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Recomendamos: Periodistas y opositores, en riesgo en la ‘dictadura sutil’ de Bolsonaro

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BARCELONA, España — El sociólogo español Manuel Castells ensayó con la idea de que Brasil está entrando a una dictadura sutilcon Jair Bolsonaro en el poder: un sistema democrático en apariencia, pero cada vez más autoritario.

Después de vivir cerca de una década en Brasil, decidí salir del país y puedo constatarlo: cada vez hay menos margen para la oposición y más amenazas a la libertad de expresión en el Brasil de Bolsonaro. Lo confirman el constante uso de noticias falsas, la difamación de los adversarios del presidente, los ataques a periodistas, las declaraciones desde el Palacio de Planalto que incentivan el odio y las reacciones de los seguidores más radicalizados de Bolsonaro. Esto ha provocado un clima de persecución y violencia insano para una democracia.

El riesgo, cada vez mayor, es que de esta dictadura sutil se pase a una plena, como pasó en Venezuela. Allí también los primeros síntomas fueron subestimados. Hay quien dice que la comparación es osada porque considera a Nicolás Maduro “de izquierda”, mientras que Bolsonaro es de extrema derecha, pero el autoritarismo no distingue el espectro político. Lo más peligroso, en el caso del presidente brasileño, es que, como advierte el politólogo Celso Rocha de Barros, no heredó su ideología de los generales conservadores de la dictadura, sino de los torturadores.

Uno de sus métodos es el uso de bots y noticias falsas para destruir la reputación de sus adversarios. A principios de julio, Sérgio Moro, el ministro de Justicia brasileño, y el periodista estadounidense Glenn Greenwald fueron tendencia en Medio Oriente: un estudioanalizó cerca de 220.000 tuits que defendían al exjuez y atacaban con noticias falsas a Greenwald —quien reveló ilegalidades en el juicio contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva— y mostró que buena parte eran bots que provenían de Irán.

Pero lo que sí molesta a Bolsonaro son las noticias verdaderas, lo que explica su furia contra el periodismo en general y contra Greenwald en particular. Un diputado cercano al presidente lanzó una campaña xenófoba para que el periodista estadounidense, quien vive en Brasil hace catorce años, fuese deportado. Moro, por su parte, lo acusa de ser cómplice de criminales y ha buscado obstruir sus revelaciones. Y Bolsonaro amenaza públicamente con meterlo preso.

En la retórica oficialista, el periodismo es una actividad delictiva y quienes critican al presidente, enemigos del Estado.

El de Greenwald no es un hecho aislado: en estas semanas, el presidente ha difamado también a la periodista Miriam Leitão de O Globo y ha acosado públicamente a Isadora Peron, colaboradora de Valor Económico. Tampoco es algo novedoso: el año pasado, cuando la periodista Patrícia Campos Mello reveló en un reportajede Folha de São Paulo que Bolsonaro había gastado al menos 12 millones de reales (casi 3 millones de dólares) de procedencia ilegal para financiar el envío masivo por WhatsApp de noticias falsas contra su oponente en la elección, comenzó a ser difamada y amenazada.

Más información: https://nyti.ms/33Du8ai

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