Es probable que un punto de coincidencia entre quienes creen que es acertado prohibir las drogas y los que pensamos en esquemas más liberales sea el de la necesidad de combatir a los traficantes.
También puede existir consenso alrededor de que cualquier estrategia debe contemplar, en primera instancia, la seguridad de los ciudadanos, en el sentido más amplio.
Por eso es interesante la campaña que lanzó el rector Enrique Graue con el ángulo: “No es tu amigo, es un narco”.
El propósito central es hacer conciencia sobre el riesgo de tratar con delincuentes, aunque sea para comprar unos cigarros de mariguana, y el daño que generan en la seguridad pública.
Otra de las virtudes de la campaña es que visualiza el problema y permite abrir espacios para la reflexión y la participación de la comunidad universitaria.
Por supuesto que no se terminará con la venta de drogas, porque hay una demanda, pero sí se puede establecer un ambiente que haga más difícil su comercio en espacios de la UNAM.
Ello, sumado a una acción eficiente de las autoridades encargadas de combatir a los delincuentes, puede generar el resultado más importante: impedir que suba la violencia y así reducir el daño.
Es importante el contemplar esquemas como el de la seguridad ciudadana, promovidos en estudios y análisis de universitarios, como las conclusiones de la Conferencia Internacional de Seguridad y Justicia (2011), para evitar perderse en la maraña de enfrentamientos y en la degradación del tejido social.
Desde aquel año, uno de los más violentos de la historia en nuestro país, expertos del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional dejaron claro que había que colocar al ciudadano en el centro de cualquier enfoque, para cambiar una lógica de reacción, por otra de prevención.
Simplifico con un ejemplo. Imaginemos que unos bandidos entran a un bar y posiblemente lo asalten. El problema es que la autoridad no tiene muy claro quién es quién y hay decenas de parroquianos. Se pueden hacer dos cosas. Primero, entrar con un operativo para someter a los maleantes, evitando que actúen, aunque existe el riesgo de afectar inocentes. La otra alternativa es esperar, buscar información y proceder contra los delincuentes en cuanto se les tenga bien identificados y en una zona de menor riesgo.
Entre estas dos variables es que suelen desenvolverse las discusiones sobre la acción de la autoridad ante los delitos. La primera opción responde a una lógica policial y la segunda a un enfoque ciudadano, ambas en el contexto de la seguridad.
Lo ideal, por supuesto, es lo segundo, aunque suele generar irritación y hasta frustración, pero cuando se trata de delitos nunca son fáciles las cosas.
En el caso de una universidad debe imperar la prudencia, pero no resignada y más bien activa para lograr resultados aunque no sean en el corto plazo.
Este artículo fue publicado en La Razón el 2 de marzo de 2018, agradecemos a Julián Andrade su autorización para publicarlo en nuestra página.