Recomendamos: Las amenazas cumplidas contra Reforma, por Lázaro Ríos

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Hace días, un supuesto grupo criminal amenazó con volar Reforma por pasarse de la línea y oponerse a la cuarta transformación.

El presidente López Obrador se deslindó de la amenaza en 1 minuto con 11 segundos y luego arreció su ataque personal hacia el periódico.

La historia de amenazas cumplidas contra Grupo Reforma es muy larga y data de mucho tiempo: van desde restricciones de papel (a finales de los años setenta, Luis Echeverría trató de asfixiar a El Norte reduciendo al mínimo el suministro de este insumo) hasta el incendio de las oficinas en Monterrey, pasando por secuestros, amenazas directas de muerte hacia periodistas y tortuosas auditorías del SAT.

Así de vieja es la manía por callar el periodismo independiente liderado por Alejandro Junco de la Vega por más de 50 años.

Reforma arrancó en noviembre de 1993 con reporteros novatos, recién egresados y tamizados en cursos de periodismo, otros tantos tenían alguna experiencia. El diario configuró una página editorial llena de talentos con distintas procedencias.

De la redacción, cerca del Ángel de la Independencia y después en el sur de la ciudad, recuerdo su algarabía y nerviosismo de ambiente universitario.

Los primeros dos años fueron de locura. La vorágine del cierre del sexenio de Carlos Salinas de Gortari nos absorbió como un destructivo tornado fuera de control.

El poderoso Salinas y Fernando Gutiérrez Barrios en Gobernación se retorcían ante nuestras coberturas sobre el levantamiento zapatista, los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, la sucesión presidencial y la macrodevaluación conocida como el “error de diciembre”.

El 20 de noviembre de 1994, justo a un año del arranque, la Unión de Voceadores, brazo golpeador de Gobernación, boicoteó la distribución de Reforma en las calles. Un golpe directo con remitente postal en Bucareli y Los Pinos.

En esa tarde plomiza, entre juntas, llamadas, nerviosismo y temor, se decidió sacudirnos a la agresiva Unión y defender nuestro derecho al libre tránsito y de comercio.

Y nos lanzamos a las calles a vocear.

Pronto se unieron editorialistas, políticos, personalidades, ciudadanos, estudiantes y amas de casa, e hicieron suyo el ataque a la libre distribución de ideas.

De inmediato llegaron los golpes: la cobarde y gansteril Unión mandó al hospital a varios de nuestros voceadores, robó periódicos y nos dejó temblando… pero no cedimos. Germán Dehesa, el “bavoceador” mayor (como se decía), reclutó miles de simpatías a la defensa de Reforma y en contra del abusivo gobierno.

Al bloqueo se sumó la incursión a mi casa en el sur de la Ciudad de México; encontramos todo en caos y la moral familiar se fue a los suelos. Siguieron tres meses de amenazas de muerte a mi esposa y el intento de secuestro de mi hijo de 4 años de edad. Hoy tiene 30 años y recuerda la pistola frente a su cara y la desesperación de Don Apanco, el chofer.

Ahora el presidente López Obrador, de manera obstinada y socarrona, acusa a Reforma de haber callado como momia y protegido a Carlos Salinas. La historia lo desmiente sin misericordia.

Más información en: Letras Libres

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