Para los partidos políticos de México, la democracia y la tolerancia son valores que se predican hacia fuera y no se practican hacia adentro.
En mi trayectoria como reportero me ha tocado ver cómo en la vida interna de las organizaciones políticas se vuelven letra muerta las exigencias a la autoridad electoral y a los contrincantes de practicar el juego limpio y garantizar los derechos de las minorías.
He sido testigo de acrimoniosos procesos de renovación de dirigentes en los que ha desaparecido cualquier noción de camaradería, como los que vivió el PAN en 1993, el PRD en 1999 y el PRI en 2002.
Por eso, para mí, lo que sucede hoy en Morena, el partido del gobierno, es un déjà vu. Aunque debo agregar que nunca he visto, en episodios semejantes en otras agrupaciones políticas, ese grado de descalificación entre rivales como el que se da actualmente entre los morenistas.
Y mire que no fueron suaves los epítetos que volaron durante las disputas, en el PAN, entre el grupo alvarista y el Foro Democrático, o entre los bandos de Amalia García y Jesús Ortega, en el PRD; o entre los priistas Roberto Madrazo y Beatriz Paredes.
Dichos enfrentamientos, en los que se vio una descarnada lucha por el poder, causaron graves daños dentro de esos partidos. Los llevaron a rupturas, retrocesos e incluso descalabros electorales.
Pero, sobre todo, permitieron que se asentara una visión cínica de la política: que es válido hacer cualquier cosa para ganar y que los principios son un factor secundario en la lucha por el poder.
Hoy, como digo, toca a Morena lavar la ropa sucia en público. La renovación de la dirigencia, que se llevará a cabo mediante una encuesta —por mandato del Tribunal Electoral— ha sido motivo de una batalla nada elegante en los medios de comunicación entre los principales aspirantes al cargo de presidente de la organización: Mario Delgado, Porfirio Muñoz Ledo, Yeidckol Polevnsky, Alejandro Rojas Díaz Durán y Gibrán Ramírez.
Oficialmente, hay 35 candidatos a la presidencia y 36 a la secretaría general. Así lo dio a conocer el sábado pasado el Instituto Nacional Electoral —que organizará la encuesta—, luego de revisar 105 solicitudes de registro. La encuesta se llevará a cabo entre el 26 de septiembre y el 2 de octubre. Los resultados se darán a conocer el 4 de octubre.
Hay que mencionar que los estatutos del partido no prevén la elección de dirigentes mediante ese mecanismo. La orden del Tribunal Electoral al INE de realizar la encuesta se dio luego de un fallido proceso de renovación mediante voto de la militancia y de que el presidente Andrés Manuel López Obrador, fundador de Morena, sugiriera que la encuesta fuese el método usado para cambiar el liderazgo.
La lucha por la dirigencia de la organización —que apenas tiene seis años de vida— se considera no sólo parte de la preparación para enfrentar los comicios federales y locales de junio entrante, sino también como el primer escarceo entre quienes aspiran a la candidatura presidencial de Morena en 2024, marcadamente el canciller Marcelo Ebrard, el senador Ricardo Monreal y la jefa de Gobierno capitalina Claudia Sheinbaum. El primero apoya a Delgado; el segundo a Rojas y la tercera a Muñoz Ledo.
Los grupos apuestan a que aún habrá mucho apetito de votar en 2021 y 2024 por Morena, un partido que obtuvo un número inusitado de sufragios en la elección de hace dos años.
Lo que quizá no está en sus cálculos es que el tono de las descalificaciones entre los aspirantes a la dirigencia de Morena y las divisiones que pudiesen surgir como resultado de este proceso, podrían caer como anillo al dedo a la oposición.
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