En 1987, el médico eritreo Haile Debas llegó a la Universidad de California en San Francisco y convirtió su Departamento de Cirugía en un centro de trasplantes de talla mundial.
Formado en Etiopía y Canadá, Debas ha sido reconocido por sus aportaciones a la fisiología y la bioquímica. En 2003, al terminar su gestión como director de la Escuela de Medicina de esa casa de estudios, fundó allí mismo el Instituto de Ciencias de la Salud Global (IGHS, por sus siglas en inglés), una organización interdisciplinaria dedicada a formar líderes y a desarrollar soluciones para los problemas más apremiantes en el campo de salud.
En diciembre pasado, el Panel Independiente de la Organización Mundial de la Salud –que lideran Ellen Johnson, expresidenta de Liberia, y Helen Clark, exprimera ministra de Nueva Zelanda– encargó al IGHS un informe sobre cómo ha golpeado la pandemia de covid-19, con el propósito de trazar una ruta para enfrentar amenazas globales a la salud.
Ese esfuerzo dio lugar a La respuesta de México al covid-19: estudio de caso, documento que reseña de manera demoledora cómo la falta de liderazgo político, entre otros factores, condujo al país a un “fracaso” en su respuesta a la pandemia en comparación con otros países.
Mediante la excesiva concentración de autoridad y capacidad para tomar decisiones, la insuficiente deliberación en órganos colegiados relevantes, la falta de supervisión independiente, el divorcio de la evidencia científica y la politización de aspectos técnicos de la evaluación de riesgos, el gobierno federal contribuyó a causar muertes, concluye.
Situado en el cuarto lugar mundial en exceso de mortalidad –sólo detrás de Perú, Ecuador y Bolivia–, México tuvo 43% más fallecimientos en 2020 de lo que se hubiera esperado en relación con el periodo 2018-2019, contra un promedio de 17.3% en los países con más de tres millones de habitantes y datos completos de mortalidad de los últimos tres años.
Eso lleva a los responsables del estudio –coordinados por Jaime Sepúlveda– a concluir que “si México hubiera tenido un desempeño promedio en la pandemia, se habrían evitado alrededor de 190 mil muertes por todas las causas en 2020”. Es decir, esa cantidad de mexicanos estarían hoy vivos si sólo las autoridades hubieran centrado sus esfuerzos en evitar la transmisión de la enfermedad.
El documento no deja de lado que México es un país con servicios de salud deteriorados y mal financiados, y que las comorbilidades que padece un alto porcentaje de la población y las desigualdades sociales han contribuido a la letalidad del virus. Pero justamente por eso, enfatiza, se requería de liderazgo.
“Durante toda la emergencia, el gobierno ha priorizado la disponibilidad de camas hospitalarias como una señal de que la pandemia está bajo control”, apunta el estudio. “Esto creó presiones en el sistema de salud para no admitir pacientes hasta que manifestaran síntomas graves” y a que se dejaran de atender otros males que ponen en riesgo la vida.
Probablemente, las conclusiones y recomendaciones del estudio, de 131 páginas, sean desechadas por el gobierno federal –que ha actuado con arrogancia–, pero difícilmente podrá ser tachado como un acto de propaganda de sus “adversarios”.
Sirva el documento para dejar constancia que hubo naciones –muchas– que hicieron un mejor trabajo que México y, sobre todo, que de ninguna manera era irremediable que esos 190 mil mexicanos perecieran. No, la historia no será benévola con este gobierno.
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