El 76% de las nominaciones eran para hombres. Segundo de reflexión. Y ganaron ‘sólo’ el 90% (21 -hay dos coautoras- de 24 candidaturas). Téngase en cuenta que las actrices, de momento, son mujeres. Aquí ya se puede hablar. Sí, en efecto, un bonito y bien nutrido campo de nabos. Otro año más. Ni el mito Agnès Varda como responsable de la joya Cara y lugares mereció la atención de los señores (en muy masculino) votantes. Es decir, el ‘hashtag’ #MeToo convenció a los académicos de que la de los Oscar tenía que ser una velada inolvidable, pero, como diría Groucho, no necesariamente la de esta noche. Dicho lo cual, las ganas de hacer historia y de convertir la 90ª edición de los Premios de la Academia de Hollywood en algo así como un manifiesto feminista a las puertas de la huelga del 8 de marzo (tal cual), quedó en eso, en las ganas.
Y a falta de mujeres… La forma del agua. Probablemente la más onírica y ‘monstruosa’ de las contendientes. Combativa, sí, pero a su modo. Guillermo Del Toro, su director, la define como un “antídoto contra el ‘trumpismo'”. Y como tal funciona. Y como tal sueña. La imaginación o es política o no es, insiste el cineasta mexicano. Y le creemos. La película dejó sus 13 opciones en 4 dianas: la dirección artística, la música ‘acuática’ de Alexander Desplat, la que le tocaba por derecho a su realizador y la propia película. La más cantada de ellas era la de director y, más allá de cualquier otra apreciación, no hay forma de discutirla.
Guillermo del Toro lleva tantos años esforzándose en hacerse escuchar, en moldear la materia misma de los sueños, en darle forma a la imaginación, que su cine es desde años la carne misma del cine. Dice Del Toro que lo que distingue a un monstruo es que siempre está ahí. Es imposible evitar su mirada. Es necesario mirarle. Y en efecto de eso habla tanto La forma del agua como su filmografía entera: de la necesidad de la mirada del otro, de lo distinto, de lo único. A su manera, era inevitable que el cine premiara al cine. Pues eso.
Por lo demás, y señalado el ganador, el despiste. Generalizado y cruel. De todas las maneras que tenía la Academia de hacer historia, eligió… ninguna. Ni la quinta mujer nominada a mejor directora (Greta Gerwig) ni la primera fotógrafa en alcanzar la candidatura (Rachel Morrison) ni la doble mención de Mary J Blidge(actriz secundaria y canción). Eso por no moverse del tema de la noche, tan mencionado en los discursos como finalmente ignorado en lo que importa, los hechos. Si se prefiere mirar para otro lado, tampoco. Ni el actor más joven de la historia con posibilidad de estatuilla (Timothée Chalamet) ni el primer transexual director (Yance Ford por el documental Strong Island) ni siquiera Kevin Spacey en los ‘in memoriam’… Nada.
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