Leí a un maestro mío en Twitter decir que si la investigación de Aristegui sobre la tesis de Peña hubiera salido en el NYT o en otro lugar de “prestigio”, nadie se burlaría.
Claro que no habría burla.
La investigación entonces tendría un rigor periodístico y hubiera tenido un tiempo clave para contrastar toda la información. Si no, el editor del NYT jamás la habría sacado por mucha “carnita” que tuviera, porque en caso de falsear hechos, se arriesgaría a una demanda y a publicar una disculpa. Eso se llama ética periodística. Y cuidar tu reputación.
En una investigación seria, tendríamos todos estos datos: Sabríamos exactamente en cuánto tiempo se hizo. Quien fue su asesor y su lector de tesis. Sabríamos si hubo algo raro en la universidad -alguna donación, un edificio nuevo, acervo para la biblioteca- que hubiera coincidido con la titulación. Se podría seguir un poco el camino del dinero. Sabríamos también (porque hubieran entrevistado a los involucrados en la tesis) si hubo irregularidades, sabríamos del examen profesional por los sinodales y los secretarios. Hubieran entrevistado compañeros cercanos. Hubieran pedido el registro a la UP y las actas. Hubieran entrevistado a las autoridades escolares. Hubieran preguntado a expertos sobre el material y si la duda del plagio es correcta. Y se hubieran tardado meses en ha presentarla hasta tener un contraste con el involucrado. No de último momento como lo hicieron. Habría narrativa, datos, conclusiones. Habría lo que se llama “blindaje”. Por ningún lado podrían rebatir una investigación.
Sí. Si hubiera estado en el NYT o en el Washington Post, hubiera sido más serio y contundente.
No demerito el trabajo de investigación de Aristegui y su equipo. Bastante difícil es en este país poder descubrir cosas porque los malos siempre cubren muy bien sus pasos. Pero existe una forma de narrativa a la que nos quieren acostumbrar por aprovechar coyunturas. La de la verdad a medias. La de “soy periodista reconocida por dos trancazos mediáticos, entonces soy la dueña de la verdad”. La de los comerciales de Facebook con titulares falsos para generar tráfico como “Fui amante de Peña y tengo videos” y vender el espacio a precio de oro. La de polarizar a una población con un tema que al final no acaba de aportar nada concluyente, pero que la gente se cree hasta la última frase porque es lo que quiere creer. La investigación de Aristegui solo nos da una idea de la poca ética y descuido recurrente del personaje. Al hacer una investigación por encima, les damos los argumentos a los malos para que se laven las manos. Es gravísimo el hecho de que cualquiera haga mal su trabajo de tesis, la presente y se reciba por encima de las normas de una universidad. Sin embargo, aquí no se concluye eso. Solo se hace propaganda poniendo adjetivos descalificadores y comparación de párrafos, sin sacar jamás que la información ahí está en la bibliografía, pero mal expresada en el contenido. Se adelanta a la recién tomada posición de una televisora para ser más equitativa y con menos línea institucional para poder evidenciar que quizás no sean tan independientes del gobierno federal. Y de paso, genera un tema más para seguir diluyendo la ya baja popularidad de Peña. Es un ganar-ganar. No importa si no es concluyente, el trancazo ya existe.
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