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Gil ha leído al fin un artículo suficientemente informado sobre Napoleón Gómez Urrutia, hombre rescatado de la ignominia por Liópez y propuesto por Morena como senador plurinominal. Raúl Trejo Delarbre, columnista ancla de su periódico La Crónica, ha escrito la semblanza más completa del señor Gómez Urrutia. Napito fue siempre, y seguirá siendo, un júnior. A los 55 años, allá en 2000, cuenta Trejo Delarbre, Gómez Urrutia había decidido vivir al margen de los negocios sindicales de su padre, Napoleón Gómez Sada, un líder sindical que llevaba 40 años al frente del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la Republica Mexicana. Su hijo estudió economía en la UNAM y luego se convirtió en un aventajado alumno, mju, de posgrado en Oxford y en Berlín. Por cierto, Carlos Monsiváis tenía un buen chiste: si alguien le decía que Sutano, un antipático, había estudiado en Oxford o alguna otra prestigiada universidad, él respondía: pues que se regrese porque no aprendió nada. Así pasa con Gómez Urrutia, que volvió a México a trabajar en Patrimonio Nacional y Programación y Presupuesto. Luego fue director de la Casa de Moneda.

Minas y monas

Cuenta Trejo Delarbre que en 2000, le père de Napito decidió ponerlo al frente del sindicato. Le fils nunca había puesto un pie en el sindicato, no dormía en las minas, dormía las monas. El cacique Gómez Sada le heredó a su hijo no solo el sindicato, sino un fondo equivalente a 5 por ciento de las acciones de la mina de cobre de Cananea que su padre de Napito había negociado en 1990, cuando esa empresa fue privatizada y vendida al Grupo México. Le ganaron el pleito al grupo encabezado por Germán Larrea. Así fueron a parar a un fideicomiso 55 millones de dólares. De estos 55 millones, Gómez Urrutia distribuyó 22 millones entre los trabajadores de Cananea. Los 33 millones restantes, cuenta Trejo, los repartió en cuentas privadas a su nombre y a nombres de parientes. ¿Cómo la ven? Dicho sea esto sin la menor intención de un albur sindical.

No se vayan: aquí viene lo bueno y Gil no quiere reproducir sin comillas: “Los fondos, inicialmente colocados en un fideicomiso en Scotiabank Inverlat, fueron trasladados a una cuenta en Bancomer y, de allí, entre 2004 y 2006, pasaron por 17 instituciones bancarias y financieras en México, Nueva York, Houston, Mc Allen, San Francisco, Estambul y Suiza para llegar a las cuentas bancarias de la esposa y dos hijos de Gómez Urrutia, así como del tesorero del sindicato y otras personas”. Trejo cita dos investigaciones centrales, una de Luis Emilio Giménez Cacho publicada en Nexos en agosto de 2006 y Los demonios del sindicalismo mexicano y Abuso de poder en México de Martín Moreno. ¿Cómo se llamó la obra? Regalado: “Un senador de Liópez”. Que les aproveche. Bon appetit.

Más información: http://bit.ly/2CZqA3V

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