares de mensajería tienen una alta incidencia en estas prácticas (según los estudios, los mayores de 65 años destacan entre todos los grupos de edad en la difusión de noticias falsas). Además, al tratarse de entornos familiares la tendencia es a suavizar la aplicación de filtros que en otros contextos serían más restrictivos. La consecuencia es que, inadvertidamente, podemos estar intoxicando a familiares, amigos y colegas cada vez que difundimos información no contrastada en redes de confianza.
Más información: http://bit.ly/2WzIg4z