Los partidos tocan a rebato. Todos a sus puestos. El PRI empezó una sesión permanente para el proceso de selección de candidatos a todos los cargos de elección popular. La Comisión Política Permanente aprobó la integración de las instancias encargadas de la selección (ciones a granel). Gil lo leyó en su periódico El Financiero, en una nota de Magali Juárez. A propuesta de Ochoa Reza se han creado varias comisiones, qué dice Gil comisiones, más bien un círculo concéntrico, un comisionerío bestial para elegir a unos y a otras.
Van a perdonar a Gilga, cualquiera diría que se trata de un ejercicio democrático y no de la fibra priista: la verticalidad del dedazo, el autoritarismo en las decisiones, la negociación bajo cuerda, el arreglo en lo oscuro, en fon. Ochoa Reza aseguró que, “unidos y motivados”, en 2018 irán por “el carro completo”, pues el objetivo es ganar la Presidencia, las nueve gubernaturas y todos los espacios. Mju, sí, chucha, cómo no.
Gamés observa una vuelta al pasado, que es el futuro, cuando la postulación del candidato del PRI era una decisión única, incontrovertible del Presidente allá en Los Pinos. Recuerden: Bartlett se mordía las uñas de los codos, o como se diga; Salinas esperaba la llamada de De la Madrid; luego de seis años, Colosio y Camacho se daban hasta con la cubeta y Salinas los dejaba aunque decía “no se hagan bolas”. La hélice de Watson y Crick no se puede cambiar, el ADN priista es un imborrable sello genético.
Revelaciones
Gil ha recibido noticias de primera mano: Aurelio ya lo sabe. A Meade se le vio sereno escribiendo nombres en una tarjeta que siempre lleva consigo, como si apuntara colaboradores urgentes, como si escribiera los nombres de sus huestes. Ahora mal sin bien, hay algo distinto que Nostradamus predijo en su momento: el PRI no ganará la Presidencia de la República en 2018. Ni yendo a bailar a Chalma destruirán al dragón de dos cabezas que los ha quemado con el fuego mítico que echa por la boca: la escandalosa corrupción de sus gobernadores y la inseguridad, la violencia que ha vuelto a los peores niveles de 2011. ¿Dudan de la profundidad del análisis de Gilga? Allá ustedes. Este método de acercamiento a la realidad política lo aprendió Gil en Oxford entre 1991 y 1995. Qué o qué, ¿no le creen a Gamés?
La cargada, los búfalos, “el tapado fuma Elegantes”. Le han puesto una palabrota a estas vulgaridades de la vida política: liturgia, ese conjunto de rituales de la misa católica. Los rituales priistas deberían llamarse por su nombre: imposición. Antes se trataba de nombrar al próximo presidente de la República; en nuestros días, el nombramiento define a un candidato que sale tercero en la contienda y muy probablemente perderá la elección. Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó en un nombre para estas ceremonias del adiós: la liturgia de la derrota. Esto suena mejor, eso que ni qué, lo que sea de cada quien.
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