Cada cuatro años, el mundo se paraliza para conocer quién será el presidente elegido por los ciudadanos de Estados Unidos. En sus manos estará el rumbo de la primera potencia mundial durante los siguientes cuatro años pero, al contrario de lo que sucede en otros países, esta elección no tiene lugar en un día festivo, sino que siempre coincide con el primer martes después del primer lunes del mes de noviembre. La razón hay que buscarla mucho antes en el tiempo. En 1845, el Congreso de los Estados Unidos decidió unificar el calendario electoral y dictó la primera ley federal que estableció que toda la nación votaría el mismo día. Y se decidió que fuera el primer martes después del primer lunes de noviembre por razones que poco tienen que ver con el siglo XXI.
En aquella época, Estados Unidos estaba lejos de ser la potencia que es hoy: era un país eminentemente agrícola en el que las personas solo podían desplazarse en carruaje o a caballo, ya que el tren acababa de llegar. Los hombres blancos eran los únicos que tenían derecho al voto y, la mayoría, tenían que desplazarse para poder hacerlo, por lo que se buscó una fecha en la que la cosecha hubiera terminado y, al mismo tiempo, el clima aún permitiera viajar sin los problemas del invierno.
Condicionantes religiosos
Pero, además de tener en cuenta los factores económicos, también pensaron en los religiosos. Con esa nueva fecha se evitaba que la cita electoral cayera en la festividad de Todos los Santos que practican los católicos. Pero, además, no podría ser un lunes debido a que muchas personas deberían comenzar a viajar en domingo, algo impensable por ser el día elegido para ir a la iglesia por los cristianos.
Tampoco se podía votar durante el fin de semana por esa misma razón de fe: los cristianos podrían votar los sábados, pero no los judíos, que celebran el “sabbat”. Daniel S. Holt, historiador de la Oficina Histórica del Senado, explica a EFE que “esos eran días de fe y estaban reservados a la práctica religiosa. El miércoles era el día del mercado en la mayoría de los condados, de manera que se consideró el martes como el día más práctico para la sociedad de entonces”. Pero, aunque han pasado 175 años, Estados Unidos sigue votando en martes. Sin embargo, hoy en día es un problema porque casi todo el mundo trabaja, lo que ha provocado que el país se encuentre entre los que menos participación electoral acumula entre sus ciudadanos por las dificultades para ir a las urnas en un día laborable. Según un informe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), la media de participación entre 1945 y 2015 es de solo el 47.7%.
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