* Déja vu en Morena: irregularidades, acarreos, trifulcas… Hackerman
Mario Delgado, presidente nacional de Morena, entre sábado y domingo pasados, se hizo merecedor de un galardón mundial, porque logró lo que nadie, en dos mil años, había podido: la repetición del milagro de los panes y los peces: Con un padrón de 400 mil militantes, obtuvo un total de dos y medio millones votos para congresistas en Morena.
El proceso interno para elegir quienes participarán en el Congreso Nacional, estuvo marcado por las prácticas que en ese partido se han señalado con índice de fuego desde su fundación, por el ahora presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien en la mañanera del lunes aceptó los vicios exhibidos por canales de televisión y las redes sociales: choques violentos, gritos, acusaciones recíprocas de prácticas viciadas en las votaciones como inducción y compra del voto, pero todo lo justificó con el mismo «argumento» del ya célebre ex alcalde de San Blas, Nayarit, Hilario Ramírez («Layín»), quien dijo en un mítin: «Pues sí robé… pero poquito».
Con tono algo jocoso, algunos observadores políticos hicieron notar la diferencia entre «el antiguo PRI» y lo que ahora hace Morena: Los priistas eran duchos en su organización, no dejaban cabos sueltos y a la hora de los procesos internos tenían todo «planchado». En cambio, los morenistas se especializan en la desorganización, el caos, las confusiones, lo que a su vez genera choques violentos, gritos, sombrerazos, acusaciones mutuas.
En diferentes puntos del país tuvo qué intervenir la fuerza pública y las cámaras de televisión mostraron a una diputada que se resistía con evidente vigor contra dos gendarmes que la conducían a un vehículo policial.
Fue una especie de «Deja vu» político, pero en versión cuatroteísta (¿o cuartomundista?).
¿COMO EN LA INQUISICIÓN?
Los referentes históricos surgían por todos lados: Algo muy curioso fue el encontronazo en tuiter de dos personajes que en su momento han sido considerados como «lo más granado» (¿?) de la 4T: John Ackermann y el inefable productor de series de narcos, Epigmenio Ibarra.
Entre acusación y defensa, algo nos recordó las crónicas de los acusados por la Santa Inquisición, en donde la inmensa mayoría de acusados negaban vehementemente estar en contra de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Roamana sin que, en su defensa, precisamente juraban estar totalmente en línea de la doctrina de Cristo y de su representante terrenal, el Papa.
Pero los inquisidores porfiaban, impertérritos: «Dí la verdad, confiesa que has pecado contra natura, que has negado la divinidad de Cristo y la infalibilidad del papa ¡confiesa!»
Epigmenio abrió el fuego con una pretendida paráfrasis de una frase muy sobada: ¡Ay, John! qué cerca de Monreal y de Reforma; qué lejos de AMLO». Ackermann intentó una argumentación que a la vez era una reafirmación -¡Malgré tout!- de su fe en la doctrina morenista:
«Tu posición implica que AMLO avalaría la corrupción y las transas de Mario Delgado, lo cual es equivalente a decir que AMLO sería un hipócrita.
«Pero no, el hipócrita… (y deja la frase inconclusa)”.
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