La suspensión de las cuentas de Donald Trump en Twitter y Facebook tras sus mensajes antes, durante y después del asalto al Capitolio, ha levantado una intensa e interesante polémica sobre la libertad de expresión entre posturas que van desde el ultraliberalismo hasta el señalamiento de límites, los derechos y rsponsabilidades de los medios.
Este viernes, tras la noticia y la baja de la cuenta @realDonaldTrump, el aún presidente de Estados Unidos envío otra serie de mensajes desde la cuenta @POTUS en los que acusó que Twitter ha ido cada vez más lejos en la restricción a la libertad de expresión, y que se ha coordinado con demócratas y la izquierda radical para silenciar no sólo a él sino a los 75 millones de “patriotas” que los favorecieron con su voto.
No sólo ello, sino que anunció que analiza la posibilidad de crear su propia plataforma, y advirtió: “¡No seremos silenciados!”. Los tuit fueron borrados por Twitter.
En la discusión se ha anotado el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, pese a que se negó a fijar una posición frente a los actos de violencia en el Capitolio, sí atacó a las redes sociales porque consideró censura la suspensión de las cuentas de Trump, y hasta advirtió del riesgo de que se esté creando “un gobierno mundial con el poder del control de las redes sociales”.
Como ocurrió con muchos de los ultraliberales en esta discusión, López Obrador se abstuvo de mencionar los hechos violentos a los que incitó Trump en sus mensajes en Twitter y en su discurso en las afueras de la Casa Blanca. Colocó la discusión en el vacío, sin mencionar los hechos que dieron lugar al retiro de las cuentas de Trump.
Sin embargo, las redes sociales fueron usadas para promover la violencia en el Capitolio, y no sólo por Trump. La periodista Dolia Estévez, por ejemplo, reportó después de los hechos: “Sediciosos que atacaron el Capitolio, con cámaras de TV rodando, están borrando frenéticamente videos, fotos, textos de cuentas en redes sociales, que los delatan. Un poco tarde. Pertenecen a cuatro grupos: QAnon, Proud Boys y dos supremacistas blancos. Identificados por el FBI”.
Y añadió: “Mientras que la incitación a la violencia ha hecho del todavía Presidente un paria en la escena internacional, sus desacreditados alegatos de fraude y teorías conspirativas tienen eco en redes sociales debido a troles del desquiciado grupo QAnon, que lideró la toma del Capitolio”.
Hechos como los mensajes en Twitter de Trump y de sus seguidores fueron apartados de la discusión por muchos. Así ocurrió, por ejemplo, con Gabriel Guerra Castellanos, quien prefirió ubicarlo en el marco de la polarización política: “Es muy compleja y delicada la discusión acerca de la libertad de expresión, la censura, los derechos de las empresas a publicar (o no publicar) lo que determinen, los temas tabú o ‘permitidos’. No se dejen llevar por filias o fobias, porque este péndulo solo sabe de extremos”.
Continuó para ponerlo en el eje del “amigo/enemigo”; en efecto, escribió: “Si un día aplauden que a alguien se le cancele su cuenta en Twitter o Facebook, ¿protestarían si lo mismo le hicieran a alguien con cuyas ideas simpatizan? Y si defienden el concepto de que empresas privadas pueden decidir qué es o no válido, recuerden que eso aplica para todos”.
Otro caso es Álvaro Delgado, de Proceso y La Octava, quien, después de aceptar que las empresas privadas que manejan las redes sociales tienen sus reglas, mostró su confusión entre límites y absolutos, y eligió mencionar uno de los peores horrores que ha vivido la humanidad, ocurrido hace más de 70 años, para evadir hacer referencia directa a Trump y a lo ocurrido en el Capitolio, hecho que está en el centro de la litis: “Hay criterios con los que no estoy absolutamente de acuerdo, pero con lo que nunca (menos como periodista) estaré de acuerdo es con que se coarte, se cercene la libertad de cualquier individuo para expresarse. Hay límites, efectivamente, pero como periodista yo estoy por la libertad absolutamente más amplia posible, menos con conductas aberrantes como, por ejemplo, el Holocausto, sin duda”.
Uno más que optó por fustigar a las redes sociales sin mencionar los motivos que esas empresas alegaron para dar de baja a Trump fue Julio Hernández López, quien tuiteó: “Trompada de supremacía empresarial tecnológica a Donald: @Twitter suspende cuenta al todavía presidente de EE UU , en consonancia con acciones censoras de otras firmas de internet cada vez más explícitas en su poderío interventor”.
LÍMITES Y RESPONSABILIDAD
Del otro lado se situó, por ejemplo, el abogado Miguel Carbonell, quien justificó a las empresas de redes sociales: “Los discursos de odio y los que alientan la violencia no están protegidos por la libertad de expresión. Silenciar a quienes llaman a agredir a los demás no es un ejercicio de censura. Que nadie se confunda”.
El monero Magú expresó sobre la disputa en redes: “Cinco muertes porque un presidente en funciones azuzó sus seguidores, con mentiras, para que impidieran el nombramiento de su sucesor. Y el presidente de otro país y sus seguidores, se escandalizan porque al instigador le cierran sus redes sociales”.
