Con la colaboración de Ricardo Becerra Laguna, Ariel González Jiménez, Marco Levario Turcott, José de Jesús Murillo y Ernesto Priani Saisó.
PRESENTACIÓN
Posiblemente nunca, en la historia de la comunicación colectiva en México, un acontecimiento había ocupado, en tan poco tiempo, tanto espacio en los medios como sucedió con la guerra de Chiapas. Quizá nunca, además, los medios habían estado sometidos a tantas tensiones y contradicciones: la sorpresa misma ante el conflicto armado, la inexperiencia para cubrir un asunto bélico, las numerosas versiones y reacciones que se suscitaron sobre los hechos de Chiapas, el misterio mismo que hubo en torno al grupo que le declaraba la guerra al Ejército y gobierno mexicanos.
El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el primero de enero de 1994, dominó en los medios por su espectacularidad y rapidez: campesinos indígenas en abierta rebelión con demandas de justicia social, pero con métodos que entraban en contradicción con la democracia mexicana, un grupo armado de origen desconocido, una reacción social dividida, una guerra que dura menos de dos semanas y que luego de un periodo de acercamientos llega a la mesa de negociaciones. Todos ellos eran motivos para que la prensa, la radio y la televisión, le dieran espacios amplios que reproducían el conflicto, en su mezcla de inocultable gravedad y contundente singularidad y, antes que nada, la sorpresa que para todos significó la irrupción de la lucha armada en Chiapas.
Se trataba de una guerra extraña, que incluso llegó a ser trivializada por algunos de sus propios protagonistas y por un segmento de los medios de comunicación. Fue, la de Chiapas y al menos hasta que se iniciaron las negociaciones para la paz, una guerra que se libró más en los medios que en la selva. Hubo víctimas, es cierto (más de un centenar de muertos, sin contar centenares de heridos y millares de desplazados) pero de ninguna manera llegó a ser un conflicto de las dimensiones que en los primeros días parecía que iba a alcanzar. Luego del cese al fuego, pero también antes, en gran medida las hostilidades se desarrollaron en el plano de la propaganda, con la adhesión o la condena de distintos sectores de la sociedad, expresada puntual –y a veces magnificadamente– en los medios de comunicación.
Los medios cumplieron un papel de propagación del problema y en algunos momentos de amplificación distorsionada pero, también, contribuyeron a impedir que se agravara. Gracias a la televisión y la radio el país se enteró, casi al instante, de lo que sucedía en Chiapas. Gracias a la radio y a la prensa, después del pasmo de los primeros momentos, se pudo generalizar una preocupación nacional por la paz. En la convicción de la sociedad mexicana para que el desafío del EZLN fuese resuelto con los recursos de la negociación y no con los de la represión, los medios tuvieron un papel muy importante. A partir de las noticias que llegaban de Chiapas, se comenzaron a aquilatar lo mismo el reto militar que algunas de las motivaciones sociales que se podían reconocer detrás del Ejército Zapatista. Incluso los dirigentes de ese grupo, tuvieron especial cuidado en propagar sus exigencias, y su existencia misma, a través de medios de comunicación mexicanos y también del extranjero.
La información sobre este conflicto puso a prueba el profesionalismo, la independencia, la capacidad técnica e incluso la ética de los medios mexicanos. Muchas de las novedades y también las insuficiencias en la presencia social en los medios y en su relación con el Estado quedaron de manifiesto en la guerra de Chiapas.
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