Stephen King no tendría tanta vigencia en el negocio de la literatura, si su obra solo provocara miedo.
Dentro de cada historia terrorífica sobre un payaso asesino que cambia de forma, un padre homicida en un hotel embrujado o un virus mortal que acaba con la población del planeta, el prolífico e incansable escritor ha llenado muchas páginas con sentimientos igualmente poderosos de fortaleza, altruismo e incluso esperanza. Tal vez por ello tantos lectores, muchos de los cuales descubrieron sus libros en la infancia, han mantenido su lealtad a lo largo de sus 45 años de contar historias.
El autor, a punto de cumplir 72 años, está por publicar su sexagésima primera novela, El instituto, sobre niños que tienen habilidades supernaturales y son reclutados a la fuerza para ser parte de un estudio, a cargo de una organización oscura que luego los desecha de manera brutal cuando dejan de ser útiles. Quienes encasillan a King como un escritor de novelas de terror se sorprenderán por la calidez que hay en un libro que pareciera tener tanta sangre fría.
El concepto del libro se remonta a hace más de veinte años, cuando King —quien ha desarrollado personajes psíquicos similares en libros como Carrie, El resplandor, Ojos de fuego y La zona muerta— imaginó que existía una escuela llena de niños con habilidades extraordinarias. Cuando comenzó a escribir el libro, en marzo de 2017, pensó que no quería que fuera un relato de terror, sino una historia de resistencia: Luke, un genio telequinético de 12 años; Kalisha, adolescente que puede leer la mente de las personas, y Avery, canalizador de poderes que tiene 10 años, organizan una rebelión desde su centro de detención.
“Quería escribir sobre cómo la gente débil puede tener fortaleza”, dijo King en una entrevista telefónica desde su casa en Bangor, Maine. “Cada uno de nosotros está en una isla, y a la vez podemos gritarnos unos a otros y unirnos, y entonces se forja ese sentimiento de comunidad y empatía. Me encanta. Me encanta que las historias tengan eso”.
“Aunque eso no funciona con el estilo de una homilía”, agregó. “Suena empalagoso cuando solo dices: ‘Los amigos mejoran las cosas’. Pero cuando lo cuentas en una historia, la gente entiende. Todo el mundo quiere tener un amigo porque, básicamente, la vida es una empresa solitaria”.
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