Ana Elizabeth García Vilchis:
No te conozco. Supe de ti cuando en junio del año pasado se creó la infame sección que cada miércoles conduces, titulada “Quién es quién en las mentiras”. Sólo sé que tienes 32 años, que fuiste coordinadora web en un sitio de noticias y que estudiaste antropología social en la Universidad Autónoma de Puebla, según los datos públicos disponibles.
¿Por qué te escribo estas líneas? Primero, por los infructuosos intentos de entablar una entrevista periodística contigo; segundo, porque tú te has referido a mí con mentiras desde Palacio Nacional, y, tercero, y lo más importante, porque creo, y ojalá me equivoque, que estás destruyendo tu futuro.
No, no es un escrito en mi defensa, porque afortunadamente mi trabajo y el de mi equipo está a la luz pública y habla por mí desde hace casi dos décadas. Este es un escrito de lo que quisiera decirte si fuera tu amiga, si fueras mi hermana o mi hija, pues cada semana que te veo ahí parada frente a todos desde Palacio Nacional, leyendo un guion que no es tuyo, siento tristeza. Pues ese guion que, insisto, ni siquiera salió de ti, tampoco lo haces tuyo, pues tartamudeas, sobreactúas, sudas, te tiembla la voz. Y eso me indica que en el fondo no te sientes cómoda con lo que haces.
Quienes te prometieron que serías la defensora de la verdad, te mintieron; quienes te prometieron catapultar tu carrera política al participar en esta sección te mintieron; quienes te dicen cada semana qué leer haciéndote creer que es lo correcto te mienten. Pues, como tú misma deberás reflexionar en la intimidad de tu conciencia, se han cometido atropellos, amenazas e intentos de intimidación contra el periodismo, que, es cierto, tiene fallas y en eso tenemos todxs que trabajar y reconocerlo. Pero, Ana Elizabeth, todo el periodismo debe ser libre y es un atentado contra esa libertad el tachar a los periodistas críticos de traidores o golpistas. Afortunadamente, el periodismo siempre encontrará formas de expresarse y de llegar a los ciudadanos para seguir contando lo que pasa en Guerrero o en Oaxaca, donde venden a nuestras niñas, para seguir escribiendo sobre nuestros desaparecidos, sobre la violencia en los rincones más alejados del país donde los habitantes viven bajo amenaza, para seguir exigiendo medicamentos para nuestros niños. Pero, insisto, este escrito no es de defensa.
Eres demasiado joven para marcar así tu futuro profesional y ser cada semana objetivo de tan brutal violencia, mientras los hombres que te escriben lo que lees se escudan detrás del Presidente.
Estás a tiempo de cambiar el rumbo, de librar tus propias batallas y no convertirte en un cartucho de un solo uso, de recordar que sus adversarios no son necesariamente los tuyos.
Di lo que tú creas y hayas investigado, defiende al gobierno en el que has depositado tu confianza, pero no permitas ser un instrumento político ni de venganza. Sé libre, y que sea tu elección la que determine tu camino.
Con sororidad, Azucena Uresti.
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