Jorge Ramos advirtió sobre los mensajes del presidente de Estados Unidos: “Las palabras importan. ‘Marchen al Capitolio’, le dijo Trump a sus seguidores. ‘Porque nunca van a recuperar su país con debilidad’”.
Mencionó sobre la discusión: “Es un debate importante. Se equivocan los políticos y líderes, de cualquier país, que creen que los periodistas tenemos que repetir, sin cuestionar, todo lo que dicen. Al contrario; debemos reportar lo q dicen, apuntar cuando mienten o se equivocan, cuestionarlos y decir la verdad”.
Ramos enfatizó en los riesgos que implican mensajes de mandatarios, pero sin entrar en la discusión sobre el poder de las redes sociales: “Muchos presidentes oyen pasos ahora que Twitter, Facebook e Instagram suspendieron la cuenta de Trump por mentir, por ser un peligro para la democracia y por incitar a la violencia. Empecemos por este principio: los presidentes no son todopoderosos y menos en una democracia”.
Quien puso énfasis en la conducta del magnate presidente fue Carlos Marín, quien la llevó hasta a términos delictivos: “Notable desacierto de López Obrador. De ninguna manera Trump fue víctima de la censura sino un persistente instigador del odio y la violencia, ésta prevista como delito no sólo en Estados Unidos, sino también en México”.
Para Raúl Trejo Delarbre, en comentario acerca de las declaraciones de López Obrador sobre las redes sociales, comentó sobre la censura de las redes en el caso de Trump: “Evidentemente la que ejercen Facebook y otra redes sociodigitales es una forma de censura. Hay que reconocerlo así: se está buscando impedir que un personaje público dé a conocer su mensaje. ¿Y por qué lo hace Facebook? Lo hace porque el mensaje del presidente Trump se ha excedido con las reglas de estas redes, sobre todo se ha excedido con los parámetros de la política institucional de los Estados Unidos”. Y añadió que lo mismo hizo Twitter.
Agregó sobre la responsabilidad editorial: “En las redes sociodigitales, al igual que en los medios convencionales, hay gente que toma decisiones, y no hay libertad absoluta. La de expresión es una libertad que vale mucho la pena defender siempre, pero en todos los países y en todos los sistemas hay parámetros para ejercerla, igual que con todas las libertades”.
Marco Levario señaló varias aristas del asunto: “¿Hay censura cuando se cortan mensajes que convocan a la violencia? No. ¿Hay censura cuando empresas privadas consideran que un mensaje público atenta contra la democracia y suspenden al usuario? No. ¿Hay intentos de censura cuando bots y troles difaman a críticos de AMLO? Sí”.
En contra del ultraliberalismo también estuvo el politólogo Daniel Zovatto, quien comentó un video de Angela Merkel donde defiende las libertades frente a los extremismos: “Merkel en defensa d la libertad d expresión pero poniendo límites para evitar un uso indebido de la libertad d expresión. Coincido plenamente. Por eso estoy a favor d las decisiones d Facebook y Twitter en relación con Trump. Debieron hacer sido adoptadas mucho antes”.
Al contrario, la periodista e historiadora norteamericana Anne Applebaum puso el acento sobre las compañías de las redes: “Twitter prohibiendo a Trump es un buen momento para empezar a preguntarnos por qué hemos permitido que las empresas de redes sociales se vuelvan tan poderosas e irresponsables. ¿Cómo deberían regularse? ¿Deberían ser más transparentes? ¿Debería existir una alternativa de servicio público? Cosas para pensar en 2021”.
También Gibrán Ramírez, ante los hechos, se fue por defender a Trump y cargar contra los medios: “Hubo un terrible desaseo no sólo en el conteo de los votos sino en la comunicación. El poder oligopólico en los Estados Unidos prefirió hacer callar a Trump y a sus simpatizantes que explicar, que dar el debate público, que convencer”.
Lo dicho por Ramírez fue respondido por el politólogo Alberto Fernández con un comentario por demás interesante en el debate: “Pero hay ahí también algo más insidioso: la idea de que quienes ostentan el poder formal del Estado están en realidad desamparados (powerless) frente a los ‘poderes fácticos’ y por ello deben extender su esfera de dominación a lo económico, social, cultural. Es una lucha constante por acumular poder desde el Estado, con la justificación de que el poder ‘real’ siempre está en otro lado. Chavismo para principiantes”.
Una postura hasta cierto punto intermedia fue la expresada por Sergio Sarmiento: “Cada vez que Facebook, Twitter o las televisoras censuran a Trump, millones buscamos las declaraciones por otros medios. La censura no es la solución ante las posiciones irresponsables del presidente de EUA”. Sin embargo, no planteó alguna opción.
Mientras tanto, Carlos Matienzo señaló: “Lo que sí está muy divertido es ver a los libertarios trumpianos abogando por la intervención del Estado en las redes sociales. Otros, seguidores de Salinas Pliego, gritan ‘censura’, cuando su patrón se lo ha hecho a varios políticos en México. En fin, la hipotenusa”.
Tal vez también sería bueno imaginar qué ocurriría si las redes sociales quedaran bajo la égida de poderes legítimamente constituidos como los de los presidentes Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. Así podemos también pensar cómo mejorarlas con pleno respeto a la libertad de expresión, en lo que se deben incluir sus límites.