Robert Pattinson es, a su pesar, un icono millennial desde que en 2008, con 22 años, protagonizara la saga adolescente más popular de la pasada década: Crepúsculo. Sin embargo, tener en su currículum la capacidad de atraer a las salas a hordas de fans y haberse embolsado 25 millones de euros por dar vida al inmortal Edward Cullen en la película que cerró la entrega de vampiros no ha sido suficiente para que su sueldo por dar vida a Batman en The Batman, la nueva entrega del hombre murciélago dirigida por Matt Reeves, se equipare al de otros superhéroes.
Pattinson ha recibido unos cinco millones de euros por protagonizar esta cinta, una cifra estratosférica para el común de los mortales pero mediocre en el mundo de Marvel y DC. Por ejemplo, Henry Cavill cobró 14 millones en 2013 por ser Superman en El hombre de acero; George Clooney se embolsó 10 millones (unos 16 millones al cambio actual) en 1997 por convertirse en Batman en Batman y Robin; Mark Ruffalo se llevó 15 millones por interpretar a Hulk en Avengers: Endgame (Chris Hemsworth, Chris Evans y Scarlett Johansson cobraron lo mismo en esta película, y Robert Downey Jr. alcanzó los 70 millones); Hugh Jackman ganó 20 millones por protagonizar X-Men Orígenes: Lobezno, y Jack Nicholson acordó un salario de seis millones por interpretar al Jocker en la versión de Batman de 1989 (lo que hoy equivaldría a 13 millones).
Pero volvamos a Pattinson. El actor inglés supo ganarse a la crítica a pesar de sus comienzos como vampiro emo, demostrando que sus inquietudes iban más allá de los taquillazos para adolescentes. Tras dar carpetazo a su etapa púber ha trabajado con directores reputados como David Cronenberg o Werner Herzog y lleva tiempo afanado en hacer trabajos que le alejen de la imagen naif que le coló en el imaginario colectivo (películas “raras”, como el mismo ha dicho). Que ahora, con el favor de los expertos del séptimo arte, haya aceptado cobrar solo cinco millones por meterse en el traje de Batman, un invento endiablado y aparatosos que obligaba a los actores que le han dado vida a pasar horas y horas sin poder hacer sus necesidades, tiene su porqué, y no es, o por lo menos no solo, el amor al arte.
Tal y como comenta a Icon un guionista español seguidor de la saga, todos los actores quieren ser Batman hasta que se dan cuenta de que es un marrón y empiezan a querer dejar de serlo. Según esta teoría, el actor al aceptar el papel se encontraría en ese momento en el que ve al personaje de DC como una oportunidad irrechazable. “Al principio parece que te ha tocado la lotería con el papel”, comenta el especialista, “pero la realidad es que pronto se dan cuenta de que todos brillan en la película menos ellos (es el caso de Jack Nicholson, que eclipsó a Michael Keaton, y de Heath Ledger, que le robó todo el protagonismo a Christian Bale). Es un papel muy poco agradecido, además los fanáticos siempre linchan por Internet al Batman de turno”.
Pero hay más a parte de lo embaucador del personaje: los royalties, que no son otra cosa que el porcentaje de beneficios que se llevan los actores. Según el libro Powerhouse: The Untold Story of Hollywood’s Creative Artists Agency, si hoy se hacen estos tratos con las productoras es gracias a Robert Redford. El protagonista de cintas como Memorias de África o Dos hombres y un destino hizo un trato pionero cuando rodó Una proposición indecente (1993), según el cual apenas cobró pero a cambio tenía derecho a un porcentaje alto de los beneficios. Este trato por el que Redford acabó embolsándose casi 30 millones de dólares hace casi 30 años, cambió la forma de pagar a las estrellas de Hollywood. Desde entonces, aceptar un sueldo bajo merece la pena si eso te da derecho a percibir un porcentaje de taquilla y de derechos de imagen. En el caso que nos ocupa, es más que probable que Pattinson haya negociado un buen porcentaje de royalties con los que fácil podrá multiplicar la suma inicial. Eso y que sienta debilidad por el único superhéroe sin superpoderes.
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