Los ánimos no han dejado de estar exaltados. No es una buena noticia, por más que el Presidente tenga una creciente popularidad. Más allá del tono, por lo general belicoso, en que han metido a las redes, en particular Twitter, existe un ambiente muy bravo de filias y fobias, que no ayuda en la cotidianeidad a pesar, reiteramos, de la popularidad de López Obrador.
No parece que las cosas vayan a cambiar de manera sustantiva los próximos años. Está en el talante del Presidente una forma de ver la política y una forma de relacionarse con su adversarios.
Haber estado tanto tiempo en campañas lo ha llevado a moverse en terrenos en que asume que no debe dejar espacio alguno por ningún motivo. Responde, una y otra vez, le planteen lo que le planteen y cuando quiere lanzar crítica y pullas se remite al derecho de réplica, el cual adquiere una dimensión si la petición viene desde el poder presidencial, con todo lo que esto conlleva, que si se trata de un ciudadano común.
Más vale que sigamos adaptándonos y acostumbrándonos a formas políticas que no se habían presentando en la vida política y social del país. No es un destino fatal ni cosa parecida, más bien es un nuevo camino que se ha elegido que no tiene antecedente alguno, hasta donde nos alcanza la memoria.
La clave ante estos escenarios es buscar cómo entendernos y cómo convivir aceptando nuestras diferencias. No sirven de mucho las descalificaciones gratuitas y en esto hay que identificar que el Presidente va en muchas ocasiones mano.
Le gana su espíritu de candidato y de no olvidar que a lo largo de muchos años fue atacado por una buena cantidad de flancos. El libro de Tatiana Clouthier muestra parte de esta significativa historia, al tiempo que explica el porqué de muchas acciones y reacciones del Presidente.
Los temores de los gobiernos del PAN y del PRI los llevaron a atacar a López Obrador en innumerables ocasiones sin ton ni son, dentro y fuera de la ley. Más que como un opositor en la brega política, lo veían con miedo y no tenían el menor pudor para írsele con todo; no fue casual aquello de que era un “peligro para México”.
El daño que como nación nos llevamos por todo ello de alguna forma se ha ido resarciendo con el triunfo de López Obrador. Algunos dirán que se hizo justicia, pero independientemente de cualquier consideración política, nuestro país tiene un Presidente legítimo y fuerte.
Con todo el poder y en función de lo que estamos viviendo sería importante, y hasta estratégico, que el Presidente recordara aquello de que entre más poderoso, más generoso.
El gran dilema que podría estar enfrentando López Obrador puede ser el de qué hacer con el pasado que ha vivido: olvidarlo o de plano estar encadenado a él. La sociedad, a estas alturas, reconoce y, no tiene la menor duda, de que lo que vivió fue brutal e injusto. Quizá ésta fue una de las razones por las cuales le dio su voto.
El Presidente debe meterse de lleno en el presente y futuro y darle la vuelta, en algún sentido, al pasado. Tiene el peso y poder para hacerlo, por más que a menudo le ande rondando en su entorno y en él mismo lo que vivió.
Hoy sabe que está en una posición de privilegio y poder, que obtuvo con más de 30 millones de votos.
Él debiera ser el primero en buscar la reconciliación y el entendimiento en su discurso cotidiano, sin ser el único que está obligado a ello. A él también se le debiera aplicar una que otra vez su muy famoso “serénense”.
Está en todos buscar atemperar los ánimos. Esto pasa también por quienes tratan de poner en evidencia al Presidente bajo cualquier pretexto.
Estamos ante el muy complejo reto de vida de saber convivir y respetarnos sabiéndonos diferentes. Volveremos con el tema de los ánimos, llevamos 2.
RESQUICIOS.
No puede haber reforma sin los maestros, pero pedir que se haga como ellos quieren porque “no somos como los gobiernos anteriores”, parece más una consigna de campaña que estar construyendo una reforma educativa verdadera e integral.
Este artículo fue publicado en La Razón el 29 de marzo de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.
Autor
Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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