A veces las mayores revoluciones no implican destruir aquello que se quiere cambiar. Basta con darle la vuelta. Puede ser una consigna subvertida, el uso inapropiado de algo diseñado para otro propósito o una canción leída desde otro lado. Como pasó con Respect.
En 1967, con 24 años, tres hijos y 10 álbumes publicados, parecía que había pasado el tiempo de Aretha Franklin. La antaño niña prodigio, hija de un predicador de Detroit, era una hermosa voz en el panorama soul y rhythm and blues de los 60. ¿Una voz hermosa y nada más?Parecía que la cosa acababa ahí, a tenor de las discretas cifras de ventas de sus discos en el sello Columbia. Pero Aretha tenía algo más que garganta:era una pianista con talento, una intérprete curtida desde niña (primero en el góspel de los servicios religiosos y luego en actuaciones)y una compositora por descubrir.
Su fichaje por el sello Atlantic en 1966 vino a descubrir todas esas cualidades. Tras ficharla, el productor Jerry Wexler reservó los estudios FAME en Muscle Shoals (Alabama)con músicos con los que Aretha podría sentirse a gusto: los saxofonistas King Curtis y Charles Chalmers, el trompetistas Melvin Lastie, los guitarristas Chips Moman y Jimmy Johnson, el bajista Tommy Cogbill, el teclista Dewey Spooner Oldham y los baterías Gene Chrisman y Roger Hawkins. Allí también fueron las hermanas de Aretha, Carolyn y Erma, quienes junto con Cissy Houston (madre de la futura superestrella Whitney Houston) formaban el coro de acompañamiento de Aretha.
Sin embargo, Aretha estaba muy lejos de sentirse cómoda. Su matrimonio con Ted White, quien ejercía también de mánager, se iba al garete. Infidelidades, alcohol y hasta violencia física habían ido minando la relación. Pero fue precisamente en ese pozo donde Aretha encontró la inspiración. Frente al papel en blanco, Aretha se convirtió en una mujer poderosa que contaba su desazón (y también sus ganas de disfrutar de la vida)con una fuerza y un sentimiento inauditos.
El resultado de aquellas sesiones fue I never loved a man the way I love you(Nunca he querido a un hombre de la manera en que te quiero). Un título que podría hacer pensar en una rendida declaración de amor, aunque escondiese todo lo contrario. “Eres un malvado rompecorazones, / eres mentiroso y engañas, /Y no sé por qué / dejo que me hagas todas estas cosas“, canta en la canción que da nombre al disco, entre cadencias de blues y latigazos de hammond. “Supongo que estoy tiesa / y pegada como con pegamento,/ porque yo nunca, nunca he querido a un hombre / de la manera en que te quiero“.
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